Desde la última reunión con mis amigas me había dado cuenta, que todas tenían más de un motivo para ser feliz y, en este siempre se incluía una persona, ambas tenían un ser a su lado que, hasta ahora les había brindado amor y fidelidad. En mi caso, no contaba con él, tampoco sentía que lo necesitara, a pesar de las veces que llegaba a considerar que el tren se estaba yendo y yo no lo había abordado todavía.
Alguna vez mamá me había insistido que la situación vivida con mi papá, no tenía que marcar mi historia, que tenía que encontrar a una persona que me hiciera pensar lo contrario a lo que consideraba, era mi padre. Pero hasta este punto de mi vida, no lo había encontrado, o quizás, sólo me estaba privando de ello, por las malas experiencias.
***
Hoy era mi último examen en la universidad, la noche anterior me había desvelado estudiando y me sentía cansada, sin embargo, esto no era excusa para mostrarme desanimada en el trabajo. Si algo había aprendido a lo largo del tiempo, es que los problemas se quedaban en casa cuando cerraba la puerta con seguro, ninguno de ellos tenía que acompañarme durante el día.
Christian lucía mucho más animado que la última vez, habíamos acordado que el sábado después de salir de trabajar iríamos juntos a almorzar y dar un paseo, él insistía en que debía distraerme, que tanta presión de la universidad me estaba haciendo trizas y convirtiéndome en mapache.
—He estado pensando que podríamos ir a algún lugar fuera de la ciudad, ¿qué piensas? —dijo mientras yo tomaba mi almuerzo.
—¿A dónde iríamos? —pregunté.
—No lo sé, todo depende —hizo una pausa y fingió pensar algo—. Si tú quieres y no te molesta que regresemos hasta el domingo, podríamos ir un poco más allá del perímetro cercano a la capital.
—¿Qué propones?
—Bueno, si se trata de ir acá cerca, podríamos ir a la Antigua Guatemala. Ahora bien, si deseas que vayamos más lejos, podríamos ir al Lago de Atitlán, Esquipulas o Semuc Champey.
—¿Pretendes que vayamos hasta Alta Verapaz? —exclamé.
—Bueno, son un poco más de seis horas y llegaríamos por la noche, pero podríamos disfrutar de ese bello lugar el domingo, luego de almorzar regresaríamos.
—Entiendo, tendrías que convencerme.
—Conduciré yo, de ida y vuelta —hizo un puchero—, ¿eso es suficiente?
—Creo que tendrías que esforzarte más —bromee.
—¿Algo más? —preguntó incrédulo.
—Exacto.
—Pasaré por ti y te llevaré a comer al restaurante que tú quieras, cuando lleguemos.
—De acuerdo, me has convencido —dije risueña.
—Eres una tramposa.
—Lo del restaurante no es necesario, en realidad me convenciste desde que dijiste: “podríamos disfrutar de ese bello lugar el domingo” —dije haciendo una mala imitación de su voz.
—En ese caso, tú conduces de regreso —dijo alejándose de la mesa donde yo tomaba mi almuerzo.
—¡Trato es trato, Christian! —grité.
—Nunca fue un trato, fue una propuesta —respondió desapareciendo del lugar.
Mi compañero de trabajo se había vuelto una compañía agradable en los últimos días, no veía a mis amigas desde hace un buen rato, sin embargo, ahora sentía alegría por contar con la amista de aquel chico.
La tarde transcurrió sin tanto obstáculo. A diferencia de las mañanas, por la tarde sólo me encargaba de reproducir música, complacer algunos pedidos que hacían, sin dedicaciones o tiempo para que hablaran los solicitantes, y claro, también hacía mención de algunos de los patrocinadores. La sorpresa el día la llevé cuando entró la llamada de alguien pidiendo una canción, se trataba de Kelvin, quien solicitaba la canción de Camila, “Perdón”.
Sabía que aquella petición iba con doble intención, a pesar de que había pasado demasiado tiempo desde nuestra ruptura, aquel hombre con quien alguna vez llegué a creer que tendría un futuro prometedor, se encargaba de recordarme de su existencia. Al principio, me causaba cierto dolor o pesar, que hiciera apariciones repentinas, pero con el tiempo me fui “acostumbrando” a que cometiera semejante tontería, ya no tenía el mismo efecto que al principio, aunque sí traía recuerdos que en su momento dolieron y ahora sólo hacían énfasis en que había sufrido en algún punto de la vida.
Nunca había llamado a mi lugar de trabajo, hasta ahora, seguramente se debía a sus cambios inestables de actitud y situaciones de la vida, y como era de esperarse, no sólo quería verse afectado él, sino también buscaba alterar la tranquilidad de un ser que alguna vez vio como alguien débil. Yo ya no era la misma de antes, estaba equivocado si creía que podría desestabilizar mi día con una estúpida llamada, queriendo sentirse víctima de lo ocurrido entre nosotros.
Y aunque no había logrado el objetivo que seguramente se propuso, Christian notó que algo cambio en mi estado de ánimo, de manera que cuando terminé mi turno se acercó a preguntarme:
—¿Todo está bien, Aliyah?
—Sí, ¿por qué la pregunta? —quise hacerme la desentendida.
—Bueno, noté el bajón de ánimo que tuviste durante la transmisión.
—Oh, solamente fueron recuerdos que vinieron a mi mente.
—¿Era él? —cuestionó, mi amigo sabía sobre Kelvin y lo que había pasado tiempo atrás.
—Sí, pero a diferencia de otras ocasiones, hoy no pudo causar lo que buscaba.
—Entonces, ¿a qué se debe?
—Cuando recuerdas, pareciera que las cicatrices que te han dejado aquellos sucesos, ardieran y trajeran un poco de dolor de lo que pasó. A mí me duele que, aun viendo las señales, tardé en darme cuenta el globo tóxico en el que me encontraba con él.
—Tienes toda la razón, entiendo cuál es tu punto. Sé que no puedo ayudarte, pero cualquier cosa que necesites, estaré aquí para ti.
—Gracias Chris, lo tendré en cuenta —dije dándole un abrazo.
—Bueno, nos vemos mañana. ¿Te parece si te llamo más tarde para ponernos de acuerdo?
—Claro, si quieres yo te llamo cuando salga de la universidad.