"El Alpha "

❤Capitulo 25❤

Lachlan hizo llamar al equipo médico para que atendieran al pobre lobo que había quedado
tendido en el suelo. De no haber llegado a tiempo tendrían un cadáver entre sus manos. Aquel
hombre era inestable, pero no era excusa para no detener la pelea.
Miró a todos los presentes.
—¡Qué bonito! ¿Eh?
Sus caras mostraban sorpresa.
—¿No os da vergüenza? ¿Tanta sed de carnaza tenéis?
Muchos comenzaron a bajar la mirada con muestras claras de arrepentimiento.
—Esta gente ha sufrido más en toda su vida que vosotros. Es normal que se muestren algo
inestables. ¿Y esa es la ayuda que le tendéis? ¿Dejando que se maten entre ellos?
La rabia burbujeaba por sus venas.
Nunca se habría imaginado la imagen dantesca que observó cuando llegó de correr. Muchos de
los suyos apelotonados viendo la pelea sin detenerlos. Él había gritado justo a tiempo y Olivia había
aceptado soltar la presa, algo que había creído poco posible.
—Si vuelve a ocurrir algo así el castigo será ejemplar —amenazó—. Siempre nos hemos
caracterizado por ser una manada piadosa y comprensiva. No somos Alix y los suyos montando
luchas a muerte con los más débiles de la manada.
No es que creyera que Olivia lo era, pero era lo que hacía la manada rival.
—¡Todos a vuestras tareas! ¡Ahora!
La orden fue clara y uno a uno todos los lobos del lugar se marcharon dejando la calle despejada.
Todos salvo tres mujeres que lo miraban con demasiada culpabilidad en sus rostros.
—Decidme que no habéis tenido nada que ver —pidió suplicante.
Ninguna de las tres dijo nada y eso corroboraba que habían sido culpables
—¿Qué habéis hecho?
Kara levantó la mano y se temió lo peor.
—Fui a hablar con ella —confesó cerrando levemente los ojos como si esperase el grito que iba a
venir a continuación.
Lachlan suspiró cuando Aurah también confesó que había ido tras Olivia y que había intentado
entrar en su casa antes de que ella arrancase a correr y cayera en la casa equivocada.
—¿Y tú, Ellin? Eres la más cuerda de la familia.
—Vi que corrían tras Olivia y quise mediar.
Quedó perplejo.
—Recordadme que no os lleve a ninguna reunión de paz con otras manadas —pidió.
—Yo solo quería que volviera a hablarte. Has estado muy triste todo este tiempo y ella no parecía
estar mejor.
No pudo evitar reír.
—¿Y pretendiste hacer de celestina? ¿Tú, precisamente?
Ella parpadeó y lo miró confusa. No estaba entendiendo nada y mucho menos el enfado
incipiente que tenía.
—Tú, querida mía, eres el rumor que corre sobre mí. Dicen que eres mi nueva amante.
La cara de Kara no tuvo precio, desencajó el rostro un par de veces antes de mirar al resto y
corroborar que no mentía.
—¿Yo? Si me gustan las mujeres.
Lachlan levantó las manos y aplaudió.
—¡ESO ES! ¡LAS MUJERES! ¿LO OÍS, COTILLAS DE MIERDA? ¡ES LESBIANA!
—Sin contar que somos familia.
El Alfa alzó un dedo antes de puntualizar:
—Lejana, pero lo somos.
Lo cierto es que era la mujer de su prima, la cual se había trasladado de manada cuando había
descubierto que su pareja era Kara. Habían luchado contra viento y marea para poder estar juntas.
Ahora, tenían cuatro tiernos retoños adoptados.
¿Y qué hacía allí?
Su mujer era uno de los mejores merodeadores que había conocido en toda su vida y había
estado vigilando de cerca a Alix. Y para no levantar sospechas entre otras manadas era su mujer
quien traía la información.
Y la noticia de la amante había corrido como la pólvora.
Caminó tomando el camino que había elegido Olivia y Ellin le cortó el paso.
—¿A dónde vas, hermanito?
—A oler flores del campito —sonrió.
Ellin negó con la cabeza.
—Tenéis que volver a hablaros, pero no así. Está muy afectada.
Lachlan lució sus dientes impolutamente blancos.
—Qué suerte ser el Alfa en estos casos, porque puedo hacer lo que me dé la gana y pasarme por
—señaló su entrepierna— ahí todo lo que me digas.
Rodeó a su hermana y salió directo hacia el bosque.
—Sé suave con ella —aconsejó Aurah.
—¡Por favor! Si soy el osito de Mimosín.
                                                                                 ***
Encontrar a Olivia no fue fácil. Se había adentrado tanto en aquel bosque que llegó a creer que la
había perdido o que había huido lejos de la manada. Una que, por otra parte, no había movido un
dedo para protegerla.
Meterse en medio de una pelea de lobos era algo arriesgado, pero no podían permitir
enfrentamientos como ese. De no haber llegado a tiempo ahora tendrían un lobo menos en la
ciudad.
Olivia había estado a punto de cruzar la línea y eso le mostró lo mucho que había luchado por
sobrevivir durante su cautiverio. Nadie le había dado nada gratis a esa mujer y seguían
recriminándole todo lo que había pasado a su alrededor.
Si Olivia fuera una película sería una cadena de infortunios.
La encontró cerca de uno de los precipicios más peligrosos de la zona. Subida a lo más alto y con
los brazos extendidos mirando al cielo.
La lluvia mojaba su desnuda piel y parecía calmarla o aportarle la paz que necesitaba en aquellos
momentos.
Subió hacia allí lentamente, observando anonadado la escena. Ella lloraba y gruñía
intermitentemente.
Estaba rota y nadie se había molestado en recomponer los trozos.
Fue en ese momento en el que se preguntó ¿cuánto dolor podía albergar en su interior?
Y de pronto estuvo ante una de las imágenes más bonitas de toda su vida. Echó la cabeza hacia
atrás y aulló con todas sus fuerzas.
No lo hizo una o dos veces, comenzó a hacerlo una y otra vez, sin detenerse, liberando y
aceptando por primera vez a su loba. Al fin había abrazado a la bestia y tenía control sobre ella.
Había hecho falta romper con todo el mundo para cambiar.
La habían acorralado y culpado de todo sin parar.
Ese era su puñetazo contra la mesa, su reivindicación, su revolución y su liberación. Ya no era
una pobre víctima. Era una loba de los pies a la cabeza y se aceptaba. Iba a luchar por seguir
adelante y lo llevaba con unos acordes preciosos.
Lachlan casi tembló nervioso cuando estuvo tras ella. No quería asustarla y que cayera por el
precipicio, así que esperó a que se diera cuenta de su presencia.
—¿Has venido a reírte de mí?
—Lo preguntas como si lo hubiera hecho alguna vez.
Giró sobre sus talones y lo enfrentó directamente.
Estaba desnuda y hermosa, un manjar para la vista.
—Imagino que habrás disfrutado cuando he soltado a ese malnacido.
—Sí, me he puesto cachondo y todo.
Miró hacia abajo y señaló su miembro flácido.
—Ahora no está muy en forma, pero lo había estado.
Olivia se sentó tan cerca del borde que Lachlan hizo una mueca de desagrado, pero no le pidió
que se moviera. Ella era libre de hacer cuanto quisiera.
—¿El gran lobo tiene miedo a las alturas?
—¿Qué puedo decir? No soy perfecto, pero me acerco a ese concepto.
Ella hizo una leve sonrisa antes de girar la cabeza y negarle verle la cara.
Lachlan se acercó y se sentó a metro y medio de ella. Era lo más cerca que podía estar sin sentir
que se moría por dentro. Era cierto que no le gustaban las alturas y no pensaba enfrentarse a sus
miedos para superarlo.
—Kara estaba entre la gente.
¡Oh! Así que a ella también le había llegado el rumor.
—Lo sé, he visto todas las caras que estaban allí.
—Huía de ella cuando me metí en el jardín equivocado. Casi creo que hubiera sido mejor
prepararle un té que correr despavorida por toda la ciudad.
Él también lo creyó, se hubieran ahorrado muchos problemas con eso.
—¿Qué crees que iba a decirte? —sondeó.
Se encogió de hombros mirando al firmamento.
—Imagino que sabe que tuvimos algo y venía a pedirme que me alejara de su novio.
Lachlan tuvo que reprimir reírse. Era tan inocente que sintió que si lo hacía podía desgarrarlo de
un zarpazo.
—Como mucho te hubiera pedido una cita, aunque lo dudo porque está felizmente casada y con
cuatro hijos.
Olivia giró la cabeza y su rostro mostró sorpresa absoluta.
—¿Casada?
Él acompañó el sí asintiendo con la cabeza.
—Con mi prima. Viven en otra manada.
La información estaba en la cabecita de Olivia dando vueltas y vueltas. Las suficientes como para
levantarse, gruñir y comenzar a andar hacia el bosque.
—¿Eso significa que volvemos a ser amigos? —preguntó siguiéndola.
Negó con la cabeza a modo de respuesta.
—¿Quieres que me trague que no es lo que parece? Un truco ya algo gastado.
—Puedes creerte lo que quieras, pero si fuéramos los últimos sobre la faz de la Tierra, Kara te
elegiría a ti.
Se detuvo en seco y lo enfrentó. Sondeó su rostro en busca de alguna mentira y él se puso firme
como si estuviera en el servicio militar.
—No importa, puedes hacer con tu vida lo que quieras.
Y siguió caminando.
—¿Podríamos hablar de eso un momento?
Fue en ese momento que supo que acababa de formular la pregunta de forma inadecuada. Ella
no solo negó con la cabeza sino que aceleró el paso intentando perderlo de vista.
—Olivia, solo será un momento —le pidió caminando a su espalda, donde tenía muy buenas
vistas.
—No quiero que me digas a cuántas te vas a tirar de ahora en adelante. No me apetece, no
quiero y antes me mudo con los humanos que ir teniendo el parte de tu entrepierna.
Ya era suficiente.
Olivia se había bloqueado y pensaba no escuchar nada que tuviera que decirle. Era como
golpearse con una pared una y otra vez hasta quedar sangrando sin conseguir nada.
Así pues, la rodeó y le bloqueó el paso. Ella trató de huir, pero acabó tomándola del codo para
que lo enfrentase directamente y dejase de huir. Tenían mucho que decirse y no pensaba dejar
pasar otros seis meses para hacerlo.
—¿Cómo quieres que me acueste con otra amándote a ti? Eso es de cerdos.
Olivia suspiró.
—No necesito que me mientas.
—Soy un gracioso, pero creo que nunca he sido un mentiroso.
Ella cabeceó sobre sus palabras unos instantes antes de asentir. Suerte que en algo estaban de
acuerdo, aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba.
—¿Me amas?
—¿Qué puedo decir? Creo que ha sido evidente.
Olivia negó y trazó una sonrisa muy amarga.
—No juegues conmigo, por favor. Solo quiero descansar, meterme en mi sofá y dormir todo el día
de mañana.
La dejó ir en silencio y la siguió de cerca. Estaba claro que no deseaba hablar así que lo aceptó y
se pegó a su trasero como una lapa. Sabía bien que en cualquier momento podía revolverse y
golpearle, pero era un riesgo que pensaba correr.
—¡¿Quieres dejar de seguirme?!
Él fingió sorprenderse.
—Vamos al mismo sitio.
Siguió con su camino y trató de hacer como si él no existiera, cosa que no funcionó porque
empezó a cantar espantosamente mal. Hasta el punto en que volvió a darse la vuelta y le propinó
un ligero golpe en el hombro.
—Hay mucho bosque, podrías ir por otro lado o alejarte de mí unos metros al menos.
—Tú lo has dicho: podría, pero no quiero.
Ella apretó los dientes.
—No es justo que juegues al jueguecito del macho Alfa. Ya sé que puedes hacer lo que quieres
sin dar explicaciones, pero podrías ser más considerado y darme un poco de espacio. No creo que
sea mucho pedir.
Lachlan perdió todo rastro de humor. Se quedó petrificado en el sitio mientras ella se marchaba y
luchó por quedarse en silencio. Simplemente no fue capaz y estalló como una granada de mano.
—¿Más espacio que no acercarme a ti en seis meses? ¿No ha sido suficiente?
Eso sí atrajo toda su atención y su ira.
—¿Dejar de hablarme te parece una forma de darme espacio? ¡Me rechazaste de la peor forma!
—gritó enfurecida—. Creía que había significado lo mismo para ambos, pero veo que solo fue un
polvo.
Eso fue más doloroso que cualquier golpe recibido antes. Lachlan trató de mantener la
compostura y alzó el mentón en el intento.
—Nunca serías eso para mí. Me alejé de ti porque me estaba aprovechando del celo.
Olivia no trató de huir más. Estaba dispuesta a decir su verdad y hablar todo lo que no habían
hecho durante meses.
—¿Eso crees? Yo lo sentí real —reprochó ofendida.
—Estabas bajo el influjo del celo, eso no significa que fueras a tirarte al primero que pasase, pero
sí te influenciaba haber estado conmigo todo ese tiempo. No quería que me eligieras solo por ser tu
protector sino por voluntad propia.
Ella miró a ambos lados y se acercó al tronco de un árbol caído y se sentó. Cuando lo hizo todo el
aire de sus pulmones salió.
—Me he sentido sola todo este tiempo.
Lachlan no se acercó por miedo a hacerla saltar. Ella estaba mirando a un punto fijo lejos de él y
quiso que siguiera siendo así.
—He adquirido una rutina para superar esto, pero te he tenido en mi cabeza. No podía entender
por qué me habías dejado sola.
—No lo hice. Solo te dije que no tendríamos más sexo mientras durase el celo y tú pediste salir
de la casa a toda prisa. Solo hice lo que me pediste.
Cierto, pero no lo hacía menos doloroso.
—¿Y después? —preguntó ella mirándolo fijamente.
Él se encogió de hombros.
—Creí que vendrías a buscarme, pero te vi tan fuerte y esquivándome que sentí que yo no era lo
que tú querías en tu vida. Simplemente lo acepté.
Una idea atravesó la mente de Olivia y lo supo por el movimiento de cejas que hizo. La mueca
que vino después solo confirmó lo que ya sospechaba.
—Hoy hablé con Aurah.
El nombre de su hermana en la frase no le gustó. Sus hermanas tenían la mala costumbre de
alborotar su mundo.
—¿Y sirvió de algo?
—Me habló de la aceptación de la manada. Y Luke mencionó algo de una ceremonia.
Lachlan pudo comprobar que se sentía decepcionada por ese tema. Ella no había sido informada
de tal cosa.
—¿Para qué decírtelo si siempre has dicho que te marcharías con ella? Solo esperé que tu
hermana volviera en sí y abriera las puertas de la base. Lo que jamás imaginé es que fuera más
cabezona que tú.
Olivia rio amargamente.
—Mucho más, no la conoces. Ha perdido a alguien importante y comprendo ese dolor.
Básicamente porque ella había pasado por lo mismo. Cody y ella no habían sido compañeros,
pero sabía lo que se sentía al perder al hombre que amabas. El dolor debía ser tan terrible que
Lachlan sintió miedo de poder experimentarlo alguna vez.
No sería capaz de sobrevivir a algo semejante.
Olivia lo había hecho y eso la convertía en un ser extraordinario por mucho que el mundo se
empeñase en ocultarlo.
—¿Podría quedarme en la manada?
—No es que tengas muchas más opciones —dijo recuperando el humor.
Ella suspiró.
—Puedes quedarte el tiempo que necesites. Nunca he pensado en echarte fuera.
Negó al mismo tiempo que se peinaba el pelo con las manos. Estaba nerviosa y trataba de
pensar bien las palabras antes de decirlas.
—Me quiero quedar siempre aquí.
Esa frase lo dejó helado.
—Por supuesto que puedes. Nunca hemos rescatado a alguien con fecha de caducidad. Eres de
los nuestros, te guste más o menos y puedes quedarte aquí el tiempo que quieras.
Olivia quiso tentar un poco más y pronunció una pregunta peligrosa. La hizo sin miramientos,
mirándolo a los ojos tratando de medir su reacción.
—¿A pesar de que fuera sin ti?
Asintió amargamente.
—Eres de esta manada sin condiciones. No voy en el pack si no quieres .




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.