Leah miró el teléfono, se había cortado la llamada, algo extraño. Trató de marcar nuevamente y la
voz del operador diciendo “este número no existe” la extrañó. Subió al coche y enfrentó la mirada
confusa de Dominick.
—¿Todo bien? ¿Qué ocurre con Olivia?
—No lo sé, se ha cortado y ahora dice que no existe.
Él agitó la cabeza levemente.
—Debe ser un error, seguramente estamos en una zona con poca cobertura. Este lugar es muy
boscoso.
Esa era la explicación más factible. Volvería a intentarlo cuando llegasen a la base y Camile le
dejara un ratito jugando con su querida Hannah.
Y de pronto, Seth apareció sonriente ante el capó del coche provocando que la sangre de todo su
cuerpo se helase.
—Bu –pronunció antes de hacer volar el coche.
Leah gritó y trató de alcanzar a su pequeña para salvarle la vida. Dominick, sin embargo, logró
tomar el control del vehículo con sus poderes y lo hizo caer suavemente, haciendo que su familia
siguiera con vida.
—Quédate aquí con la niña —ordenó saliendo del Jeep.
—Menuda sorpresa, ¿eh? Caminaba por aquí y os he visto.
Los Devoradores del otro coche se unieron a él y protegieron el coche donde estaban Leah y la
pequeña.
—Nada es casualidad contigo.
—Chico listo. Debo agradecerle esta reunión a tu dulce cuñada.
Y de pronto cayó en lo raro que había sido todo. Ella había provocado que Leah se alejara se
Chase lo suficiente como para salir de su radio de control y los habían localizado. Había sido un
cepo y la traición llegaba de la persona que jamás hubiera esperado.
—No es culpa suya, debéis entenderla, tenía el cuello de uno de los sobrinos del saco de pulgas
entre mis dedos. No tuvo más opción que hacer lo que pedía.
Dominick asintió aceptando la decisión de Olivia, no había tenido más remedio y todos en su
lugar hubieran hecho lo mismo. Así pues, no iba a pensar más en esa traición obligada a la que
habían sido sometidos.
Chase se alejó de ellos para quedar más cerca del coche, alzó una barrera tan blindada que el
suelo tembló fuertemente como si acabasen de cerrar una caja de seguridad.
—Tranquilo, Chase, por ahora no quiero a Leah y a la pequeña Camile, puedes respirar tranquilo.
En realidad vengo por un premio mucho más jugoso.
Silbó al cielo y cientos de espectros se lanzaron sobre ellos. Como era de esperar, los
Devoradores comenzaron a luchar feroces y no le sorprendió, puesto que se trataba de los mejores
de su raza.
Eran increíbles y acababan con la vida de esas pobres almas como si nada. Él no sufrió por vida
alguna, ya que los enviaba a morir, la cuestión no estaba en la calidad de sus espectros sino en la
cantidad.
Usando el número adecuado de contrincantes la fuerza de los Devoradores menguaría
considerablemente.
Seth se apoyó en un árbol esperando a que eso llegase. No tenía prisa y el tiempo era algo que
controlaba bien. Podía esperar lo necesario para conseguir lo que deseaba.
Sin embargo, su paciencia se fue por el desagüe cuando pasados quince minutos ellos seguían
frescos y sus filas habían bajado considerablemente. Hacían un combo casi perfecto y entre ellos
habían conseguido una especie de cadena de montaje con la que conseguían aniquilar a más de
los suyos.
De acuerdo, era el momento de llegar al plan B. Uno que requería algo de sus poderes, pero que
podía llegar a ser mucho más divertido.
—Hazlo —ordenó a uno de los suyos, uno que se había reservado por ser importante en sus filas.
El espectro apareció dentro del coche y tomó a Leah para llevársela a su amo. Ella trató de
resistirse, pateó con fuerzas, pero nada pudo hacer.
Molesto, la tomó del cabello a modo de coleta y tiró de ella hasta casi levantarla. Fue entonces
cuando gritó llamando la atención de todos los presentes y dejó de revolverse, tornándose algo
sumisa.
—Ahora que tengo toda vuestra atención, quiero que me escuchéis un momento.
A Dominick se le desencajó el rostro y eso le provocó una risa sardónica. Por una vez tener
ventaja resultaba tremendamente placentero.
El dios se acercó al cuello de Leah y olisqueó como si se tratase de un plato jugoso. Con la
lengua saboreó su cuello mientras ella se estremecía y cerraba los ojos tratando de apartarse de él.
—Ahora entiendo porqué no pudiste resistirte. Es casi perfecta —dijo con voz ronca totalmente
embriagado por su sabor.
¿Cómo era posible sentirse tan atraído por alguien tan insignificante?
Las manos de Doc se iluminaron y un choque de energía los golpeó en el costado donde no
estaba la humana. Seth pudo absorber el golpe y mantener a Leah sujeta, preso de la rabia retomó
su agarre en el cabello de la joven y tiró tan fuerte que mostró su cuello.
Con la mano libre, alargó una de sus uñas y la colocó cerca de la yugular.
—Otro ataque más, doctor asqueroso, y será la última vez que la veas con vida.
Miró hacia el hombre al que amenazaba y sintió una extraña sensación recorrer su cuerpo. A
veces los recuerdos eran un gran lastre que hubiera deseado ser capaz de arrancarse de sí mismo.
Su hijo Anubis había poseído ese toque de color en los ojos.
—¿Qué es lo que quieres a cambio de mi mujer? —preguntó Dominick alzando ambas manos a
modo de rendición.
Al parecer, tocando la tecla adecuada podía domar al león.
Casi sonrió cuando notó los poderes de Nick fluctuar tratando de engañarle nuevamente. Él
bloqueó el ataque y logró lanzarlo tan fuerte que al impactar contra un árbol, este cayó al suelo
partiéndose en dos con el cuerpo del Devorador laxo en el suelo.
—Queridos, esta vez soy yo el que va a ganar el asalto.
Se recreó mirando sus ojos, todos tenían el miedo reflejado en ellos, pero no por lo que podía
pasarles a ellos sino por lo que podía ocurrir a la pequeña y frágil humana.
Vio a Chase entrar en el Jeep para tomar a la pequeña en brazos. Al verla, un sentimiento
cercano a la culpa lo invadió, pero lo descartó velozmente.
Ordenó a todos los presentes, sin que los Devoradores pudieran sentirlo, que les estaba
terminantemente prohibido atacar a la pequeña Camile. Hacía meses que buscaba su muerte y
tenerla cerca le había hecho cambiar de opinión. No tenía muy claro los motivos, pero prefirió hacer
caso a sus impulsos.
—Entrégate y les daré a tus chicos a tu mujer —ordenó.
Dominick no se lo pensó dos veces, asintió y caminó hacia él.
—Oh, por favor. Esto es demasiado fácil hasta para ti.
—Lo es, pero déjala libre.
Sus Devoradores quisieron seguirle y él les detuvo en seco.
El amor era real entre aquellos pobres seres, un amor que él mismo había sufrido en sus carnes y
le habían arrebatado. Era una fantasía lejana y ya no se acordaba de ella, se había borrado su
recuerdo hasta quedar en una leve sensación que llevaría consigo el resto de los siglos de los
mundos venideros.
Iba a enseñarles que el amor de Devorador hacia los humanos no podía funcionar.
Soltó, de forma cautelosa, a Leah en un intercambio tenso con su marido. La humana caminó al
lado de su marido entre lágrimas. Quiso tocarlo y él le tomó la mano y la consoló lo más rápido que
pudo.
—Tranquila, todo irá bien.
Una promesa que él había pronunciado mil y una veces y que no había conseguido cumplirla, tal
y como ocurriría justo en aquel instante.
Dominick llegó ante él y casi pudo saborear a su nuevo combatiente entre sus filas y sonrió
ampliamente. Leah estaba a medio camino de sus compañeros y no pudo dar un paso más.
Su mejor espectro apareció ante ella y la atravesó con el puño en su pecho. Fue en ese mismo
momento que Seth contuvo a Dominick justo antes de que sus poderes explotasen y le dio el golpe
de gracia.
El espectro asestó una puñalada en el cuello a Leah y casi pudo saborear la transformación de
Dominick en sus labios. Pronto tendría el espectro que más había deseado. Él siempre se había
negado a formar parte de sus filas y esa era la única manera posible para conseguirlo, bien pues,
así iba a ser.
Leah cayó al suelo de forma contundente y la guerra a su alrededor explotó como una granada de
mano.
Los Devoradores comenzaron a aniquilar a todos sus espectros con una contundencia visceral y
poderosa, pero ya no importaba. Tenía lo que quería.
Dominick dejó que sus poderes tomaran el control, tornándose oscuro y perverso. Trató de entrar
en su mente para retorcerlo a su voluntad y él decidió que el Devorador jugase con una ilusión suya
mientras él se mantenía impasible viendo la vida de Leah marcharse con cada agónica respiración.
Y eso enseñaba que había promesas que nunca se debían hacer.