ᚔᚔᚔᚔᚔ⇝Aliya⇜ᚔᚔᚔᚔᚔ
Ya era noche cuando llegamos, habíamos optado por ir a Semuc Champey, a pesar de haberle dicho que no le ayudaría a conducir, a mitad del camino decidí conducir yo, se había hecho el difícil, pero al final lo pude convencer. No era que yo fuera alguien a quien le gustaba que hicieran las cosas por mí misma y siendo honesta, conducir por carretera solía relajarme —Extraño, ¿no?—, de manera que no tenía ningún problema por hacerlo.
Decidimos cenar en uno de los puestos de comida que se encontraban en las orillas del parque central de Cobán, algo que podía admitir es que aquel departamento de mi país, era uno de mis lugares favoritos, que se trataba de un refugio —sí, acostumbraba a venir de vez en cuando—, en algunas ocasiones tomábamos un fin de semana para venir con mis amigas, claro que eso era antes de que cada una formalizara en varios términos sus relaciones, en otras lo hacía yo sola. Sin embargo, desde hacía ya mucho tiempo que no venía y la compañía de mi amigo era satisfactoria.
Podría decir en otros momentos, que mi relajación iniciaba cuando pisaba el suelo de las verapaces, pero ahora había sido diferente, ese momento se dio desde que Christian y yo nos abrimos paso en la carretera. Después de caminar por un rato sobre algunos de los diferentes locales donde exponían algunas artesanías típicas de lugar, nos dirigimos al hotel.
Al llegar nos llevamos la noticia que no habían dos habitaciones disponibles, por lo que nos ofrecieron una para dos personas, con dos camas. Por un instante creí que alguno de los dos tendría que dormir en el sofá —era evidente que sería Christian, no lo dejaría ganarme, porque de seguro lo decidiríamos con algún juego o cosa similar—, pero no fue así, por suerte no fue así.
—¿Qué hubiera pasado si sólo encontrábamos una habitación con una sola habitación?
—Nos iríamos a otro hotel —aseguré.
—Sabes que es un lugar muy visitado, probablemente no lo hubiéramos encontrando.
—En ese caso, pudimos haber decidido quién de los dos dormiría en el sofá, jugando algo.
—Creo que ya lo tenías pensado —dijo.
—Hay que ver todas las posibles escenas.
—Buen punto —añadió.
Después de conversar durante un tiempo, decidimos darnos unos minutos para dedicarnos a hacer alguna cosa que no implicara tratar con el otro, era una muestra de respeto a la privacidad que cada uno mantenía. Iba más allá de hacerlo ver como una falta de respeto.
Él por su parte, había decidido optar por jugar en su teléfono algo que estaba muy de moda en ese momento. Yo, preferí dedicarme a escribir. Cuando salía de viaje acostumbraba a llevar conmigo una libreta o cuaderno, así como un lápiz o lapicero, quizás no era la única persona a la que explorar aires diferentes a los de la misma ciudad, le causaba inspiración, seguramente habrían muchos otros.
Pero ahora se trataba de mí, después de un buen tiempo, mi mente se encontraba ocupada por tranquilidad, diversión, risas y la intención de guardar recuerdos para traer conmigo a lo largo de mi caminar.
Con papel y lápiz en mano me dejé llevar por aquellas sensaciones que se habían despertado en mí.
“Me había perdido en el abismo oscuro que se ocultaba bajo tus pestañas, una mirada de tono semejante a la madera, tan adictiva como el café, que de forma tan singular, solía ser tan similar a tus ojos.
Adicta a una mirada que aún no conocía, pero ya había asignado color, presa de una cárcel que aún no veía de frente, pero que podría asegurar, eran ojos perfectos.
Podía sentir tu delicado roce entre nuestras manos, sin siquiera conocer cómo eran aquellas herramientas que guiaban el curso de un bolígrafo.
Y afirmaba que los sentimientos que plasmabas en papel, eran los causantes de tan enorme caos que en mi alma se han despertado, no podía medir cuán grande era la magnitud del revuelo ocasionado, pero sí podía comprobar que eras tú el autor de esta desdicha.
¿Desdicha? Sí, aun sin conocerte, ya te extraño, ya te quiero y ya deseo poder abrazarme a ti, mientras lees lo que tu mente es capaz de maquinar, sabiendo que existe la posibilidad que esto no llegue a pasar y sea un deseo más de mi triste realidad.
No puedo negar, que quiero que se vuelva más que un simple deseo, que llegue el momento en que nuestras bocas más que un beso se puedan dar, hablo de poder unir nuestras almas con profundidad, es decir, que podamos ser uno sin al otro siquiera tocar.
Yo no pido más, sólo quiero encontrar al dueño que se ha robado cada suspiro y creado cada sentimiento que yo llevo dentro. No pido más que nuestras almas se puedan abrazar, que en esta realidad tú y yo juntos podamos esta.”
Christian había dejado de jugar, ahora recostado en su cabeza veía en mi dirección y concentrado observaba lo que yo estaba realizando. Devolví la mira y sólo supe decir:
—¿Qué miras?
—Lo fea que estás —dijo recordando aquella frasesita que solíamos decir todos los niños cuando alguien quería pelear con nosostros en la primaria.
—Vaya, cuánta madurez tienes.
—¿Verdad que sí? —respondió divertido.
—Sin lugar a dudas, amigo mío.
—¿Qué hacías?
—Nada —dije guardando la libreta en el bolsón que tenía al lado de la cama.
—¿En serio no me mostrarás? —cuestionó haciendo un puchero.
—Christian —hablé seria—, ¿en serio actuarás como un niño?
—Bueno, si no me muestras, probablemente lo haga —contestó molestón.
—No, por favor, ya deberíamos dormir —dije tratando de dejar atrás el tema, pero él era tan...
—Soy muy necio —dijo como leyendo mi mente—, así que o me dices o te obligaré.
—¿Cómo me obligarás? —Lo reté.