Pasaron tres días y el paradero de Nicolas no fue hallado. Margaret se desespera por encontrarlo y traerlo de vuelta o por lo menos, saber donde se encuentra.
Ella no quiere rogar a su esposo que ponga otro cartel de búsqueda, ella no le rogaría al emperador aun que su cordura dependiera de eso. Voto por una forma muy discreta pero sin antes avisarle a su esposo que buscaría a Bennet por su cuenta. Chapman, su esposo, le dejo hacerlo pero no sin antes dejarle un poco de ayuda. Le dejo a disposición tres guardias seleccionados por sus destrezas. Margaret no muy confiada, acepto la ayuda, sabe que su esposo no ayudaría a menos que le beneficie; Margaret Chapman, aun no puede adivinar que piensa su esposo, ni siquiera después de trece años.
Margaret va a su habitación pensando en Nicolas, su mejor amigo, y en donde estará. Muchos pensamientos le invadieron la mente, "¿Que tal si...?" O "¿Y si le hirieron?". Esas son las preguntas en su agitada mente. Queriendo huir de esos preocupantes pensamientos, se fue a cambiarse de ropa, ya que ira a visitar la Casa de Slora, la casa donde proviene, hace mucho tiempo que ella no volvía a su hogar. En busca de consuelo o paz, y estar en su verdadero hogar, encontraria un lugar para distraerse.
Hace mucho tiempo que ella extraña su hogar ya que desde que cumplió diez y nueve años, se mudo al palacio imperial a dedicar todo su tiempo a aprender a ser buena emperatriz para su pueblo.
Salio del palacio con su vestido sencillo pero sin dejar de lado la elegancia, con un sombrero para protegerse del sol. Un automóvil ya la esperaba en la puerta, se subió al carro y el chofer arranco, ella viaja sin compañía, Amalia Thompson aun sigue traumatizada por lo que le sucedió, ella podría haber llamado a otras de sus damas de compañía, pero, ella quiere estar sola.
En todo el camino ella miraba la ventana con su mirada perdida en algún lado del bello paisaje que recorría, las hojas en las ramas que caen cada vez que las golpea el viento; y el aire fresco en la dulce y deprimida cara de la mujer de claros ojos; y de cabellos café. No supo en que momento ella llego a la Casa de Slora, el lugar donde nació.
Nada había cambiado, los altos muros de color marrón opaco, los gigantes portones con el símbolo de la familia en medio. El portón se abre para ella y su chofer, el automóvil recorre el largo patio delantero de la Casa, los arbustos están bien colocados, todos en orden; señalando el camino hasta la puerta del palacio.
Una mujer de finas vestiduras vino en busca de la joven emperatriz, ya que reconoció el auto de su majestad. Y esa mujer es su madre, quien la espera con una emoción oculta. Margaret bajo del automóvil, el gran sombrero que lleva no la dejo ver así que, se lo quitó, y miró a su madre al frente de ella con una pequeña sonrisa que detrás de ese esto se oculta mucha alegría.
Margaret caminó hacia su madre y esta se inclinó, en respeto a la emperatriz.
─ Hoy no vengo como la emperatriz, madre. Levantate, no tienes que hacer esto ─ Dijo, ayudando a levantar a su anciana madre.
─ Pues, eres la emperatriz y aun yo siendo tu madre, debo mostrar respeto hacia la soberana de mi imperio ─ Dijo con una sonrisa calida.
─ ¿Y mi padre? ─ Dijo cambiando de tema ─ ¿Por que no ha venido a recibirme?
Su madre suspiro ─ Tu padre se fue a un viaje de negocios esta mañana. Aun sabiendo que posiblemente vendrías de visita un día de estos, prefirió irse a atender unos asuntos al imperio de Tori ─ Dijo dándole la espalda a su hija y marchándose de ahí.
Margaret, quien ahora esta sola en la entrada de su casa, aguanta su frustración apretando sus manos. Ella quiere ver a su padre pero ya no es posible. El imperio de Tori queda muy lejos y un viaje de ida y vuelta tardaría mucho.
Ella suspira fuertemente y se adentra al palacio. Mientras camina entre los pasillos, ve unos retratos familiares, primero mira las pinturas de sus padres cuando eran jóvenes, el día de su boda, para ser específicos. El cuadro se pinto el mismo día donde el duque Slora y la hija del barón se casaron. Su madre tenia puesto un vestido muy hermoso, su velo hecho a mano por una de las mejores diseñadoras del imperio, su ramo de rosas blancas y de tulipanes, era lo que mas le llama la atención. Y su padre vestido de traje negro, con una mirada seria que sutilmente, daba la sensación de felicidad. En ese tiempo, cuenta las señoras que ellos eran una de las parejas mas románticas del imperio, ellos se casaron por amor, no por conveniencia. Aunque su padre es un hombre serio y de pocas palabras, el demostraba su amor por su esposa y su forma mas devota al hablar de ella.
Margaret sonrió al recordar esos viejos tiempos, donde el amor era el pilar principal en su casa y donde las jerarquías no podían negar que si existe el amor verdadero. Camino con una gran sonrisa por el pasillo, sin alejar su vista de los cuadros, cada pincelada que observa la llena de recuerdos hermosos de su niñez, hasta que uno le dejo un amargo sentimiento dentro de ella, un retrato familiar de cuando ella tenia seis años de edad, su padre y madre posando con una gran sonrisa, con una mirada cariñosa, ella sentada al frente de ellos con su vestido de estampado de flores en un fondo rosado, sus medias a la rodilla, y sus pequeños zapatos de charol junto con... su hermano, doce años mayor que ella, sosteniendo una gran y brillante sonrisa al lado de ella... Una lagrima se escapo, y muchas mas lo hicieron...
Margaret perdió su hermano pocos meses después que se pintó el cuadro. El tenía diez y ocho años cuando ocurrió la terrible tragedia. Ella estando en medio de su soledad en el pasillo, empezó a sollozar, era pequeña cuando sucedió pero ella amaba a su hermano, tanto para negarse a borrarlo de sus recuerdos...
El hermano de Margaret se llamaba: Artur Slora, y era el primogénito de su padre quien también lo amaba demasiado, tras la muerte de Artur, el matrimonio de los Duques empezó a deteriorar y la llama que los unía, se apagó.