FLORENCIA, ITALIA
ARIEL
—Despierta, papi, ¡buenos días! —Siento unas pequeñas manitos tocar mi rostro, abro los ojos para encontrarme la sonrisa de mi hija—. ¡Feliz cumpleaños! ¡Levántate!
—Primero mi abrazo y mis besos de mi princesa, sin eso no me levanto.
—¡Papi!
Abro los brazos y ella se abalanza sobre mí, la aprieto fuerte contra mi pecho y beso repetidamente su cabeza, sintiéndome afortunado de despertar un día más y tenerla conmigo. El último año ha sido una montaña rusa, por decir lo mínimo. Alessia pasó dos meses llorando todos los días, pesadillas cada noche, gritos llamando a su mamá, perdió el año en la escuela porque se retrajo de una forma que pensé que iba a perderla también, pero de un par de meses para acá he notado que mi princesa y su luz de a poco están volviendo, y me juré hacer hasta lo imposible por ella.
—Te amo, papi, ¡feliz cumpleaños! Te estás poniendo viejito. —Se burla y la alzo con mis manos, ella chilla y se ríe con su cabello alborotado.
—¿Viejito?, ¿a quién le llamas viejito? Los viejitos no pueden hacer volar a sus princesas ni empezar una guerra de cosquillas.
—¡Cosquillas no! —exclama y la dejo en la cama para hacerle muchas cosquillas que provocan esa risa que pensé que no volvería a escuchar y que es tan igual a la de Dani que es inevitable que la extrañe locamente cada día.
—Te amo, princesa, y agradezco cada día contigo en mi vida. —Beso su mejilla y ella me rodea con sus bracitos.
—Dios nos regala otro día siendo papi y Alessia con mami que nos cuida desde el cielo. —murmura y me veo sonriendo.
Mi hija es el alma más pura y noble de todo el mundo, además de que la religión en casa siempre ha sido importante por mi papá, y yo he encontrado consuelo más que nunca al igual que mi hija. Volvimos a casa de mis padres porque yo necesitaba ayuda con Alessia, estaba colapsando con ella en nuestro apartamento lleno de recuerdos de Dani. Y hoy confirmo más que nunca que la decisión fue la correcta.
—Me levanto y voy al baño, ¿bueno?
—¡Bueno, te esperamos en la cocina, papi! —Mi hija me besa la mejilla y sale de un brinco de la cama para irse corriendo.
Voy al baño para vaciar la vejiga, cepillarme y lavarme la cara. Al mirarme al espejo sonrío algo triste al ver el nombre de Daniela en mi pecho, nos tatuamos nuestros nombres el día que le propuse matrimonio y también nos tatuamos el nombre de Alessia en el antebrazo.
—Sé que tú me estás dando fuerzas, Dani, te amo. —murmuro y me peino para que mi madre no se queje de mi cabello rebelde.
Me pongo una camisa y cuando voy a la cocina me gritan «¡Feliz cumpleaños!» toda mi familia, sonrío porque ciertamente no esperaba la reunión familiar, mucho menos que mi hermano Emmanuel viniera. Pero antes de dar un paso, soy rodeado por mis sobrinas Gina, Gaia y Cassandra, son hijas de mi hermana Valentina y Caeli respectivamente.
—¡Te amamos, Tío Rojo, feliz cumpleaños! —corean y le doy un beso en la mejilla a cada una.
—Yo también las amo, mis Doble G y mi Rojita. ¡Qué grandes y bellas están!
—Nos viste ayer, tío, no exageres. —Se queja Gina.
—Respeta a tu tío, Gina. —Justo Pilar viene con una sonrisa y noto que lleva un vestido que era de Dani.
—No eres mi mamá ni mi tía aunque quieras serlo, Pilar. —replica la niña y le hago cosquillas antes de que ella y Pilar se enfrasquen en dimes y diretes, mi sobrina tiene un carácter muy fuerte.
Las cosquillas provocan una explosión de risas y que las demás también quieran participar, logrando tenderme una emboscada de cosquillas que termina cuando las alzo a las tres y las dejo en el sofá aún recuperando el aliento. El ejercicio me sirve para liberar el estrés y alzar a mis niñas. Vuelvo con los demás y soy atajado por Pilar que se guinda de mi cuello para abrazarme.
—Feliz cumpleaños, Ari, no podía no venir a felicitarte antes de trabajar. —susurra y pasa su mano por mi cuello, la retiro y la separo de mí con amabilidad.
—Gracias, Pilar, eres muy amable. Deja saludo a mis hermanos.
No quiero ser descortés, pero a veces Pilar es muy invasiva, mi hija la adora y no puedo simplemente cortarla de nuestra vida. Ella sabe lo mucho que me molesta que use la ropa que era de Dani y aún así, lo hace, pero ese no es el punto hoy, tan solo me acerco primero a mi hermano Emmanuel para abrazarlo.
—¡Sorpresa, hermano! —Mi hermano es el único de nosotros que vive fuera de Florencia desde hace años que salió de rehabilitación de una clínica de salud mental, vive con su ahora esposo en Taormina, si nos vemos y hablamos, aunque no tan frecuente como me gustaría.
—Significa mucho que vinieras, Emmanuel. —confieso y él palmea mi espalda.
—Lo sé, también te extrañé, los extrañé mucho a todos.
—¡Enano Rojo, feliz cumpleaños! —Caeli se guinda de mi espalda y pellizco sus manos como un juego entre nosotros.
—Gracias, Enana Roja, yo también te amo.
—Se apartan que mi bebé está de cumpleaños y soy la mayor, tengo privilegios. —recalca Valentina caminando hasta mí con su porte de reina para darme un abrazo—. Feliz cumpleaños, hermano, te amo.
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Editado: 07.01.2024