John*
Justo ahora estoy viendo a Beky llorar, por lo que veo se estaba haciendo la fuerte. Cuando me enteré del fallecimiento de su madre no podía creerlo, quería asistir al funeral pero me dí cuenta que no sabía nada de ella, ni dónde vivía, ni su número, ni qué era lo que pasaba por su mente en esos momentos; tampoco quería imaginarme lo mucho que podría estar sufriendo.
Ahora que dejó salir todo lo que sentía me pregunto, ¿cómo le hizo para seguir adelante?, faltó por toda una semana que por un momento pensé que había caído en depresión, me dí cuenta de algo, ella, no tenía a nadie. Mi Beky estaba sola, no tenía idea de que su padre se había largado y por la reacción de sus amigas, al parecer ellas tampoco sabían, Brayan no parecía sorprendido por lo que me imagino que Beky le mencionó sobre eso. Ella sin ningún hermano, sin algún tío que le ayudara, sin un padre a su lado, y ahora sin su bella madre, ¿qué hará?
— Rebeca— dije mientras la levantaba.
— Ay, déjala John, sólo quiere llamar la atención y quiere que sientas látima por ella— dijo Ximena de manera cínica mientras enrrollaba un mechón de su cabello.
— Cierra la boca— dije y la miré con desagrado.— Eres una estúpida, ¿acaso no puedes darte cuenta que ella está sufriendo mucho?, no entiendo cómo demonios llegó a considerar sus amigas a personas como ustedes. Tienen el corazón podrido.
Pude levantar a Beky del suelo y en seguida se aferró a mí, me abrazó fuertemente mientras sus lágrimas seguían cayendo. Ella era tan pequeña, no lo había notado, su cabello era lacio y hermoso, su aroma era tan agradable. Si ella supiera que me arrepiento de no haberla defendido aquel día, cuando sus amigas la humillaron, quizá no se hubiera sentido tan sola ahora.
— Beky, todo estará bien— dije y comencé a limpiar sus lágrimas frotando sus mejillas suavemente.
Rebeca*
Quién diría que encontraría consuelo en un desconocido, porque John Adams era prácticamente un desconocido. Estoy agradecida de que haya estado conmigo en ese momento de humillación, ¡ah cierto!, mi querida amiga Ximena se puso celosa de que John estaba conmigo y se retiraron, no era mi intención, yo lo único que quería era un abrazo.
En estos momentos me dirijo hacia la dirección, la directora me mandó a llamar y no entiendo porqué.
Toqué la puerta y entré cuando la directora me lo permitió.
— ¿Quería verme?— pregunté mientras tomaba una silla para sentarme.
— Así es Rebeca, me gustaría saber si vas a seguir estudiando. Sé que tu madre ya no está pero eso no debe ser impedimento para tus estudios, eres una gran alumna— dijo amablemente.
— Me gustaría seguir estudiando, pero no cuento con el dinero suficiente— dije desanimada.
— Esa no es excusa— dijo mientras me daba un folleto.— Podrías pedir una beca, te ayudaría mucho, y por el dinero no te preocupes, podrías trabajar. No me gustaría que una alumna como tú dejara de estudiar.
Por Dios, aunque quiera estudiar no será tan fácil, además, a ella qué le importa.
— Lo pensaré, gracias— dije, me levanté y salí de su oficina.
Mientras me dirigía hacia la salida de la escuela iba pensando en lo que dijo la directora, me pregunto si habrá un lugar donde pueda trabajar.
Caminé para llegar a mi dulce hogar, donde obviamente no habría nadie esperándome, pero prefería estar allí que en la escuela. Al llegar, me dí cuenta que sí había alguien esperando, un señor vestido muy elegante, ¿quién será?
— Disculpe, ¿quién es usted?— pregunté mientras me acercaba.
— Buenas tardes, mi nombre es Daniel, mucho gusto. Soy un socio del señor Damián— el señor se presentó amablemente y estiró su mano hacia mí para aceptar su saludo.
— Mucho gusto, él no está aquí— respondí a su saludo.
— Lo sé, quería venir a decirle que el señor Damián se enteró del deceso de la señora Samantha, lo lamento mucho de verdad— dijo el señor con una mirada de lástima.
— Gracias— respondí.— ¿A qué se debe su visita?
— Iré al grano, el señor Damián me vendió esta casa— dijo el señor mientras volteaba a mirar mi casa.
Qué demonios le pasa a mi padre, cómo se atreve a vender la casa.
— ¿La vendió?— pregunté sorprendida y preocupada.
— Así es, mi esposa y yo queremos venirnos a vivir aquí lo antes posible, por lo cual debo pedirle que se vaya— dijo el elegante señor.
— Pero, ¿dónde viviré yo?— pregunté.
— Oh, pues ese no es mi problema— respondió el señor descaradamente.— Le daré una semana para que se vaya, con su permiso.— dijo y se retiró de ahí.
Maldito día. Pensé.
Al siguiente día...
Son las 9 de la mañana, y estoy a punto de ir a buscar trabajo. Se me quemó la sopa que intenté hacer, así que sólo tomé un vaso de leche, me arrepiento de no haber aprendido a cocinar. Aún sigo en shock con lo de la casa, el señor Damián es un desgraciado.
Hay una cafetería en la que están contratando, iré allí y espero que me puedan contratar.
— Bienvenida, ¿puedo ayudarle en algo?— preguntó la mesera amablemente.
— Buenos días, me gustaría hablar con su jefe por favor— respondí y sonreí.
— ¿Vienes por el puesto?— preguntó la bella chica algo sorprendida.
— Así es— respondí amablemente.
En seguida la mesera me guió hacia la pequeña oficina del jefe, tocó la puerta y entramos cuando él nos permitió, dejándome ver a un hombre joven apróximadamente de unos 24 años, alto, elegante y muy guapo.
— Jefe, esta pequeña viene por el puesto— dijo la mesera y sonrió.
¿Pequeña? ¿Cómo se atreve? ¡Tenemos casi la misma edad!
El jefe volteó a verme y dijo...
— ¿No eres muy joven para trabajar?— preguntó mientras me miraba fijamente.
— Tengo 17 años, señor— respondí muy nerviosa.
— ¿17 años?— dijo sorprendido.— ¿Por qué buscas trabajo?— preguntó pensativo.
Me quedé callada por unos segundos, y entonces...