"El Alpha "

❤Capitulo 5❤

—Eso es muy útil, chiquitín. 
El Devorador se acercó a Olivia y le cubrió con su chaqueta cuando se tornó humana, su 
desnudez lo hizo sonrojar. Era tan dulce que casi parecía un niño atrapado en el cuerpo de un gran 
hombre. 
—Tengo veinticuatro años y empiezo a estar algo cansado con ese tema. 
—Claro, ya has aprendido a usar el orinal. Así me gusta, poquito a poco. Pronto serás todo un 
niño mayor. 
El Devorador ni se molestó en rebatir aquello, puso sus ojos en blanco y se pellizcó el puente de 
la nariz. 
—Tienes poderes muy útiles. Siempre me ha fascinado el control mental. 
Ryan se rascó la nuca con cierta desgana, no estaba cómodo con la conversación, así pues, se 
limitó a tomar a Olivia entre sus brazos y enfrentarlo como si esperase algo. Por supuesto, una 
explicación era lo más factible y, tal vez, lo más arriesgado. 
Él era la mano derecha de la hermana de Olivia y saber su condición podía provocar que los 
Devoradores se la llevasen. Y él no quería eso, ella debía saber controlar su nueva forma antes de 
poder irse de su manada. 
—¿Un té? —preguntó Lachlan sonriente. 
—¿Vamos a hablar o vamos a beber? —preguntó Ryan agitando levemente a Olivia entre sus 
brazos. 
Lachlan se encogió de hombros y ambos comenzaron a caminar hacia su residencia. Era mejor 
dejar a Olivia en una cama y seguir con aquello que dejar que la paseara en brazos por toda la 
ciudad. 
—Para este tema casi prefiero una copa —confesó el alfa. 
—Es normal que el cautiverio haga aflorar lo peor de nosotros. Me imagino algo semejante y ya 
hubiera enloquecido. 
Él sonrió, aquel Devorador era mucho más perspicaz de lo que parecía. Ahora comprendía 
alguno de los motivos que habían hecho que fuera Dominick su instructor. Muy pocos aprendían de 
la mano del mismísimo jefe de los Devoradores. Un gran privilegio del que Ryan había disfrutado 
durante unos años. 
—Contó mal las fechas, aún le quedan tres meses para irse y no se tomó bien la noticia. En el 
fondo es una mujer con un poco de temperamento. 

—Si no sois capaces de satisfacer las necesidades de Olivia debería informar a Leah. 
Llegaron a la habitación de Olivia y observó atentamente cómo la depositaba sobre la cama, él 
fue tan delicado que hasta logró hacerlo sonreír. A pesar de todo el músculo que lucía su cuerpo, 
era alguien atento. 
—Por supuesto, porque después de los varios ataques de Seth lo que necesitáis es a una loba 
inestable correteando por allí —contestó irónicamente Lachlan. 
La dejaron allí con la esperanza de que unas horas de sueño le hicieran regresar la cordura que 
había dejado abandonar. Salieron de la habitación para ir al piso inferior, allí Ryan mostró las llaves 
de su coche y comprendió que traía los miles de paquetes que siempre enviaba Leah. 
—¿Sabe que está abastecida de todo? —preguntó el lobo. 
Ryan, enarcando una ceja, contestó: 
—Todo no, de lo contrario no hubiera intentado huir. 
—Eso fue un problema de logística. Lo resolveré con la mayor brevedad posible. 
La risa llenó el comedor, el Devorador no fue capaz de contenerse y rio de tal forma, tan sonora y 
disparatada, que acabó llorando. 
—Si puedes hablar como una secretaria y todo —dijo entre carcajadas. 
—También puedo ser un grano en el culo si me dejas. 
Ryan caminó hasta la puerta principal y fue allí cuando se detuvo, giró sobre sus talones y le 
dedicó una dura mirada. Justo en ese momento Lachlan dejó de vislumbrar al niño que todos veían 
y pudo contemplar al guerrero que solo Dominick había sido capaz de ver. 
—Llamaré en tres días y querré hablar con Olivia. Si dice de querer marcharse me la llevaré, 
aunque tenga que acabar con todos los lobos que pongas ante ella. 
Lachlan asintió. 
—Por supuesto. Si ella dice de marcharse te pondré la alfombra roja y espero que podáis 
contener a los Devoradores cuando el celo haga que muchos de ellos llamen a su puerta. 
Aquello sorprendió a Ryan, el cual frunció el ceño y negó con la cabeza antes de contestar: 
—Eso solo os afecta a los licántropos, ¿no? 
—Cuando uno de los nuestros entra en celo nadie puede resistirse. Cuando el calor ataca hace 
que la gente se amontone en su puerta en busca de apagar su deseo. 
Su rostro se desencajó. 
—¿Y eso del calor sucede muy a menudo? 
Lachlan se encogió de hombros mostrando indiferencia. 
—Una vez al día. 
El guerrero dejó paso nuevamente al joven Devorador, su rostro mostró auténtica preocupación 
por una situación que desconocía por completo. 
—¿Y cómo lo soportas? 
—Cuestión de práctica. Le pido que se cierre con llave cuando nota el inicio y trato de que algún 
lobo descarriado no se acerque. 
Ryan cabeceó un poco en sus palabras como si tratase de imaginar aquella situación tan extraña. 
—Gracias por cuidarla. 
—Créeme, está siendo un placer. Y le guste o no, es de los nuestros. 
Era una gran verdad que todos sabían menos Olivia. Comprenderlo le llevaría tiempo, sangre y 
lágrimas. No era un camino fácil, pero parecía que había encontrado a un gran tutor para salir de la 
oscuridad que la rodeaba. 

—¿Una cerveza para el mensajero? 
Ryan sonrió al escuchar la voz de Luke. El lobo salía de su casa con las llaves en la mano 
mientras las hacía tintinear. 
Antes de mirarlo a él, el novato se fijó en la casa. Era una más en una calle en la que todas eran 
iguales, grandes, de dos pisos, cuadradas y de un blanco impoluto salvo por el detalle que marcaba 
la diferencia. Luke había pintado las contraventanas de un azul marino que la hacía destacar por 
encima del resto. 
Y el jardín era muy exótico, plagado de figuras en forma de setas, conejos y muchas tazas y 
jarras de té. Frunció el ceño. 
—¿Qué pasa, Devorador? ¿No te gusta Alicia en el país de las maravillas? —se mofó Luke. 
—Me pregunto dónde guardarás al gato Cheshire… 
Luke hizo un levantamiento de ceja suave, disfrutando el momento y sonrió socarronamente. 
—Soy un lobo, me lo comí. 
Asintió, en el fondo tenía sentido. 
Justo en ese instante se fijó en las ropas que apretaban el cuerpo del corpulento licántropo. Sus 
pantalones de cuero no dejaban nada a la imaginación, lo que le hacía comprender el triunfo que 
había visto que tenía con las mujeres. No era para menos, ya que Ryan era musculoso, pero Luke 
le ganaba. 
La camiseta era un retal blanco que se ajustaba a su cuerpo y cruzaban por su pecho dos líneas 
negras. Supo bien que, de haber estado allí Leah, se la hubiera arrancado para meterla en la 
lavadora. No era sucio, formaba parte de la camiseta, no obstante, resultaba extraño. 
Sus cabellos pelirrojos rizados estaban peinados por el viento, alborotados como si acabara de 
despertarse. Eso provocó que recordara a Leah cada mañana peinándolo porque sus rizos resultan 
indomables, salvo por el detalle que los de Ryan eran morenos y no color sangre como los del lobo. 
—Esta vez le tocaba a Leah —recordó. 
—Camile está con fiebre y me tocó a mí. 
Y esperaba que la próxima vez fuera ella quien viniera a ver a su hermana. La pobre humana 
estaba deseando ver a Olivia y tenerla entre sus brazos. 
—¿Una cerveza o tienes prisa? 
—Mejor un té, si no es molestia —contestó Ryan.




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