La llegada de Emma
Cuando Emma recibió la noticia de que sería parte del elenco de las películas que se filmarían para llevar a las pantallas de cine las novelas de la Saga Ocaso, no dudó en aceptar porque ese paso se convertiría en una serie de oportunidades al dar a conocer su talento en tierras estadounidenses. La joven adolescente de dieciséis años estaba muy emocionada por lo que estaba viviendo, y sus padres, quienes eran también sus agentes, estaban orgullosos de ella porque ingresaría a Hollywood con un trabajo de talla mundial, ya que interpretaría el papel de la hermana más querida del protagonista, aquella que se hace la mejor amiga de la novia de este, que es la otra parte importante de la historia. Su personaje se desarrollaría en las tres películas que se plantearon, y eso hizo que el contrato que firmaron sus padres como sus apoderados la retuviera en los Estados Unidos por varios años.
Ann terminó siendo la tutora de Emma para evitar un posible colapso en la relación de su hermana y cuñado. Alice Houston se había casado con Harold White e inmigrado a Inglaterra, país natal de este, un año después. Apenas tenía veinte años cuando decidió que se desposaría con el ingeniero de sonido de veinticinco años que había llegado al pueblo de Sisters, en el condado de Deschutes, en el estado de Oregon, de donde provenían Los Houston, atraído por las actividades al aire libre que ofrecía la zona, y al haber quedado prendado de la joven «más bonita de todo Estados Unidos» -como él calificaba a la Alice de dieciocho años que conoció-, se quedó en ese pueblo a trabajar en lo que sea con tal de conocer mejor a la muchacha, enamorarla, casarse con ella y llevarla a su natal Londres.
A las pocas semanas de estar casados, Alice dio la noticia de que estaba embarazada, algo que al principio hizo pensar que ya lo estaba cuando se dio la boda, pero que el ultrasonido que se practicó descartó. Por temas de dinero y documentación que Harold quería tener listo para no tener inconvenientes cuando estén en Londres, Emma, la hija mayor, nació en el pueblo donde era oriunda la familia de la madre, y con apenas dos meses de nacida partió hacia la capital inglesa. Ya en Inglaterra nacería Candace, la segunda hija, cinco años menor que Emma, y la familia White se completaría. Desde muy pequeñas ambas hermanas demostraron tener dotes artísticas, por lo que sus padres les ayudaron para que explotaran sus talentos. Emma terminó siguiendo talleres de actuación, lo que hizo que a los nueve años debutara en las tablas en una obra de teatro con un papel secundario importante. Su talento llamó la atención y también la llamaron para hacer algunos papeles para series de televisión, hasta que llegó la oportunidad de participar en un casting para una producción de cine, lo que la llevó a tener que mudarse a los Estados Unidos.
Al ser una familia pequeña y bien organizada, Alice y Harold habían sido los agentes de sus propias hijas, cuidando sus intereses y a ellas mismas de cualquier aprovechado pervertido. Cuando llegó la oportunidad de oro para Emma, coincidió con el ingreso de Candace al programa junior de la Royal Academic of Music de Londres, uno que solo acepta casos excepcionales de niños o adolescentes genios de la música, y la hija menor de Los White era un caso extraordinario del piano. Ante esta situación, la familia no podía partir a los Estados Unidos, debían dividirse: Alice viajaría con Emma para que haga su sueño realidad mientras Harold se quedaba con Candace para apoyarla en todo lo que necesitara.
Cuando Alice le comentó a su hermana menor la decisión que había tomado junto a Harold como pareja y padres de las niñas, Ann no estuvo de acuerdo. La periodista recordaba muy bien un evento desagradable y muy doloroso para su hermana que ocurrió ocho años atrás, cuando su carrera profesional se vio paralizada por unos meses. La Houston, junto a sus padres y su esposo, sufrió un aparatoso accidente de tránsito en donde ella fue la única sobreviviente. Al haber perdido a su familia y solo quedarle su hermana, ya que los padres de su esposo se encontraban fuera del país en ese momento y no podían regresar pronto por el tratamiento que uno de ellos estaba recibiendo por un problema en la rodilla, Alice dejó a su familia en Londres para cuidar de su hermana, que además de tener las dos piernas rotas tenía destrozado el corazón al haber perdido a sus padres y a su esposo a la vez.
Alice no lo pensó dos veces, y ni bien colgó la llamada que recibiera de un médico desde la ciudad de San Francisco, en los Estados Unidos, corrió a preparar su maleta y separar el primer vuelo de avión que pudiera tomar para llegar al lado de su hermana. La recuperación de Ann no fue tan rápida por la gravedad de sus fracturas y la depresión en la que cayó cuando se enteró que además de sus padres y esposo, también había perdido un bebé que esperaba y no sabía que llevaba consigo. Tres meses fueron los que Alice estuvo apoyando a su hermana hasta que los suegros de Ann pudieron regresar y hacerse cargo del cuidado de ella, a quien amaban como si fuera su propia hija. Así que cuando pudo regresar a su hogar en Londres, con la misma rapidez con la que llegó a los Estados Unidos, Alice salía hacia Inglaterra para reencontrarse con su esposo e hijas.
Sin embargo, la alegría que deseaba encontrar Alice en su hogar no la halló, y más bien recibió un duro golpe. En esos meses alejada de casa, una supuesta amiga había aprovechado la soledad de Harold para metérsele por los ojos, y este, quien se olvidó del respeto que le debía a su esposa, sostuvo un amorío que se consumó en la misma casa de la pareja de esposos cuando las niñas estaban en la escuela. Alice quería romper el matrimonio irremediablemente. El dolor de la traición de su esposo, por quien dejó su natal Sisters y su familia para iniciar una nueva vida cruzando el Atlántico, era tan grande que no podía verlo, así que Harold estuvo viviendo en la casa de su hermana mayor por unos meses. La reprimenda que recibía a diario por su hermana y cuñado le hicieron ver el error que había cometido y el arrepentimiento llegó a él de tal manera que no dudó en caminar sobre sus rodillas por el duro pavimento de la acera de la calle donde construyeron su hogar con tal de que Alice lo perdonara. Todos los vecinos vieron la escena, algunos lo apoyaron pidiéndole a la esposa que le dé una oportunidad, pero fueron más los que le decían que no se lo merecía, que con eso se había convertido en un hombre de quien no se podía fiar.
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Editado: 11.09.2023