—Eve, despierta—escucho la voz de mi amiga, la ignoro como he estado haciendo todo este tiempo, no quiero hablar con nadie, no quiero ver a nadie, quiero estar sola, ¿es tan difícil de entender?
—Eve—insiste moviendo mis hombros.
Gruño para hacerle saber que me está molestando.
—Por favor, te necesitamos.
—No me necesitan, Maia—están mucho mejor sin mí.
Ni siquiera hago el intento de moverme, no tengo fuerza para hacerlo, mantengo mis ojos cerrados esperando escucharla alejarse.
—Eve, por favor, no estaría aquí sí...
Unos gritos detrás de la puerta la callan, pareciera que hay una pelea de perros ahí afuera, un estruendo termina por hacerme abrir los ojos.
¡Qué carajos!
—Eve, por favor—vuelve a insistir desesperada.
Suspiro agotada, no quiero hacerlo, y mi cuerpo parece cargar el mundo entero, porque lo siento tan pesado que lo único que quiero es caer de nuevo a la cama. Me arrastro como puedo fuera de las sábanas, camino sin fuerza hacía la puerta, lo que encuentro detrás de ella no me sorprende en lo absoluto.
Dos hombres se gritan el uno al otro, mientras los humanos alrededor los miran aterrados, Julian y Archer están en medio de ambos deteniéndolos de matarse a golpes, hay una mesa volteada a su lado, las sillas, en las que supongo estaban sentados, ahora están rotas.
—¡Te vas o te vas! ¡Tú decides Samuel!—el señor alto y fuerte, con una gran barba negra, le grita al otro hombre.
—¡Estás siendo un idiota, Hugo!—grita el otro tratando de hacer entender a su amigo.
—¡El idiota eres tú, imbécil!
—Es tu mejor amigo, Hugo, no puedes hacerle esto—lo defiende quién supongo es su pareja, por como sostiene su mano con fuerza.
—Este pedazo de zángano no es mi amigo—expresa con coraje Hugo.
—No pienso irme, así que hazle como quieras—lo reta Samuel, plantándose en el suelo.
Hugo lucha contra los humanos y Julian que lo detiene de sacar a Samuel a golpes, en medio de la desesperación y frustración el hombre empieza a lanzar sus puños al aire, dándole al primero que encuentre, Julian retrocede recibiendo un golpe en la mejilla. Y el caos comienza, todos los demás, por alguna razón, responden con más violencia, dando y recibiendo golpes, uno tras otro, sin tregua.
Hugo logra llegar hasta Samuel arrojándolo al suelo, Archer intenta separarlos, pero pareciera que el hombre esta poseído, no detiene sus golpes a su amigo por más que intentan detenerlo.
Avanzo hasta ellos, respiro hondo, y permito que mi poder los toque a todos para detenerlos, pronto caen al suelo sin entender que sucede con sus cuerpos, porque sienten que están muriendo, me acerco a Hugo, ladeo la cabeza para verlo mejor.
—Vas a detener esta estúpida pelea, y vas a dejar que tu amigo se quede, ¿de acuerdo?
—¿Qué... qué mierda?—murmura con dolor.
Me inclino en el suelo para que me escuche mejor, no quiero volver a repetirlo.
—Vas a detener esta estúpida pelea, y vas a dejar que tu amigo se quede—no se lo estoy preguntando.
—S... Si—asiente como puede.
—¿Vas a portarte bien?—pregunto como si estuviera regañando a un niño pequeño.
—¡Si!
—Una pelea más, y dejo a todo afuera de este lugar, están advertidos.
Los dejo en paz después de mi advertencia, se levantan del suelo y se alejan de mi con temor a que les haga algo. Estoy por regresar a mi cueva, cuando algo capta mi atención, el cabello en mi nuca se eriza, puedo sentir una mirada en mí, más no puedo ver de quién se trata.
—¿Eve?—me pregunta Maia preocupada, Archer se acerca a nosotras al ver mi estado.
—Está aquí—les informo, aunque no puedo verlo, sé que está aquí.
—¿¡Quién!?—preguntan ambos al mismo tiempo.
—El Anticristo, está aquí.
—¿Qué sucede?—me tenso al escuchar la voz de Julian, tiene el ceño fruncido, y su mejilla inflamada por tremendo golpe que le dieron.
Por reflejo alzo la mano para curar sus heridas, pero pronto la regreso a mi pecho, recordando que no quiere saber nada más de mí. Giro el rostro para que no puedan ver las lágrimas que se formaron en mis ojos.
—¿Quién es el anticristo?—pregunta Maia, ignorando a Julian, quién voltea a verme serio.
—Una entidad del infierno—comienzo a explicar.
—Su trabajo es condenar a las personas al infierno—continua Archer.—Lo que está haciendo aquí es enfrentarlos, manipularlos para hacer lo que no deben, y después de su muerte llevar su alma al infierno si un juzgado justo.
Maia voltea para todas partes con temor y desconfianza. Mis ojos conectan con aquella persona que ofrece consuelo a los demás parados en frente de él. En el fondo espero estar mal, que todo esto sea un error, aunque sé que no lo es.
—Creo saber quién es.
—¿Quién? —cuestiona Julian guiándose por mi mirada.
—El sacerdote—digo viéndolo hablar sin parar de mi padre, fingiendo ser un fiel ciervo de él.
*_*_*_*
—No puede ser él—repite Julian por milésima vez.
Camina de un lado a otro ansioso, esta a punto de cavar un hoyo en el suelo. Yo no sé que estoy haciendo aquí, esto es algo que él y Archer pueden arreglar solos, pero mi amigo insistió, y ahora desde la comodidad del pequeño sillón, observo a Archer siguiendo con la mirada los pasos de Julian.
—Quieres detenerte, me estas mareando.
—Lo conozco—ignora las palabras de Archer. —Él no puede hacer algo como esto, nunca dejaría que…
—Tu querido amigo es la persona perfecta para hacer esto, quien dudaría de la palabra de un sacerdote—Archer logra llamar la atención de Julian, sabe que tiene razón, su amigo es el único que puede decir las falsas promesas y profecías del supuesto Dios, y todos le creerían su dudar.
—No se preocupe padre, estoy segura que puede ayudarme—Maia entra a la habitación, mostrando una falsa sonrisa al sacerdote para bajar sus guardias.