El Amor A Través de las Letras

Capítulo 2: Soledad

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La visita a mamá fue entretenida, había hablado un par de ocasiones sobre el perdón y demás cosas, pero me negué, pidiéndole que dejara ese tema de lado. Tuve que retirarme cuando mis hermanos llegaron y pasaron desapercibida mi presencia. 

Una parte de mí aún anhelaba el momento en que la relación con mis hermanos mejorara, pero la otra era sabedora que para ellos se veía como una traición lo que había hecho. No era una traición como tal, sólo me había opuesto a lo que mi padre imponía y los tratos que daba. 

Esa noche me dediqué a estudiar para los exámenes que se aproximaban, pero el sueño comenzó a vencerme y caí rendida en un profundo sueño. 
A eso de las tres de la mañana desperté, no cenar me estaba pesando, así que opté por prepararme algo liviano. La mañana en el trabajo había sido tranquila y recordé lo que llenó de alegría el estudio. 
 

Una joven llamó, dedicando una canción al chico con el que había intentado contactar, contó un breve relato sobre la historia que estuvo viviendo, pero que hasta ahora había tenido el valor de realizar esta acción. Ella agregó que el chico solía escuchar la emisora y que esperaba él pudiera escuchar y saber que se trataba de él, ya que había tocado ciertos puntos que afirmó, sólo ellos dos sabían.
 

Minutos más tarde y antes de que acabara el tiempo de interacción con el público, recibimos una llamada y la sorpresa fue que se trataba del chico mencionado anteriormente. Él dejó un mensaje para la chica y esperaba encontrarla pronto en un lugar que determinaron. 
 

Los escuchas que nos frecuentaban comenzaron a hacer tendencia con hashtags y publicaciones que le hicieran saber a ella lo ocurrido, esperando que se fuera de su conocimiento, en caso de no haber esperado a que finalizara el programa.

En mi trabajo muchas veces había visto el inicio o conclusión de historias de amor, fueran de años o de escasos meses, adultos y jóvenes. 
 

Lograba imaginar las historias de amor que narraban los adolescentes que nos escuchaban y anhelaba que todo en la vida pintara tal como lo hacían sus narraciones. Pero a mi edad, era consciente que el romance de color rosa, escasas veces solía ser así, sólo en los libros, a veces ni en ellos, podían confirmarlo mis noches de desvelo llorando por personajes literarios que ponían punto final a una tierna, dulce y trágica, historia de amor.
 

Hasta ahora había tenido romances de meses, el más duradero superó el año. Y aunque había superado todas las relaciones, cada una marcó y dejó una enseñanza en mí, a tal grado que ya no veía el amor de la misma manera.
 

No, no significa que ya no creyera en el amor, al contrario, mis lecturas y en ocasiones aquellas letras que de mí nacían, me hacían creer aún en él, en el verdadero. No sabía si lo encontraría en el camino de mi vida, si sería tarde o temprano, pero hacía mucho tiempo me había resignado a no buscarlo, ni forzarlo, seguro llegaría cuando se diera el momento. 
 

Pero, en momentos como las madrugadas, cuando yacía sobre mi cama sin poder dormir, sin una pizca de inspiración, sin ánimo por leer, era cuando los pensamientos tortuosos inundaban mi mente.

«No tienes compañía porque huiste de casa» —No hui, sólo decidí ser libre.

«No hay amigos, no hay familia, no hay un amor» —Claro, las tengo a ellas y a mamá.

«Estás sola» —Mentira.

«La vida ya te presentó a alguien y lo has dejado ir» —si pero ese alguien, no buscaba lo mismo que yo.
 

«¿Algún día tendrás a alguien a tu lado?» —Seguro que sí, pero aún no es momento, creo. 

La soledad avasallaba mi pecho, generando punzadas de dolor y desasosiego en mi mente. Repasaba mi habitación, fría y sombría, si salía a los otros espacios, era igual, no había nada… «Nunca lo ha habido», cierto. 

Quizás muy temprano había volado del hogar, mis amigas siempre dijeron: “Eres chingona Aliyah, tú podrás…” y demás cosas que en aquel entonces me motivaron a no caer en un profunda tristeza al principio de esa aventura a la que me había arrojado. Pero nadie informó sobre las etapas de soledad que me abrazarían en lo oscuro de mi apartamento.
 

Cuando vine a vivir sola, recuerdo a Kelvin, mi ex novio. Él me había apoyado en muchos momentos anteriores a mi independencia, a tal manera que yo misma había sido la que se volvió dependiente de un hombre. Mis amigas me cachetearon en varias ocasiones, decían que estaba incorrecto y lo peor era que yo fui consciente de eso y no hacía nada.
 

Fue hasta que intentó propasare en mi apartamento, la violencia y humillaciones que me había dado mi padre, me abrieron los ojos. No había salido de casa para caer en un sitio peor, en mi casa y por mi pareja. Así que lo deseché, puse punto final a una relación que estaba llevándome al mismo camino que había dejado atrás. Su amor y a la vez, desamor, me marcaron demasiado, dejando varias cicatrices internas en  mi mente y en mi corazón, sería una mentira decir que en algún momento me violentó de forma física, pero cuando lo intentó, mandé todo por la borda.
 

Había atribuido a esa relación mi escaso, sino es que nulo interés por iniciar una nueva relación. Y era verdad, su amor tóxico me hizo cerrar las puertas del amor y aunque en el fondo anhelaba con todo mi ser, encontrar a ese gran amor, me impedía abrirme a ello el recuerdo de Kelvin y caer en una relación tan atropellada como la que tuve con él. 
 

Alguna vez soñé con mi príncipe azul. En vez de eso, llegaron ratas de dos patas, ocultándose tras armaduras brillantes, Kelvin era un claro ejemplo. 
 

Ahora no deseaba nada de eso, sólo quería un amor puro y cargado de sentimientos positivos, a tal punto que contrarrestaran los malos momento y superaran las discusiones de pareja comunes.
 




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