Bastian
Una semana después de haber hablado con su padre sobre lo que pasó con Miyo en las vacaciones de verano, en Akira seguía creciendo la curiosidad por saber qué fue lo que exactamente le sucedió a Bastian, cuando era joven, que le asusta que sus hijos experimenten con ello. Aprovechando que estaban los dos solos porque Yuriko y Hiroto habían salido de compras, el joven Müller introdujo el tema mientras lavaban el servicio. Akira era un adolescente de dieciséis años, quizás estaba aún chico para tratar el tema con él, pero el médico alemán reconocía que los chicos de ahora eran más perspicaces, por lo que se atrevió a contarle su historia a su hijo.
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Bastian nació y creció en una familia acomodada que radicaba en la ciudad de Múnich, Alemania. Su padre, Maximiliam Müller, era diplomático alemán de profesión, y su madre, Katelijn Van der Heijden, empresaria heredera de la fortuna de una familia neerlandesa que empezaba a posicionarse con fuerza en el mercado tecnológico europeo. Por las ocupadas agendas de sus padres con sus responsabilidades laborales, Bastian y su hermana Katharina, quien era dos años mayor, crecieron rodeados de institutrices y del personal de servicio doméstico que apoyaban a los atareados progenitores. Eso haría pensar que el futuro médico alemán pasó su niñez y adolescencia sin saber lo que era el amor paternal, pero no fue así, ya que los períodos que Maximiliam y Katelijn pasaban con sus hijos eran muy bien aprovechados por ellos para entablar una conexión con sus vástagos, ganándose el respeto y el amor de Bastian y Katharina. Sin embargo, habría un suceso que pondría a prueba la importancia del hijo en la vida de los padres, fracasando rotundamente, produciendo un gran dolor en el futuro médico alemán.
Katelijn tenía una muy buena amiga, Astrid Richter, con quien estudio en el internado en Suiza. Tras culminar los estudios escolares, la amistad continuó a través de extensas cartas e invitaciones para pasar alguna temporada de vacaciones, tanto en Ámsterdam o en Múnich, de donde provenía Astrid. En una visita a su querida amiga a inicios de un verano, fue cuando Katelijn conoció a Maximiliam, quien era amigo del hermano de Astrid. La amistad con los hijos Richter por parte de ambos miembros de la pareja fortaleció aún más la relación con ellos, por lo que Bastian y Katharina crecerían a la vista de los amigos de sus padres.
Astrid tenía una hermana menor, quien nació dieciséis años después de ella, por lo que era ocho años mayor que Katharina y diez que Bastian. Greta, en su pubertad, solía jugar con Katharina y cuidar de Bastian, quien apenas era un niño de dos años, haciendo que su relación con los hermanos Müller fuera muy cercana, llegando a ser como una especie de hermana mayor. Al pasar los años, Greta se hizo una mujer muy bella, por lo que su padre, un comerciante alemán que por esos años no le había ido muy bien, decidió buscar un pretendiente para su menor hija, esperando así convenir la unión con alguien adinerado y poderoso. El padre Richter no pensó en su hija cuando decidió unirla a Beltrand Bauer, quien era veinte años mayor que la joven señorita.
El esposo de Greta no era una persona amable y educada, mucho menos fina y de buen ver. Beltrand era un regordete sin gracias que no tenía modales en la mesa ni vestía apropiadamente. Él era un campesino que alcanzó fortuna al invertir en tecnología que le sirvió para industrializar los procesos agrícolas en sus tierras, por lo que pudo aumentar diez veces la producción. Acostumbrado a las labores rudas y pesadas en el campo, su trato era tosco y gustaba de gritarle a todo el mundo. Hasta a Greta, ya que la consideraba solo como un trofeo que necesitaba portar para que el resto de adineradas familias lo traten con respeto y lo consideren como un igual.
Greta no era feliz con Beltrand. Su esposo no tenía nada que le agradara y la enamorara. Su noche de bodas fue horrible, con un hombre que se había sobrepasado con el alcohol y apestaba a grasa por tanto que comió. A la mañana siguiente, la cosa empeoró porque al haber superado la borrachera, Beltrand quiso consumar el matrimonio, algo que Greta no quería, pero no pudo hacer nada. El despertar sexual de Greta fue entre lágrimas y gritos de auxilio, de súplica porque la dejara, pero lo irremediable sucedió, y contra el consentimiento de ella, su esposo tomó lo que, según sus propias palabras, «era de su propiedad por haberlo comprado».
Aunque Greta quería morir, ya que había caído en una profunda depresión, Beltrand la obligaba a lucir siempre hermosa cuando asistían a los diferentes eventos sociales. Ya había pasado un años desde que se casó, sin haber quedado embarazada de su esposo, algo que ella agradecía a diario, cuando en una de esas reuniones a las que solo asistía para que su esposo se luzca con ella del brazo, conoció a Jonas Schwarz, el heredero de una importante familia austriaca inmersa en los negocios de la industria de alimentos, por lo que había llegado a Múnich para buscar a grandes productores agrícolas que estuvieran interesados en asociarse para la fabricación de productos envasados para exportar al resto de Europa, Estados Unidos y Canadá.
A primera vista, Jonas se sintió muy atraído por la callada y sumisa Greta. Al descubrir que era la esposa de Beltrand, fue indagando más sobre ese matrimonio, llegando a conocer la verdad. Sabiendo que ella había sido obligada a casarse con un nada llamativo hombre, supuso que el triste semblante de Greta se debía a que en su vida no había el amor que toda joven de veintitrés años desea, por lo que se propuso ser él quien llene ese espacio vacío en el pecho de la joven esposa. Jonas era un casanova en su natal Salzburgo, habiendo causado varios conflictos de faldas que su padre calmaba con dinero. Las preferidas del austriaco: las casadas que lucían infelices al haber sido obligadas a contraer matrimonio con hombres viejos o nada agraciados.
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Editado: 17.11.2023