El amor es ciego.

Capítulo 4. Mentiras

—¡Déjame en paz!— grité y lo alejé de nuevo. ¿Qué le pasa a este tipo?

—Te ves sexy cuando te enojas— dijo. Qué descarado.

—Por Dios, cierra la boca— dije y alcé la ceja.

En ese momento escuché voces detrás de nosotros...

—¿Esa no es la tal Rebeca?

—Sí, es ella, ¿qué hace con John Adams?

—Pensé que ella tenía novio.

Lo más probable era que comenzaran a esparcir rumores y eso no me gustaba nada...

—Demonios, ahora dirán cosas de nosotros— dijo John molesto, mientras se rascaba la nuca.

—Por tu culpa— dije enojada. Él me miró extrañado.

—A propósito, ¿dónde está tu novio el Rey Brayan?— preguntó y alzó una ceja.

—No sé, no vino— dije.

—Oh, vaya, ¿te dejó?— preguntó intrigado.

—No te importa— dije y me alejé de ahí.

Terminó la fiesta y las chicas vinieron a dejarme, eran apróximadamente las 12:00 de la noche. Había escuchado a mi madre llorar y mi padre no se veía por ningún lado, ¿qué había pasado? ¿mis padres habían discutido? ¿hubo algún problema con su trabajo? ¿quizás quedamos en banca rota? Miles de preguntas comenzaron a rondar por mi cabeza, pero no, mis padres nunca habían peleado, su trabajo siempre estuvo bien, nunca tuvieron problemas. No entiendo por qué mi madre estaba llorando, pero preferí no molestarla. Mi madre siempre estuvo conmigo cuando yo lloraba, me daba consejos, me consolaba; sin embargo, ella nunca lloró frente a mí, siempre se hizo la fuerte e incluso sonreía de una manera tan real, pero yo sabía que no estaba feliz.

Cuando murió mi abuela, mi madre decayó por completo, cuando ella se siente deprimida trabaja aún más de lo normal, hubo una vez que fue a parar al hospital por un desmayo debido al cansancio y estrés por el que estaba pasando. Me doy cuenta de algo. Yo, no sabría qué hacer o qué decirle cuando sé que está deprimida, no sé cómo animarla, mi mente se queda en blanco en esos momentos, no sólo me ocurre con ella, sino con todos. No sirvo en lo absoluto para esas cosas.

Al siguiente día... 9:00 am

Después de arreglarme para la escuela, bajé a desayunar y ví a mi madre sentada en la sala. Tenía sus ojos rojos e hinchados.

— Mamá, ¿pasa algo?— pregunté. Estaba muy preocupada.

— No, no pasa nada— respondió seria.

— ¿Dónde está papá?— pregunté.

— No lo sé— respondió. Seria, otra vez.

— ¿Estás segura de que no pasó nada? ¿Discutieron? ¿Te está yendo mal en el trabajo?— preguntaba desesperadamente. Estaba preocupada por mi madre y mi padre no había llegado en toda la maldita noche. ¡Joder!, los nervios me estaban matando.

— ...

— ¡Mamá por favor respóndeme!— grité. Sabía que algo malo estaba pasando. Lo sabía y mi madre no me decía nada. ¡Maldición!

— ...

— ¡Maldición mamá! ¡Dí algo! ¡¿Por qué carajos te quedas callada!?— grité nuevamente.

— ¡Basta!—  gritó mi madre mirándome a los ojos y frunció el ceño.— ¡No me hables así!

Había algo que siempre recordaba. Mi madre, nunca me gritaba, nunca se enojaba, con nadie. Ahora ella está mirándome, molesta, me está gritando.

¿Por qué mi madre está siendo así?, pensé. Y yo sabía, que algo muy malo estaba pasando para que mi madre estuviese así. Tan enojada, tan frustrada... tan triste... tan sola...

 



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En el texto hay: romance drama juvenil amistad

Editado: 01.03.2020

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