El Ángel del Infierno.

- VEINTIDOS -

DAVINA

La noche se podría describir entre curiosa, incomoda y absurda, es decir, Irina me sacaba de mis casillas a posta. Con todo mi ser intenté controlarme, pero no pude, de verdad que no pude. Sabia de sobras que con lo irascible y mis cambios de humor desde que volví de Japón podría llegar a explotar en cualquier comento, pero vamos, es que la maldita rusa no me lo estaba poniendo nada fácil. Después de ponerme en pijama me metí en la cama con la mirada clavada en un punto en el techo.

Como era de costumbre repase mi vida desde que Aria conoció a aquel misterioso chico mayor que nosotras, un encuentro fortuito mientras ella perdía el autobús de vuelta a casa y se metía en una cafetería porque fuera llovía a mares. Luego, mi primer encuentro con Raynard cuando mi amiga me suplicó que fuera con ella a una cita con Jakob. Un enorme escalofrío me recorrió la espina dorsal por completo cuando cruce mirada con Raynard, frio y distante a más no poder, y yo, que me costaba hablar con cualquier hombre que no era amigo o conocido mío. Balbuceaba o me quedaba en blanco, y hoy en día menos mal que… no tengo problema ninguno.

Hasta ahora, enamorada desde hacia más tiempo del que quizás quisiera aceptar de Diablo, sufriendo por completo perdidas tan importantes y traumáticas que dejaron cicatrices tan significativas que a veces parecía que no podía respirar cuando recordaba la muerte de ambos. Las dos delante de mis ojos, y mis manos llenas de sangre.

Cuando escuche la puerta de la entrada principal cerrarse intuí que la velada terminó para todos, aunque confirme mis sospechas cuando escuche a Raynard murmurar bastante cabreado algo a Irina, y después de eso, un portazo se escuchó. Unos pasos se acercaron a la puerta de mi habitación y se detuvieron, ansiosa deseaba que entrase a mi habitación, sin embargo, pasaron al menos dos minutos en los que nadie abría mi puerta. Pensé por un segundo que mi imaginación me había traicionado y en realidad nadie permanecía tras la puerta de mi habitación. Hice un mohín con los labios mirando de nuevo hacia el techo cuando la puerta se abrió. Me incorporé quedándome sentada en la cama mirando a Raynard sorprendida.

Se quedo toda la noche conmigo, la timidez de su pregunta me estrujo el corazón. Me eché a un lado y me quede dormida en un momento. Fue una de las pocas noches donde no tuve pesadillas, al contrario, hacía tiempo que no dormía tan sumamente bien.

Y sabia de sobras que era por tener a Diablo a mi lado.

Escuche un carraspeo a mi derecha que me obligo a girarme, estaba tan sumida en mis pensamientos sobre la noche anterior que no fui consciente que el coche se paró frente a una verja enorme de metal, el cual parecía blindado. Llevaríamos una hora y media de vieje donde nos transportaron a un nuevo complejo donde se reunirían el consejo de las mafias pertenecientes al tratado. En el todoterreno íbamos Raynard, Molly y yo, cuatro vehículos más iban en convoy con mi mejor amiga y su marido, los padres de los alemanes y en el último Irina.

  • ¿Tendremos que separarnos de nuevo? – Raynard guardo el móvil en el bolsillo de su impecable americana mirándome.

Yo estaba sentada en medio de los asientos traseros, aunque eran tan increíblemente amplios que teníamos sitio suficiente para estar cómodos.

  • No, oficialmente estamos unidos. – Tragué salida al escuchar “unidos”. – Aquella vez aun no habíamos hecho el juramento. – Asentí comprendiéndolo.

El coche se puso en marcha cuando las enormes puertas se abrieron mostrando una bonita y espectacular villa con numeras hectáreas de terreno. Un escalofrío me llego por el cuello cuando las manos de Raynard fueron a mi cuello, observando cada uno de sus movimientos me quito el colgante donde estaba el anillo de aquella ceremonia. Solté el aire de mis pulmones por la boca algo temblorosa, cuando saco el anillo me agarro la mano de forma delicada y me puso el anillo mirándome fijamente a los ojos.

  • Así esta mejor. – No pude evitar sonrojarme por la intensidad de su mirada.

Miré su cuello, donde la camisa la llevaba desbotonada y se asomaba el colgante que le puse aquel día.

  • Si. – Le dije mordiéndome el labio inferior.

De aquel trance salimos cuando el coche se detuvo en la entrada de un maldito palacio.

¡QUE NARICES!

Era gigante.

  • Señor, hemos llegado. – Igor hablo girándose levemente.

Miré a mi izquierda donde la rubia estaba dormida, sonreí negando con la cabeza. Podrían bombardearnos ahora mismo que Molly seguiría durmiendo plácidamente.

Le di un suave codazo moviéndola.

  • Bella durmiente. – Le dije escuchando un quejido salir por su boca. – Ya hemos llegados, debemos bajar del coche.

Primero bajo Raynard y seguidamente yo dejando a Molly se desperezase y se decidiese a bajar por la otra puerta. Me puse al lado de Diablo y comencé a andar a su par hasta llegar a Jakob y Aria, quienes ya saludaban a Aeron y Emilio, sus grandes amigos mafiosos.

Emilio fue el primero que se acercó dándome un suave abrazo, era un argentino bastante amable y cordial, sin duda mi favorito. Aeron me miro con una expresión seria, como era costumbre para él mirar a todo el mundo, y me extendió la mano, se la devolví firmemente.

  • ¡Emilio! – Mi amiga le dio un abrazo cariñoso. – Aeron. – Rodo los ojos poniéndose a mi lado.

Sonreí hacia Molly, esta chica era expresiva y no se escondía mostrándolo.

  • Es un placer volver a ver a todos vosotros. – Benjamin, una de las manos derechas, saludo a Raynard efusivo.
  • Están todos instalándose ya. Faltabais vosotros e Irina. – Miró a la rusa con cara de pocos amigos.
  • Aeron. – Secamente la rusa le hizo un gesto con la cabeza, este achino los ojos hacia ella.
  • ¿Qué tal, Irina? – El argentino intento cortar la tensión.




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