El amor es ciego.

Capítulo 8. El comienzo

— Señorita Rebeca, por favor tranquilícese— me dijo el doctor preocupado.

— Doctor, ¿qué debo hacer?, mi madre se ha ido, me ha dejado, no tengo a nadie— dije. Sentía muchas ganas de llorar, pero no podía. ¡Maldición!

Mi mente estaba totalmente en blanco, mi mamá había fallecido, y no había nadie en mi casa. Mi madre estuvo ahorrando para pagar mi universidad...

Lo siento madre, pero prefiero que tengas un funeral decente como lo eras tú, yo sé que estuviste ahorrando para mí, sé que querías que asistiese a la universidad. Lamentablemente no teníamos planeado que esto pasaría, te daré prioridad a tí, mi querida madre. Que descanses en paz. Dije, mientras miraba su foto colgada en la pared.

Después de un rato, me estuve haciendo cargo de todos los gastos para el funeral de mi mamá, el doctor que la había recibido después del accidente me estuvo ayudando. Yo sabía que no había nadie que asistiera a este funeral, aún así yo quería despedirla de buena manera, ella se merecía mucho más que esto. Todos en la escuela se enteraron de lo que había pasado e incluso la noticia salió en la televisión y en los periódicos.

Cuando el funeral inició, comenzaron a llegar compañeros del trabajo de mi madre; ella tenía una familia, su madre y sus hermanos. Ellos siempre peleaban, mi mamá fue la única que estuvo con mi abuela hasta el final, lamentablemente mis tíos se dejaron cegar por sus malvadas esposas, que no "querían cuidar de una anciana", prefirieron a una esposa antes que a una madre, dudo mucho que ellos asistan.

— Señorita Rebeca, ¿necesita que le ayude con algo más?— preguntó el doctor Antonio.

— No, ya me ayudó lo suficiente y se lo agradezco mucho— dije e intenté sonreír.— Por favor no me hable de usted, sólo soy una mocosa inmadura.

— Usted es la hija de la señora Samantha— respondió el doctor.

— ¿Usted conocía a mi madre?— pregunté.

— Claro, yo me encargué de ella cuando estaba embarazada de ti, y fui el doctor que asistió su parto cuando te tuvo— respondió y sonrió.— Ella era una mujer muy amable, casi me enamoro de ella.

Reí.

— Muchas gracias por estar aquí Doctor Antonio, estoy segura que mi madre está feliz de que la acompañe— dije y sonreí.

— Rebeca, ¿qué harás ahora?— preguntó el doctor preocupado.

— Prefiero no hablar de eso en estos momentos— respondí.

Madre, todos tus compañeros de trabajo y tus amigos están aquí, acompañándote en este momento. ¿Sabes?, mi padre no se apareció, estoy segura de que se enteró. El doctor Antonio me está ayudando mucho en esta situación tan difícil, me preguntó qué haría apartir de ahora. Madre, si te soy sincera no sé qué hacer, pero, te prometo que me mantendré fuerte.

Una semana después...

Después de unos días de luto, regresé a la escuela, faltaba muy poco para salir y no podía echarme para atrás. Se lo prometí a mi madre.

Iba caminando por el pasillo de la preparatoria cuando escuché una voz detrás de mí.

—Tú, ¿estás bien?

Para mi sorpresa, era quien menos esperaba.

— John Adams— dije.

— Me enteré de lo que pasó, lo lamento mucho— dijo preocupado.

— Gracias— traté de decir lo menos posible.

— ¿Estás bien?— preguntó.

— No te preo...

Antes de terminar de hablar, alguien interrumpió detrás de nosotros.

— ¿Qué rayos haces con John Adams?— preguntó Kareli enojada.

¿Qué rayos querían estas tipas?

— Ya veo, acaba de fallecer tu mamá y tú sólo piensas en buscar consuelo con un hombre, que mala onda— dijo Ximena de manera egocéntrica.

Fer, Silvana y Brayan solo miraban. Estaba segura que Brayan estaba a punto de decir algo, pero antes de que lo hiciera John interrumpió.

—Basta, déjenla en paz. Ella está pasando por un momento difícil— dijo John molesto.— Además no eres quién para hablar.

— ¿Qué dijiste?— preguntó Ximena alzando la voz.

—Digo, hablas de buscar consuelo con un hombre cuando tú comenzaste a andar con el ex de tu mejor amiga cuando terminaron. Qué coño. Debiste estar muy desesperada— dijo John y rió.

Auch, eso debió doler. 

—¿Qué estás tratando de decir?— preguntó Kareli molesta.

—Le estoy diciendo que no escupa para arriba, porque le puede caer encima— respondió John con una expresión seria.

— ¡Maldito imbécil!— gritó Ximena.

— Solo estoy diciendo la verdad, ¿no es así Rebeca?— dijo y volteó a verme. Ximena y Kareli me miraban molestas.

— Yo estaba preocupada por ti Beca, pero ya veo que no te interesan en lo más mínimo mis sentimientos— dijo Ximena haciéndose la víctima. Antes de que dijera algo más la interrumpí.

— Cállate— dije en voz baja y agaché la mirada. Aunque bueno, igual todos me escucharon.

— ¿Qué demonios dijiste?— preguntó Kareli alzando la voz. Rápidamente me aventó.— Estoy preguntándote qué demonios has dicho. ¿Acaso estás sorda?

Sentía miedo, nunca lo había sentido, pero ahora me encontraba débil. Estaba a punto de caer cuando...

— Hey— escuché la voz de John.— No te quedes callada, tonta.

Sus palabras hicieron que levantara la mirada.

Maldito John, gracias.

— Le estoy diciendo que se calle— dije en voz alta.

— Qué cruel Beca— dijo Ximena casi "llorando".

— Basta, deja de hacerte la víctima, tú bien sabes que solo eres una hipócrita y mala amiga— grité molesta.

— Rebeca...

Interrumpí a Fer cuando por fin se estaba dignando a hablar.

— ¡Basta!— grité.— Yo creí que eran mis amigas, no, las consideraba mis hermanas. Me dejaron sola cuando más las necesitaba, hablaban a mis espaldas, se atrevieron a traicionarme justo cuando me sentía de la mierda porque mi padre se había ido de la casa, por su culpa todos me dejaron de hablar. Fallece mi madre y vienen a hacerme sentir peor de lo que me siento. ¡Me conformaba con que sintieran lástima!— mi voz comenzaba a quebrarse.— Ustedes... Ustedes...



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En el texto hay: romance drama juvenil amistad

Editado: 01.03.2020

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