“No puedo arrodillarme al cielo, pero puedo subir el infierno por ti”
Davina
Las incontables llamadas de Lucien no me dejan pensar tranquila, no quiero hablar con el debo pensar en mi misma ahora. Poner mi vida en prioridad, y mi futuro.
Debo ignorarlo, es lo mejor.
Llega el fin de semana, a lo que por fin puedo enfocarme en llenar el formulario de mi beca. No sé por qué es tan difícil el sentarse y llenar los espacios vacíos que tiene el poder de lo que será mi vida, mi sueño.
Si desde niña siempre quise ir a una escuela de música y mas la escuela de artes de esta ciudad una de las mas prestigiosas. Solo que no me había permitido tener la esperanza y hasta ahora que la tengo en mis manos. Mi niña interior grita de alegría, esto es lo que quiero aun que me estoy muriendo en miedo. Lo mejor será que vaya por una taza de café y tranquilizar estos nervios.
Bajo las escaleras y antes de llegar a la cocina suena el timbre de la casa interrumpiendo mi ritual de café. Avanzo a la puerta y al abrirla los nervios se vuelven peor al encontrar a Lucien con un ramo de rosas en sus manos y un rostro nostálgico.
—Ángel.
—¿Qué haces aquí Lucien?
—Ah disculparme nena
Veo las rosas blancas en sus manos y vuelvo a mirarlo a sus verdes ojos demasiados hipnotizadores para mi bien.
—Acepto la disculpa — digo y él sonríe ante mi respuesta, pero no puedo aun que quiera dejarlo tranquilo. Aun me duele el hecho de verlo.
—¿Puedo pasar?
—No
Ahora pone una mueca seria, volviendo sus manos puños, algo que noto que hace cuando siente que las cosas se salen de su zona de confort.
—¿Por qué ángel?
—Por que te perdono, pero nada vuelve a ser como era antes. Punto.
—No me iré hasta que hablemos bien.
—El problema es que no quiero verte, menos hoy.
—Puedo ser paciente si me lo propongo amor, te espere.
—Creo que es mejor que no.
—Te esperare hasta en el infierno.
Suspiro, de verdad no se dará por vencido.
—Pues mas te vale haya cafés ahí, tengo muchas ganas de café.
Tratando de volver la situación menos exasperante me doy media vuelta sin cerrar la puerta y pase. Voy a la cocina y escucho como el cierra la puerta detrás de él. Coloco la maquina de café, el se sienta en una de las sillas del comedor. Una vez listo los cafés le doy el que le prepare. Me senté en la silla frente a él.
No hay una sola palabra por un par de minutos, parece que así es mas cómodo. Tener un momento a solas ignorando el problema en que solo estamos acompañándonos en silencio.
—¿Algunas vez has visto el infierno en los ojos de alguien y así admirarlo? —dije. Tomando la iniciativa.
—No ángel
—Yo los veo en ti
El aprieta la taza de café en sus manos evitando mirarme a los ojos un segunda para volver a verme.
—No me ayudas con tratar de evitar querer besarte — dice.
Sonrió nerviosamente.
—Sabes que no permitiré que me beses.
—Eso no evita que quiera besarte — dice, su mirada recorriendo mis labios hasta mi cuerpo en lo que logra ver desde donde esta.
—No me mires así diablo vulgar.
—Es mi imaginación y te desnudo si quiero.
Esta vez me levanta tratando de golpearlo en la cabeza, no me ayuda que me este diciendo este tipo de cosas. El divertido me esquiva y se levanta tomando mi muñeca.
Intento volver a golpear, alejando su toque, pero en todos lo movimientos el termina tomando ambas de mis muñecas acercándome a su cuerpo en que prácticamente me está abrazando.
—Lucien — reprocho.
—Tu iniciaste.
—No, tu iniciaste.
Me da una sonrisa ladeada, y procede a soltarme.
—Bien ángel, creo que ahora si debería irme.
Pero miro hacia la ventana, esta empezando a llover y el va en moto. La lluvia rápidamente comencé a caer pesadamente.
—Supongo que puedes quedarte mientras la lluvia cesa.
Me mira dudoso ante mi propuesta.
—¿Segura ángel?
—Segura
—¿No me golpearas?
—Eso no estoy cien por ciento segura — le sonrió con picardia, tentada en la idea de golpearlo.