FLORENCIA, ITALIA
MARENA
¡Ariel y yo nos besamos! ¡Y mucho! Besa delicioso, besa increíble y creo que jamás me había sentido tan bien solo con un beso, aunque no fue cualquier beso, ¡fueron LOS BESOS! Me estremezco de solo recordarlos, pero debo mantenerme serena porque estamos con los niños y Ariel se puso misterioso sin decir para dónde vamos.
—Creo que tu mami se fue a la luna. —comenta Alessia desde el asiento de atrás, trayéndome de vuelta al momento.
—Piensa en cosas de gandes nada más, está feliz. —canturrea Clarissa y miro hacia atrás que tiene su manito entrelazada con la de mi hijo. Suspirar es inevitable.
«No puedo creer que esté celosa de una niña. Recapacita, Marena, tú eres la adulta», me repito mentalmente.
—¿Qué cosas de gandes? —cuestiona mi hijo.
—Me fue bien en la reunión de trabajo que te dije, mi amor. —le recuerdo. Ni siquiera mencionaré el divorcio y a su padre hasta que todo esté concretado.
Yo no le hablo mal de él, mi hijo solito se ha dado cuenta de que su padre no es uno bueno y ahora rodeada de modelos masculinos sanos, mucho más.
—Yo solo puedo sentí cosas, mis pimos y mis hemanitos son los de los pensamientos. —explica Clarissa y yo no entiendo a qué hace referencia.
—¿Los pensamientos? —indago.
—Sí, Clari, sus hermanitos y sus primitos son bebés mágicos. Bueno, Gaelito y Dante también. —comenta Ale y miro a Ariel que me sonríe.
«¿Por qué es tan condenadamente bello?», suspiro y tengo que sacudir la cabeza antes de ponerme a pensar en otras cosas.
—Ya te irás dando cuenta de que los niños de la familia tienen dones muy especiales, algunos asustan un poquito, pero son inofensivos. Bueno, a menos que los hagas enojar, no enojes a los niños Cavalcanti D’Angelo.
—Soy una lucienaga piromana, así me dice mi abuelo Fanco. —expresa la niña.
—No sé si quiera saber lo que eso quiere decir.
—Yo potejo a Rafita sempre. —Alza su manito sin soltar la de mi hijo y suspiro.
—Gracias, Clari.
—No es nada, es mi Rafita. —declara y me toco el pecho, tengo que recordarme que son cosas de niños y nada más. Digo, ¿cuántas parejas de la infancia realmente prosperan hasta la vida adulta?
—Y tú mi niña achul. —completa mi hijo y suspiro una vez más, Ariel estira su mano y aprieta suavemente mi muslo para darme apoyo.
—Mis papis, mis titis Dome y Giu se aman desde bebés y siguen juntos. —Son las palabras de Clari que me hacen mirarla de nuevo, tiene una sonrisa divertida en su rostro.
—¡Es cierto! —exclama Alessia—. Los tíos Caeli y Ale, María y Arie, Enzo y Sabi, Sofi y Franquito, la tía Valen y el tío Massimo y son muchos tíos, papi.
—Sí, mi amor, somos muchos. A la tía Geo se le fue la mano repartiendo bendiciones. —completa Ariel.
—Pero a mí me gusta tener muchos primos.
—Lindos muchos niños, sempre yo y mami, otos niños tatan mal a Dafita y no gusta. Aquí los niños tatan bien y juegan mucho y dicen cosas gaciosas.
Trago grueso y contengo las lágrimas ante las sentidas palabras de mi hijo que me confirman que él está bien aquí y no voy a permitir que nada ni nadie altere su bienestar.
—Yo cuido a mi Rafita y si se meten contigo yo les echo fuego. —advierte Clari.
—Yo amo niña achul.
—¡Yo amo a mi Rafita! —Los niños comparten un abrazo y por instinto busco la mano de Ariel porque no pensé que tendría que preocuparme porque mi hijo de tres años fuera marcado por una niña aparentemente mágica.
—¡Y yo amo a los dos! —Ale los abraza a ambos y creo que nunca había estado cerca de niños tan cariñosos y abiertos a expresar sus sentimientos.
Quedo fascinada por el paisaje y Ariel me explica que estamos entrando a la región de Romaña e iremos a ver un precioso lago que se llama Fiume Santerno, lo escucho embelesada hablar que este pintoresco pueblo tiene mucha influencia del imperio Romano con su arquitectura e historia y me parece bellísimo todo lo que estoy viendo. Los niños están encantados también.
Uno de mis sueños era precisamente salir de Udine y viajar con Rafa para poder conocer ambos toda la belleza de Italia. Conozco muy poco fuera del lugar donde nací y crecí, así que esta oportunidad es maravillosa.
—El otro fin de semana iremos a recorrer teatros.
—¡Los teatos son muy lindos! ¡Y tienen magia! —exclama Clari.
—¿Cómo así? —cuestiona mi hijo con su curiosidad.
—Después enseño, mi Rafita. —le asegura Clari.
Bajamos del auto para caminar un pequeño trecho que nos lleva a un precioso lago turquesa rodeado de arquitectura, hasta hay un puente sobre el lago y el contraste de imágenes y colores es espectacular.
—¡Guau, lago hemoso! —jadea mi hijo.
—¿Cómo conoces este lugar? —pregunto a Ariel.
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Editado: 07.01.2024