El amor es ciego.

Capítulo 11

— ¿Cómo estás hija?— preguntó.

— No puedo creer que te atrevas a preguntar algo como eso— respondí molesta.

— ¿Por qué no puedo preguntar cómo estás?, eres mi hija y me preocupo por ti— dijo cínicamente.

— ¡Cierra la maldita boca! — grité mientras trataba de arrancarme el cabello del coraje.

En ese momento sentí como su puño golpeó mi rostro. 

— ¿Cómo te atreves a hablarme así mocosa insolente? — gritó molesto. 

La sangre me hervía. Entendía que mi padre no era quien yo creía, pero nunca me imaginé que fuera capaz de golpearme. Con lágrimas en los ojos, grité.

— ¡Lárgate de aquí!

— No me iré, ésta es mi casa — respondió mientras recogía su bolso. No me había dado cuenta de que traía con sigo una pequeña maleta.— Peleé con mi mujer, así que me quedaré aquí hasta que se calme, te guste o no.

— ¿Tu mujer?, eres un maldito infeliz— grité mientras tomaba mi mochila, y podía notar lo enojado que estaba.— Si no te vas tú, entonces me voy a ir yo.

Me colgué mi mochila y me fui de ahí. Yo sabía que no tenía a donde ir, no tenía amigos...

Por chat con Natalia.

Yo: Natalia, ¿estás ocupada?

Natalia: Estoy tomando con mis compañeros de mi otro trabajo, ¿por qué?

Yo: ¿Llegarás muy tarde?

Natalia: Me quedaré con una compañera, seguiremos la fiesta en su casa, ¿pasa algo?

Yo: No, no te preocupes.

Por chat con el jefe.

Jefe: Señorita Smith, sí puedo darle su adelanto.

Yo: ¡Genial!

Yo: Jefe, sabe de algún lugar donde pueda quedarme?

Jefe: No me digas que el socio de tu padre ya te echó

Yo: No. Lo que pasa es que...

Yo: Mi padre se quedó esta noche.

Jefe: ¿Cómo dices? ¿Por qué?

Yo: Peleó con su "mujer"😒

Jefe: Ya veo, intentaré conseguir un lugar donde puedas quedarte, si consigo algo te aviso

Yo: Gracias.

Agradezco mucho tener un jefe tan enojón, pero tan atento con sus empleados.

Estuve caminando mucho, hasta que me dio hambre y decidí entrar a una tienda.

— Disculpa, ¿podrías calentarme esto?— pregunté a la cajera.

— Sí, en seguida— respondió.

Solo podía comprar una sopa instantánea, no tenía mucho dinero en ese momento. Noté que la cajera me miraba fijamente, se me había olvidado que mi padre me había golpeado y quizás se note mucho.

— ¿Rebeca? — escuché a alguien detrás de mí. Volteé y tenía en frente de mí a Silvana, vaya, que mala suerte tengo. Había olvidado que ella vivía por estos rumbos.

— Ah, hola — dije mientras seguía comiendo mi sopa.

— ¿Qué haces en un lugar como este? — preguntó mientras miraba la porquería que estaba comiendo.

— ¿No puedo venir a tiendas?— pregunté.

— No me refiero a eso, tú no sueles comer esas cosas, siempre decías que estabas a dieta — respondió preocupada. Ay por Dios, cállate.— ¿Qué te pasó en la cara?

— Eso no te incumbe — respondí mientras miraba mi teléfono. Por favor jefe, ya hábleme.

— ¿Quién te golpeó? ¿Te caíste? — preguntó mientras intentaba tocar mi cara. Rápidamente la alejé.

— Ya basta, deja de actuar como una amiga. Ya es un poco tarde para eso— respondí molesta.

Me paré, pagué y salí de la tienda. Me dí cuenta que ella me estaba siguiendo mientras me gritaba que por favor la escuchara, no puse atención a eso y cada vez la voz de Silvana se escuchaba más lejana. Yo seguí caminando hasta que perdí rumbo, no tenía idea de donde estaba, solo me quedó sentarme en la banqueta mientras esperaba la llamada o el mensaje de mi jefe.

En ese rato estuve recordando muchas cosas. Todo había cambiado, el padre que siempre me cuidó, me recordaba cuánto me quería, el que siempre me protegió de los hombres malos, que me aconsejó cuando lo necesitaba; ahora me dejó sola, me golpeó y me quiere dejar en la calle. Las amigas que dijeron que estarían para mí en las buenas y en las malas, que me vieron llorar, reír y maldecir; ahora hablan a mis espaldas, andan con los chicos que alguna vez amé, me odian y me tachan de zorra. El novio que tanto quise, que tanto defendí a pesar de todo, que aunque fuese un orgulloso y presumido, podía llegar a ser tan romántico para mí; me dejó en cuanto escuchó que ya no sería rica y actualmente anda con la que era mi mejor amiga... Y hasta ahora comienzo a sospechar que quizá me estaban viendo la cara desde hace mucho tiempo, y yo no me daba cuenta de nada.

Madre querida, tú fuiste la única que realmente estuvo conmigo en todo momento, trabajaste tanto por mí, lo hiciste hasta el cansancio, fuiste capaz de poner en riesgo tu vida para sacarnos adelante, a pesar de todo lo que pasabas sonreías para mí, quién sabe desde cuándo te engañaba mi papá... Quizá hasta lo sabías desde hace mucho, y lo callaste, lo guardaste para ti, sufriste mucho, ¿verdad? Lo siento mamá, yo no me dí cuenta de nada y ahora viviré con remordimientos.

Sin darme cuenta, comencé a llorar. Todo se estaba complicando y no sabía cómo se pondrían las cosas después. No noté que mi teléfono tenía poca batería, estaba a punto de apagarse y no llegaba ningún mensaje, poco a poco comenzaba a desesperarme, y también más lágrimas comenzaban a derramarse.

 

Silvana* 

No pude alcanzar a Rebeca. Quería que supiera que estaba muy arrepentida por lo que le hice, hasta ahora me dí cuenta del daño irremediable que le causamos, por nuestra culpa ella se volvió otra persona. La he estado observando todo el tiempo; ya no sonríe como antes, ya no le he visto reír, no habla con nadie, llora mucho, sus ojos siempre se notan tristes, es grosera con todos, ya no es la chica alegre que yo conocí, ahora es fría y cortante. Pero entonces lo entendí, nosotras la habíamos convertido en eso, no sabíamos por lo que estaba pasando y me preguntaba por qué no nos lo había dicho, pero que lo hubiese hecho no habría cambiado nada, solo hubiéramos seguido siendo unas hipócritas.



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En el texto hay: romance drama juvenil amistad

Editado: 01.03.2020

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