FLORENCIA, ITALIA
MARENA
—Voy al baño, ya regreso.
Me levanto veloz de la mesa, sintiendo que las piernas me tiemblan después de escuchar la voz de Marco al teléfono, diciéndome que tengo que volver porque seguimos casados.
«¿Por qué precisamente ahora? No lo entiendo».
—¡Mare!
Ariel me alcanza antes de llegar al baño y sujeta mi brazo con suavidad, al girarme tan sólo me hundo en su pecho y se me salen las lágrimas.
—Me dijo que tengo que volver, Ariel, me da miedo que quiera quitarme a Rafa, eso no puede pasar. —balbuceo, aferrándome a su camisa, sus manos suben y bajan por mi espalda tratando de darme consuelo.
—No dejaremos que eso, pase, Mare. —me asegura con firmeza—. Hablaré para que el abogado te vea mañana. Haremos hasta lo imposible para que ese tipo no moleste más.
—¿Por qué ahora? Nosotros no le importamos, ¿qué quiere? —pregunto más para mí.
—No lo sé, Mare. —Ariel sujeta mi rostro para que lo mire, sus ojos azules son realmente impresionantes—. Pero no le des hoy el poder de hacerte sentir mal o tener miedo, no estás sola. Ni tú ni Rafa lo están.
—Tengo miedo, Ariel. —admito.
—Sé que sí, Mare, pero el miedo no nos paraliza, lo usamos de combustible y batallamos hasta el final, si te dejas apoyar, yo estoy contigo. —me asegura.
—¿Por qué, Ariel?
—¿Qué cosa?
—¿Por qué quieres ayudarme?, ¿qué sacas de todo esto? —cuestiono y él sacude la cabeza.
—No saco nada más que ayudarte, no estoy esperando nada a cambio porque no voy ayudando a la gente esperando que me den algo. No es así como me criaron ni como actúo, no es eso lo que me mueve, Marena. Lamento que tus experiencias no te permitan ver cuándo alguien quiere ayudarte de verdad.
Con cuidado retira sus manos de mi rostro y resiento la perdida de su toque.
«¡Si serás idiota, Marena!», me recrimino.
—Yo… Lo siento, soy una idiota, no estoy acostumbrada a que me ayuden, siempre ha existido algo de por medio. La gente no da nada de a gratis. —expreso y él sacude su cabeza en desaprobación.
—Lamento que lo veas así, pero no todas las relaciones se basan en un toma y dame, Mare. Si quiero ayudarte puedo hacerlo sin esperar que me des algo; eres una buena mujer, Rafa es un ángel, no merecen que los perturbe alguien que no debe estar en sus vidas. ¿Crees que yo obtengo alguna recompensa monetaria del orfanato? Ni un centavo, mi recompensa es ayudar, es mejorar la calidad de vida de los niños, es verlos sanos y disfrutando de ser niños porque nadie debería arrebatar las infancias y nosotros trabajamos para recuperar eso. Y a veces hasta enemigos obtenemos, ¿y eso nos detiene de seguir ayudando? No, todo lo contrario, nos impulsa a ayudar mucho más.
Sus palabras me golpean con la fuerza de un huracán y comprendo que estoy proyectando mis inseguridades y miedos en él, cuando no me ha mostrado más que es un hombre completamente diferente a cualquiera que haya conocido antes.
—Lo siento, estoy nerviosa, asustada y no sé cómo reaccionar. —confieso y él exhala con fuerza antes de abrazarme otra vez.
Su aroma me embriaga y esa calidez de su abrazo me hace sentir tan bien, su pecho es cómodo, acurrucarse con este hombre debe sentirse como estar en un delicioso paraíso masculino.
«¡Basta, Marena! ¿Qué estás pensando?», me recrimino mentalmente, pero a la vez mis manos atrevidas se deslizan por su espalda, sintiendo sus músculos contraerse bajo mis dedos y suelto un suspiro creo que demasiado dramático.
—Ya sé, yo también creo que se siente muy bien, Mare. —recita como si pudiera leer mis pensamientos, aunque eso es imposible. Si pudiera leer mis pensamientos creo que pasaría una vergüenza terrible.
—Volvamos, sino Rafa empezará a hacer preguntas y a veces puede ser demasiado observador.
Me separo de Ariel con pesar y él deja un protector beso en mi frente que provoca se me salgan un par de lágrimas más porque el sentimiento es hermoso y algo que nunca antes había sentido.
—Es muy perspicaz para su edad y eso solo denota el trabajo tan maravilloso que estás haciendo, Mare, siéntete orgullosa de la madre que eres y el hijo tan extraordinario que tienes.
—Tú quieres que yo no pare de llorar, ¿cierto?
Ariel se saca un pañuelo de su bolsillo y lo pasa suavemente bajo mis ojos antes de entregármelo, huele a él y no creo que se lo devuelva, a menos que me lo pida.
—Solo si es por cosas buenas, respira un poco, ve al baño, refréscate y vuelve a la mesa. Yo te cubro. —Me da un guiño y suspiro una vez más.
—Gracias, Ariel, y lamento mi crisis.
—Está bien, yo lo entiendo, ahora ve. —insiste un poco más firme y le hago caso, entrando rápidamente al baño.
Me miro al espejo y se nota que he llorado, pero igual me mojo un poco el rostro, hago varias respiraciones conscientes que he aprendido en el yoga y logro calmarme. Se nota en mis ojos, pero le diré a Rafa algo sobre una alergia, no sé. No quiero exponerlo de nuevo a Marco, mi bebé no merece un padre como él.
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Editado: 07.01.2024