CAPÍTULO 27
El funeral del pequeño Enrique ha terminado, ni su madre ni su abuela estuvieron ahí, Bardos, está furioso y se dirige a la habitación de Victoria azotando la puerta y asustando a las criadas que la acompañan. Le prohibió a Verónica, acercarse a su casa, amenazándola con llamar a la policía si la veía ahí.
—¡Fuera de aquí! ¡Déjenme solo con esta mujer! —Grita Bardos, haciendo brincar a
Victoria, del susto.
—Sí señor.
—¡Largo de aquí! —Las criadas salen corriendo de la habitación.
—¿Qué es lo que quiere? Me siento indispuesta. —Dice Victoria con la voz temblorosa.
—No me interesa como te sientas, no quiero que vuelvas a poner un pie en esta casa, ni tú ni tú despreciable madre.
—¿Qué? ¡No puede hacerme esto! ¡Soy la viuda de su hijo y acabo de perder a mi bebé!
—¡Mi hijo no te amaba!, nunca te amó, fuiste el peor error de su vida y a mi nieto no te atrevas a mencionarlo, que con tu sucia boca no parabas de decirle monstruo, tú mataste a ese niño y te tragará la culpa y el remordimiento, te perseguirán hasta el día en el que vayas a arder en el infierno.
—¡Estaba muy asustada! ¿Por qué no me entiende?
—Ya te lo dije, en cuanto termines de recuperarte del parto, te largas de aquí y olvídate del dinero que mensualmente recibían de mi parte, la única Borgues, que es bienvenida en ésta casa es Ginebra, de ustedes parásitos no quiero saber nada.
—¡No! ¡no puede hacernos esto!
Bardos, se va dejando a Victoria con la palabra en la boca y esta retuerce las sabanas con
sus manos llena de impotencia.
—¡Maldita sea! ¡Estúpido viejo! ¿Quién se cree que es? ¿Cómo se atreve a hablarme así?
No puedo permitir que nos retire la mensualidad, no estoy dispuesta a trabajar ni a bajar mi
estatus social, debo hacer algo para alargar mi estancia aquí, debo avisarle a mi madre…
Victoria, manda llamar a Clara, le pide que vaya a la casa de sus padres y le entregue una
carta con tema de extrema importancia.
—Asegúrate de que nadie más lea esta carta, dile a mi madre que la queme en cuanto termine de leerla. ¿entendiste?
—Sí señora.
Selene, se queda afuera de la habitación, le ha extrañado que Victoria, haya hecho llamar a
Clara y esta haya salido corriendo con algo entre las manos, entonces decide entrar para ver qué es
lo que sucede.
—¿Qué haces ahí parada? ¡No quiero a nadie en mi habitación! ¡Quiero dormir! ¡no me molesten!
—Entiendo Señora, si necesita algo estaré afuera.
—¡Ya lárgate de aquí! —Victoria, le avienta un florero haciendo que este se estrelle en la puerta.
Victoria, se queda sola en su habitación y se lamenta mientras abraza una almohada.
—Se supone que ésto no debería ser así… ¿Por qué estoy aquí sin ti? Yo no quería perderte, no quería que murieras, no sabia que ese bebé era tuyo, si hubiera tenido la certeza lo habría cuidado, te juro que lo habría aceptado, pero tú me orillaste a esto, si tan
solo te hubieras quedado conmigo, nada de ésto estaría pasando, si la estúpida de Ginebra, no
te hubiera embrujado con su actitud de niña buena, otra historia se estaría contando, tú me
habrías amado, por que yo fui la primera que te ví; era un seis de noviembre, se corría el
rumor de que el único hijo de los Landez había regresado del extranjero, nuestras familias
eran allegadas desde hacia varios años, gracias a los negocios de nuestros padres, yo tenia dieciséis años al igual que tú, ese día mi madre me pidió que la acompañara a visitar a tu madre, quería que te llevara un regalo de bienvenida, sé que ella buscaba emparentarnos y acercarnos un poco y yo tenia curiosidad de conocer al hijo de la familia más rica de Valle de Cobre, me intrigaba saber porqué eras tan popular en el pueblo, y entonces te ví, estabas
sentado en el gran salón, acariciabas a tu mascota, yo odiaba a los perros pero me agradó la
forma en la que jugabas con él, en tú rostro se dibujaba una hermosa sonrisa, la adornaban
dos hoyuelos que te hacían lucir adorable, eras más guapo de lo que imaginaba, entonces te
di tú regalo, me miraste y me diste las gracias, desde ese momento me gustaste, los días pasaron y nos hicimos buenos amigos, cada vez que tenia la oportunidad iba a tu casa a visitarte, recuerdo que comíamos galletas y jugábamos con tu perro a atrapar la pelota, éramos tan felices que llegué a pensar que yo también te gustaba, pero llegó el día de tu cumpleaños y tu familia organizó una enorme fiesta en tu honor, ésta vez invitaste a toda
mi familia, yo estaba muy emocionada, llevaba el mejor regalo que alguien pudiera darte, y
al entrar al jardín, ví tus ojos brillar como dos diamantes, parecía que habías visto el cielo y
creí que te habías puesto así después de verme llegar con mi vestido azul, me esmeré mucho para impresionarte, mi corazón se llenó de alegría al ver que te dirigías hacia donde estábamos nosotros, pero algo en mí se partió cuando noté que a quien mirabas con tanta admiración y devoción no era a mí si no a Ginebra, toda la fiesta te desviviste en atenderla,
te olvidaste de mí por completo y el primer domingo de febrero ví a mi hermana regresar
con un ramo de flores y supe que ella también gustaba de ti, los celos me recorrieron el
cuerpo y cuando menos me había dado cuenta, había ahorcado a Togo, el perro que tenias desde niño, te cause mucho dolor ese día, pero no más del que tú me habías causado, el tiempo pasó y necesitabas una esposa, mi madre estaba dispuesta a abogar por mí, pero el estúpido de mi padre pensó en Ginebra, diciendo que era lo mejor por que ustedes ya eran
novios desde hacia cinco años, me dejó de lado otra vez. Pero tú y yo teníamos un secreto, llevábamos juntos un año, fuimos amantes durante ese glorioso tiempo, pude disfrutar de tus besos y tus deseos más íntimos, siempre terminabas sintiéndote culpable por engañar a tu amada Ginebra, pero el deseo y la pasión te traían de vuelta a mi cama, tanto lo disfrutabas que incluso un día antes de tu boda, lo hicimos salvajemente en la bodega de mi padre, todo terminó cuando esa desgraciada nos descubrió, ella es la culpable de hacer que mis días de felicidad terminaran, mi hermana es la causante de todas mis desgracias y por eso me juré destruirla, aunque eso te haya llevado a ti a la tumba.
Por otro lado, Verónica ha recibido la carta que Victoria le mandó con Clara, una vez que
termina de leerla la quema haciendo que esta se convierta en cenizas, ha quedado de
acuerdo con Clara, para entrar a la mansión después de la media noche y la manda al mercado
a comprar unas hiervas especiales.
—Así que planeas echar a Victoria a la calle y dejarnos en la ruina, pues ya lo veremos,
veremos quien arruina a quien Bardos Landez.
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Editado: 04.09.2022