Kenji marcaba el número de su amada Natsuki, pero esta no contestó a ninguno de los dos intentos que el Director Sato hizo para comunicarse con su esposa. Ante ello, y estando solo en el aeropuerto de Tokio, pensó en llamar a Osamu para que lo recogiera y llevara al dúplex, pero al recordar que en el hangar que el Conglomerado Sa-Na tenía en el aeropuerto de la capital permanecía un automóvil para uso de quien necesitara transporte, pidió que le prepararan el vehículo, ya que manejaría hacia el apartamento donde vivía su hija mayor para pasar la noche.
Al ser viernes por la tarde y conocer el horario de Mika, Kenji pensó que esta se encontraba en clases, por lo que no la llamó para avisarle de su repentina llegada porque no quería interrumpirla. Al llegar al edificio pudo acceder al estacionamiento sin problemas al tener el sistema de seguridad registradas las huellas dactilares y la lectura del iris derecho del Director Sato. Tras dejar parqueado el vehículo, accedió de la misma manera al ascensor y subió hacia el último piso.
Kenji regresaba a Japón después de un largo viaje de negocios que lo llevó por Taiwán, China y Corea del Sur. Él no había viajado solo, lo hizo acompañado de Manuel Tuesta, su incondicional amigo y mano derecha en los negocios al ser el Gerente de Finanzas del Conglomerado Sa-Na; sin embargo, Tuesta se quedaría unos días más en Corea del Sur para coordinar unos últimos detalles del acuerdo comercial que Kenji firmó antes de dejar la ciudad de Seúl. La premura de Kenji por regresar a casa se debía a que, durante su ausencia, el pequeño Yori había empezado a dar sus primeros pasos sin apoyo alguno, algo que él lamentó perderse, ya que desde que el pequeño comenzó a caminar sosteniéndose de las paredes o de la mano de quien lo acompañaba, estuvo pendiente de él y su progreso. Para Kenji los negocios eran importante, producían el dinero que daba las comodidades que gozaba su familia, pero no eran lo primordial en su vida; su prioridad era su familia, y gozar de los pequeños detalles del desarrollo de las vidas de sus hijos era algo que él no quería que le contaran, quería vivirlo.
Al salir del ascensor caminó hacia la mano derecha del corredor. Por algunos años estuvo abriendo esa puerta para luego cruzar la otra que unía a esos dos dúplex, ya que el que ahora sirve para hospedar a visitantes transitorios alguna vez fue la vivienda de su primer amor, de aquel que pensó que nunca dejaría, pero estaba equivocado, ya que al final su corazón estaba destinado para Natsuki Nagata, terminando la relación con Yuriko Inoue, quien tomó la iniciativa al encontrar en Bastian Müller lo que Kenji nunca le pudo dar. Él siempre sonreía al recordar esa etapa de su vida, en la que sentía tanto por su esposa, pero no era capaz de decírselo porque la creencia de que debía casarse con la mujer a quien le había prometido todo, porque tomó todo de ella, estaba tan incrustada en su mente que le llevaba a hacerse daño al negarse la felicidad de compartir la vida junto a quien en verdad amaba. «Solo espero que todo lo feliz que ahora soy, Yuriko lo sea el doble. Ella se merece que la amen como amo a Natsuki», pensó Kenji antes de ingresar el código de seguridad que abría la puerta principal de ese apartamento de lujo.
Al cambiar su calzado por las sandalias para ingresar a la vivienda se encontró con unos zapatos de varón talla 47 que definitivamente no podían ser de Osamu porque este apenas si calzaba 43. Kenji reconoció los zapatos de su hija, los de la escolta y el chofer, pero esos que reflejaban ser de un hombre que superaba el 1.90 m no los supo relacionar con alguien que conociera. Manteniendo la mente en blanco, para alejar los celos de él al pensar que su hija podría estar empezando a conocer a un joven con el que se topó en las aulas universitarias, Kenji caminó por el pequeño corredor que lo alejaba del recibidor y lo aproximaba a la sala.
Lo que encontró en la sala no se lo esperaba. Mika, su princesa mayor, estaba sentada a horcajadas sobre un muchacho que tenía el pecho descubierto al no llevar camisa y cuyas manos estaban tocando a su hija por debajo de su blusa. Él sonreía mientras hablaba, y ella lo escuchaba recostada en su pecho, con la cabeza descansando sobre el hombro y los ojos cerrados. La escena le hubiera parecido tierna si fuera cualquier otra pareja, pero al ser su joven hija, de quien desconocía que tuviera tanta cercanía con algún muchacho, de tal manera que se reunían en el apartamento, Kenji no pudo medir sus celos y gritó, expresando su molestia sin necesidad de tener a su lado a Natsuki tocándolo.
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Editado: 17.11.2023