Leah gritó cuando los poderes de Seth hicieron que Dominick volara por los aires hasta impactar
contra una pared. Él estaba visiblemente molesto con todo aquello y no hizo ademán de esconder
su ira.
—Creí que podíamos ser un equipo. Estaba dispuesto a darte parte de este mundo que iba a
construir. Pero eres demasiado terco y difícil de llevar.
Su atención cayó en Leah.
Doc se colocó ante ella a modo de protección, algo que la sorprendió. Las palabras de aquel
hombre la habían dañado, pero seguía amándola.
—Eras el cebo para mi gran premio —dijo señalando a su marido—. Y te convertiste en un premio
mucho mayor de lo que hubiera imaginado jamás.
No era capaz de creer las palabras de Doc, pero parecían ciertas dado el comportamiento de ese
hombre.
—Hijo. —Abrió los brazos como si quisiera abrazarlo—. ¿Vas a dañar a tu querido padre?
—¿El mismo que me torturó durante días? Que no te quepa duda.
Seth chistó ante su contestación.
—Cierto, casi lo olvidaba. Esta reunión familiar es un tanto extraña, además, me sorprende tu
cambio de look. Me has engañado bien, pero esos ojos de colores hacen que sepa que eres mi
querido Anubis.
Las manos de Doc se iluminaron preparado para la batalla.
—No, no, no, no —canturreó Seth.
Unas grandes raíces aparecieron bajo los pies del doctor y se enroscaron alrededor de su cuerpo.
Lo apretaron tal y como hacían las serpientes a sus presas. Dejándolo escondido en una capa dura
y fuerte de corteza.
—Vaya, vaya. Qué decepción. Bloqueaste tus poderes de dios. ¡Qué gran decepción! Pero no te
preocupes que cuando tenga a tu madre de vuelta te ayudaré a ser de nuevo quién eres.
Seth caminó hasta la corteza y la golpeó con los nudillos.
—Vamos a tener un futuro prometedor, hijo mío.
Y su atención cayó completamente sobre ella.
—Ahora tienes toda mi atención. Necesito que colabores conmigo.
Ella negó con la cabeza.
—Por mí puedes regresar al infierno de donde saliste —contestó a punto de escupirle en la cara.
—Sé que no estás muy receptiva, querida, pero espero que cuando vuelvas a ser mi dulce
Catherina todo sea distinto.
Olivia gruñó fuertemente desde la jaula contigua a la de su hermana. La atención de Seth se
proyectó hacia la híbrida. Ella no se permitió sentir miedo y se transformó en loba rápidamente.
Pensaba salir de allí peleando como siempre lo había hecho.
No era una princesa esperando a que la rescatasen.
***
Olivia golpeó duramente los barrotes con su cuerpo y logró que el hierro se doblara a causa del
golpe.
—¿Qué quieres de nosotras? No necesitas a mi hermana para conseguir a tu mujer. Colaboraré
si es lo que quieres, pero tienes que soltarla.
Ella bufó sonoramente oponiéndose al plan suicida de Leah. No podía colaborar con un ser que
planeaba acabar con el mundo entero tal y como se conocía hasta la fecha. Gruñó para que la
mirase y negó con la cabeza dejando claro el mensaje.
—No me importa si colaboras o no, voy a conseguir lo que quiero. Pero si aceptas una
recomendación debo decir que hagas caso a tu hermanita, eso lo hará mucho más divertido. Me
resulta excitante una buena pelea.
Volvió a lanzarse contra la puerta de su jaula, no iba a cejar en su empeño de liberarse. Pensaba
llevarse a su hermana tan lejos de ese ser como fuera posible.
Si era cierto que Leah era la reencarnación de la mujer de Seth debía decirle al mundo que se
fuera a la mierda por ser tan cruel. Nunca habían tenido opción alguna a ser felices y eso era
desgarrador.
—Mírala, tiene un espíritu inquebrantable —comentó señalando hacia la loba—. Casi voy a sentir
lástima de ejecutarla ante ti.
—¡No puedes hacer eso! —bramó Leah.
Asintió.
—Puedo hacer lo que me plazca, por si no te has dado cuenta soy yo el que tiene la sartén por el
mango y no tú.
Olivia pensaba darle con la sartén en la cabeza hasta matarlo. No pensaba darle el gusto de
dejarse morir sin pelear.
—¿Y por qué quieres asesinarla? ¿No tienes suficiente conmigo?
Seth hizo aparecer dos mesas blancas en medio de ese sótano tan lúgubre. Ambas tenían unas
correas en cada extremo que fácilmente se podía adivinar que eran para atar piernas y brazos.
La primera en salir de la jaula fue Leah.
Él abrió la puerta y entró directo a por ella. Poco importaron los gruñidos de la loba, ella aulló
duramente y lanzó dentelladas al aire que no pudieron alcanzarlo. Leah, también se defendió, pateó
aquel dios duramente, aunque no consiguió dañarlo.
—¡Suéltame! —gritaba una y otra vez mientas la tumbaba y ataba a la mesa.
El dios le dedicó una perversa sonrisa a Olivia antes de apretar las correas de su hermana
duramente.
—Tienes un espíritu increíble y no me extraña que el destino te destinara ser su hermana.
Acabó de apretar el último agarre sobre su pierna y se deleitó mirando el cuerpo de Leah con
hambre.
—Nunca imaginé tener la oportunidad de volver a tenerte a mi lado. Han pasado tantos siglos que
vas a tardar un poco en acostumbrarte, sin embargo voy a tener paciencia para mostrarte mi versión
del mundo perfecto.
Olivia llegó a la conclusión de que aquel hombre había perdido el juicio y sumado a que era un
dios hacía un resultado terrible. ¿No había nadie que pudiera controlarlo? ¿Los dioses tenían carta
blanca para todo lo que deseasen hacer?
—Eres muy afortunada, Olivia.
“Uy, sí. He tenido una vida llena de triunfos”. Pensó ella.
—Tu sacrificio va a servir para que la mujer de mi vida vuelva a la vida. El destino te creó con un
propósito: protegerla hasta que yo pudiera encontrarla. Te ha mantenido en su vida a pesar de los
baches y la has cuidado tanto como ella a ti. Es todo un honor haber servido para tan preciado fin.
La loba no le encontraba la gracia a sus palabras. No estaba de acuerdo con todo lo que decía y
no se creía que el destino la hubiera puesto en el mundo solo para cuidar de Leah.
—Por eso sobrevivías batalla tras batalla, siendo invencible y más fuerte que cualquier hembra
híbrida de tu especie. Me resulta hermoso pensar en eso.
Aquel ser estaba tan loco que necesitaba atención psiquiátrica inmediatamente. No podía estar
más tiempo sin su tratamiento.
—¿Por qué la quieres muerta? —preguntó Leah aguantando las lágrimas en las comisuras de sus
ojos.
—Si supiera de alguna forma o truco para conservarla me la quedaría para mi ejército. Alguien
tan poderoso merece un puesto de honor. Pero para que todo no sea tan trágico trazaré leyendas
en tu honor; las próximas generaciones te recordarán y hablarán de ti como la mujer que dio vida a
su reina. Vas a ser famosa, querida.
Ella respondió gruñendo mostrando sus fauces.
—Sé que es difícil de comprender, pero es un fin glorioso para un saco de pulgas como tú. Tu
final será mucho mejor que el del resto de tu raza.
“Que suerte la mía”. Pensó para sí misma.
—Como agradecimiento a haber cuidado de Leah todos estos años te concederé una muerte
rápida e indolora. Creo que soy muy generoso.
Seth acarició el rostro de Leah a pesar de que ella luchó por alejarse.
—No estás aquí y ya me vuelves mejor persona, Catherina… Hasta que el cielo se caiga. Esa
solía ser nuestra promesa de amor eterno y el cielo sigue sobre nuestras cabezas.
Aquel ser estaba en su propio mundo y no era capaz de salir de él, pero Olivia pensaba darle un
golpe contundente cuando abriera su jaula para ver si así salía de esa alucinación tan nefasta.
—No creas que no puedo escuchar tu mente aquí arriba —susurró Seth señalando su cabeza.
Eso la sorprendió.
—Tengo muchos poderes que no os podéis llegar a imaginar. Me resulta divertido escucharte,
resultas refrescante, más de lo que creí al verte por primera vez siendo la perra ganadora de Sam.
Voy a sentir algo de lástima al perderte, vas a perderte un mundo maravilloso.
La corteza que atrapaba a Doc comenzó a resquebrajarse. Seth besó la frente de Leah y acarició
su mano.
—Discúlpame un momento, querida. Tengo que ocuparme de nuestro hijo.
Se acercó a él y reforzó el hechizo. Suspiró y tocó aquel recipiente que contenía el último de su
estirpe con vida.
—Fue un gran hijo, algo terco, pero logró grandes cosas. Sentí dolor al acabar con él, no
obstante, sin Catherina ya nada tenía sentido.
Volvió a paso ligero hasta la humana y le sonrió.
—Seguro que estarás muy contenta al verlo.
Definitivamente aquel ser estaba en un mundo paralelo y lejano, tanto que no sabía si podía
volver.
Él se aseguró de que las correas que iban a contener a la loba estuvieran reforzadas. Olivia cerró
los ojos tratando de idear un plan para poder liberarse.
—¿No existe otra forma de hacer resurgir a tu mujer? Haré lo que me pidas, pero. por favor, no
mates a Olivia.
Las súplicas de su hermana le encogieron el corazón, estaba tratando de convencer a un
psicópata que no acabara con su vida. Sorprendentemente él dudó y se tomó muy en serio la
petición de su amada.
Ya no la veía como Leah, sino como la supuesta Catherina que creía que era.
—No conozco otra forma, querida. Sé que tenerla a tu lado te haría feliz, no obstante, pienso
traerte tantos lobos como quieras para que te quedes con el que más te guste.
Claro que sí, la solución era traer más para que pudiera tomar al más bonito, como si aquello
fuera un concurso. Cada vez se sentía más enferma con la actitud de aquel hombre.
—Sé que solamente de un sentimiento fuerte puede hacer resurgir tu vida anterior. No funcionó al
ver morir a Dominick así que he tomado a la persona que lleva más tiempo en tu vida.
Y, por consiguiente, le acababa de tocar la lotería del maníaco. Aunque agradeció que no hubiera
tomado a Camile para hacer la prueba.
—¿Y si no resurge tu mujer cuando Olivia muera?
Seth se encogió de hombros antes de contestar:
—Iremos descartando, nos queda Dominick, Doc, Hannah, Brie… ¡Ah, casi olvido a la pequeña
Camile!
Leah se tensó al sentir el nombre de su preciada hija.
—No quiero meter presión, pero vamos a hacer un trato. Si tú te concentras en hacer que mi
esposa vuelva, nosotros criaremos a tu pequeña como si fuera nuestra— le ofreció a la humana,
provocando que esta arrancase a llorar.
Olivia negó con la cabeza y volvió a lanzarse sobre los barrotes. Las bisagras estaban a punto de
saltar e iba a lanzarse sobre la yugular de aquel hombre.
—Sé que tu pequeña está sana y salva en brazos de tus queridas amigas. Supe que escapaban
de la base antes de desatar a Aimee; se lo permití porque no quería disgustarte antes de lo
necesario. Sabía que esa pequeña mocosa iba a ser un buen aliciente.
Olivia sintió arcadas cuando las manos de aquel dios acariciaron las piernas de su hermana
mientras ella comenzaba a llorar.
—Eres una buena madre como lo fue mi esposa. Cuidó de todos de una forma ejemplar, hasta
del desagradecido que acabó con su vida.
Debía existir algún sitio para dioses locos. Un grupo de terapia o algo para que alguien como ese
ser recibiera la atención médica que necesitaba, aunque Olivia era más partidaria de separar la
cabeza del resto del cuerpo.
Esa sería la solución definitiva.
—Vamos allá —sonrió Seth colocándose ante la puerta de Olivia.
Esta aprovechó para golpear una última vez con todas sus fuerzas. Al fin su esfuerzo dio
resultados y las bisagras cayeron haciendo que la puerta cediera. La empujó y cayó en tromba
sobre él.
Tenía una oportunidad y pensaba no desaprovecharla.
Rodó hasta poder meter el morro bajo la puerta metálica y le mordió el hombro derecho con todas
sus fuerzas. Sentirlo gritar fue lo más maravilloso que le había pasado desde la declaración de amor
de Lachlan.
Antes de ser consciente de lo que estaba ocurriendo, el mundo a su alrededor desapareció y
volvió a surgir ante sus ojos con una nueva forma o perspectiva. Se había vuelto humana y estaba
en la mesa que Seth había preparado cuidadosamente.
Tiró de sus extremidades, pero los agarrares eran demasiado fuertes.
Seth apareció sobre su cara luciendo una estúpida sonrisa que soñó con borrársela a mordiscos.
—Ya has tenido tu momento de gloria. Ahora toca morir.
—¡Por favor, no!
Los gritos de dolor de Leah parecieron conmover al que pensaba que no tenía rastro de corazón
alguno. Se acercó a ella y sintió como le secaba las lágrimas, ya no podía verla, pero sabía que no
iba a dañarla puesto que era la protagonista de la fantasía que estaba sufriendo el dios.
—Siento hacerte pasar por esto, querida. Debo confesar que esto va a ir a peor, pero solo un
momento, luego me lo agradecerás.
Esa frase debían enmarcarla en un libro para psicópatas porque le había quedado de lujo.
La mesa de Leah se incorporó hasta quedar en posición totalmente vertical y enfocada hacia la
loba, para que no se perdiera el espectáculo.
—Olivia… —lloró su hermana sin consuelo alguno.
Ya no había nada que hacer, aquel ser iba a acabar con su vida. Llegados a este punto hizo una
retrospección de su vida y se alegró de algunos momentos. El mundo le había arrebatado muchas
cosas, pero le había dado otras igual de importantes.
Se alegró de crecer con Leah, ambas habían sido muy importantes la una para la otra y se habían
cuidado siempre. También agradeció la presencia de Cody en su vida, él cambió su forma de ver la
vida, la hizo fuerte cuando no se vio capaz y la enseñó a enfrentarse al mundo sin miedos.
Pero su mayor logro fue recordar a Lachlan. El lobo al que había odiado con todo su corazón. Él
solo había tratado de ayudarla, fue paciente y muy divertido, haciendo que poco a poco se metiera
bajo su piel hasta llenarlo todo.
Su corazón le pertenecía y lo único que lamentó era no poder darle un último adiós. Deseó, rogó
y suplicó al cielo que cuidaran de su amado Alfa. La persona más fuerte e importante que había en
su vida.
“Te amo”. Dijo mentalmente esperando que él pudiera escucharla.
Seth trajo una daga consigo, una blanca e impoluta como si acabara de iniciar el sacrificio de una
virgen.
Mala suerte, ella no lo era y no iba a funcionarle su plan.
Ignoró las súplicas y los gritos de su hermana, la cual estaba desesperada por soltarse e ir a
ayudarla. Sus correas dañaron su piel y la rasgaron de tal forma que empezó a sangrar.
Olivia oteó el aire al oler su sangre.
—No te preocupes, todo está bien, Leah. Te quiero.
Se despidió con todo el amor de su corazón, si ese era el fin esperaba que alguien, algún día
lograse acabar con Seth. Ella se iba de ese mundo en paz, sabiendo lo que era el amor por muchos
frentes.
Deseó poder abrazar a Leah antes de morir y que la reconfortara antes de abandonar ese mundo,
pero se resignó. No peleó y tampoco gruñó, solo cerró los ojos y esperó.
De pronto un golpe seco llamó su atención y pudo escuchar:
—Has jodido al lobo equivocado machote.
Su rostro se iluminó con esperanza. Lachlan estaba allí.