El Ángel del Infierno.

- DIECIOCHO -

RAYNARD

Estábamos sentados en la gran mesa del comedor viendo como Davina sacaba aquellos papeles del sobre. Me quede completamente en blanco cuando el hijo de puta de Otto dijo que mi amigo le había dejado todo a Davina. No me esperaba para nada aquella decisión, sabía que ambos se habían convertido en muy buenos amigos pero no pensaba que su amistad fuera tan fuerte, aunque conociendo a Derek no me sorprendía.

Posé mi mano en el muslo de hübsch transmitiéndole toda la valentía posible, cuando Otto dijo eso perdí completamente la cordura, una cosa era que me hablase mal a mí, pero a ella… Ni de ficken (jodida) coña, a mi mujer se le respetaba o desataría el puto infierno encima suyo.

  • Este papel es del notario… - Murmuro mirándolo, para girar la cabeza hacia mí. – Pone que todo lo de Derek pasa a ser de Davina Morris, y que debo de ir a la dirección de aquí abajo para reclamarlo. – Me extendió el papel y lo cogí sin dudar.
  • Bueno… - Lo extendí hacia Walt, que estaba delante mío. – Podemos llamar y concordar una hora para mañana, si te parece bien. – Esta suspiró asintiendo.
  • Si, me parece bien. – Me dedico una pequeña sonrisa que me hincho el pecho.
  • Luego podríamos ir a mirar muebles… - Sus ojos de repente se iluminaron cosa que me alegro de veras.
  • Si, me apetece. – Escuchamos un carraspeo que nos llamó la atención.
  • Puedo llamar yo para concertar la cita. – Miré de reojo a Davina quien asentía con una sincera sonrisa.
  • Me harías un favor Walt. – Este elevo la comisura de sus labios de manera que pocas veces mis ojos habían visto. – Iré a… - Carraspeo rascándose la frente. – Iré a cambiarme de ropa y ponerme algo cómodo, hoy me voy a tomar el resto del día libre.

Me dejo un beso en la mejilla antes de levantarse e irse, callado vi cómo se alejaba con una de las trabajadoras de la casa que estaba organizando el equipaje que seguía llegando. Suspiré volviendo la mirada al frente, Sofie tenía la vista perdida y su mente parecía ocupar algo bastante lejano a la realidad.

  • Ella estará bien. – Miré al hombre que hasta el día de hoy ha sido siempre como un padre para mí. – Esa chica es muy fuerte. – Deje caer mi espalda al respaldo de la silla apoyando ambas manos sobre la mesa.
  • ¿Hasta cuándo? – Pregunté cabreado. – Todos tenemos un límite.
  • Te tiene a ti. – Sofie hablo mientras entrelazaba la mano con la de su marido. – Juntos sois un equipo hijo, y de eso no te puedes olvidar nunca, ¿vale? – Trague saliva por la forma tan dura de decirlo. – Estoy segura de que juntos podréis con todo.

Molly se levantó de la silla mirando hacia la entrada donde Igor acababa de entrar. Miré a mi hombre haciéndole un breve asentimiento. Suficiente emociones por hoy, merecían tener un rato para ellos después de todo. Esta salió pitando hacia aquel hombre que la rodeo por los hombros y se la llevo de nuestra vista.

  • Vaya… Sabía que eso acabaría pasando. – Alce una ceja hacia Sofie. – Mi sobrina siempre ha babeado por aquel hombre.
  • ¿Estás seguro de que eso está bien? – Walt no quitaba la vista de la entrada donde se habían ido.
  • No voy a interponerme en ellos. – Solté serio. – Y Molly estará mejor con alguien como Igor que con cualquier otro.
  • Walt, nuestra pequeña sobrina merece ser feliz también. – Este suspiro dándole un beso en la coronilla en su mujer.
  • Lo sé. – Entrelazo sus grandes manos sobre la mesa dirigiendo su mirada de nuevo a mí. – Ve con Davina, hijo. – Aliviado me levante sin pensarlo.

Salí de la sala en grandes zancadas en busca de aquella mujer que me volvía completamente loco. Antes de conocerla jamás habría imaginado que mis necesidades primarias cambiasen tanto de rumbo, es decir, mataría por ella todas las veces que fuera necesario.

Moriría si fuera necesario.

Doble la esquina y subí las grandes escaleras principales de dos en dos, cuando llegue arriba gire sobre el pasillo de mi derecha paseándome por uno de los tantos que tenía esta mansión. Lo cierto que para ser tan absurdamente largo era muy luminoso, con un enorme ventanal al final y múltiples puertas en ambos lados. Me paré en la puerta de la que fue mi habitación durante tantos años, giré el pomo entrando del tirón. Davina estaba con una mallas que le quedaban demasiado bien y le apretaban el trasero de una manera demasiado malvada para mis partes bajas. Llevaba una camiseta de manga corta con el típico logo de ADIDAS en ella. Giro sobre sus talones dedicándome una sincera sonrisa. Sin poder resistirme cerré la puerta tras de mi andando hacia ella, le agarre de la cintura y estampe mis labios con los suyos. Quizás fue un acto impulsivo, pero necesitaba saciar mi hambre al menos durante unos minutos. Sus manos se posaron en mi pecho y comenzó a acariciarme con delicadeza. Me separé para que mis pulmones pudiesen coger aire.

  • Esas mallas te quedan… - Soltó una pequeña risa que me dejó fascinado. – Ficken! (¡Joder!)

Le di un beso algo brusco provocando que soltase un pequeño gemido por sus pecadores labios. Tenía que parar, debía de hacerlo, porque si no… no podría pensar con claridad.

  • ¿Quieres dar un paseo por la finca? – Esta asintió jadeando aun por nuestro beso. – Bien, me pondré cómodo también yo.
  • Luego podrías enseñarme tus discos. – Señalo a una enorme estantería a nuestra derecha llena de discos de vinilo ordenados por géneros y alfabético.
  • Claro hübsch. – Esta me dio un pequeño beso y se fue a sentarse en la cama. – No quiero adelantarte nada, pero cuando regresen Jakob y Aria del viaje tenemos programada una reunión con las mafias, todos quieren acabar con Lynx. – Vi como evitaba mirarme mientras sus ojos radiaban tanta furia que era palpable en el ambiente. – Cuando acabemos con él acabaremos a su vez con la rata cobarde de Belov.
  • Quiero estar en el operativo. – Alertado me giré bruscamente con la camiseta de deporte en la mano.




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