- ¿Q-Qué significa esto?... - preguntó Sayuri impresionada.
- ¿Qué?
- Usted prometió que me respetaría...
- Claro que sí, por eso mande a preparar esta habitación para ti.
- ¡¿Esa enorme cama es para mi sola?! - se impactó.
- Por supuesto, ¿Acaso pensaste que dormiríamos juntos?
- N-No.
- Yo haré lo que desees, si no te gusta dormir sola con gusto dormiré contigo - deslizó bromeando.
- N-No sea atrevido - se sonrojó ella.
Salomón esbozó una tímida sonrisa - ¿Atrevido?, ahora somos prometidos, podemos tener un trato más directo, así que puedes llamarme sólo Salomón.
- Yo aún no lo conozco así que voy a seguir tratandolo de usted - afirmó decidida.
- ¿De usted?
- Así es.
El Diablo estaba sorprendido, aunque era educada Sayuri demostraba tener caracter y eso le atraía.
- Está bien, confío en que pronto me llamarás sólo por mi nombre - sonrió - Mandé a traer vestidos para ti y todo lo que puedas necesitar, los encontrarás en el armario. Si hay algo que precises y no encuentres pídeselo a Mirten, es la primera vez que convivo con una mujer así que puede que algunas cosas que se me hayan pasado por alto...
- E-Está bien...
- Pero si necesitas algo de mi estoy para ti todo el tiempo, mi habitación es la de al lado, no es necesario que toques la puerta... - comentó seductor.
- Gra- Gracias, pero así estoy bien... - dijo tomando un poco de distancia aun sonrojada - ahora sólo quiero descansar...
- Está bien, descansa todo lo que necesites, buenas noches Sayuri...
- Buenas noches Señor Salomón... - terminó por decir ella y el Diablo cerró lentamente la puerta mientras la joven quedaba dentro de la habitación.
Salomón quedó un momento de pie detrás de la puerta, podía entender que la joven no estuviese contenta con la idea, pero él no podía evitar sentirse ansioso a su manera. Dentro de su seriedad, saberla cerca agitaba su corazón, le gustaba.
Mirten subió silenciosamente las escaleras buscándolo y se topó con aquella imagen, un Salomón pensativo pero de semblante relajado, fuera de la habitación de aquella joven, y fue en ese entonces que lo supo, la llegada de Sayuri traería un cambio en la vida del Diablo.
- Señor Salomón, la cena está lista.
- Bien, vamos.
- ¿Cómo se encuentra la señora?
- Creo que está algo confundida, debo ganarme su confianza.
- ¿Le dirá lo del acuerdo? - preguntó Mirten ya bajando las escaleras a la par.
- No, eso sólo le haría más daño, si se entera de que su padre hizo semejante acuerdo terminaría de entristeserla...
- Entiendo.
- Realmente no sé que pensar de ese hombre, casi me convence de que las quería a las dos por igual, pero es evidente que prefiere a una para asegurar un estatus social.
- ¿De verdad piensa que es capaz de atentar contra su hija?
- Si tiene otra razón que lo mueva no la encuentro, no correré riesgos tratando de entenderlo, así que por ahora no quiero que nadie de esa familia entre aquí Mirten.
- Como ordene Señor - terminó por decir el sirviente y el Diablo se dispuso a cenar.
Mientras tanto la joven admirada aquella habitación, sin dudas era hermosa, una cama confortable y un armario lleno de hermosos vestidos pero no podía evitar suspirar sintiendo que de repente perdió su libertad. Desde la ventana de la habitación admiraba el jardín, se sentía como un ave enjaulda, nunca necesitó riquezas ni lujos, era feliz con su tranquila vida en la Villa.
Pero de a poco se iba haciendo la idea de que así sería, se cambió de ropa para dormir y se recostó en la cama abrazandose a una almohada mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas
- ¿Por qué pasó esto?... yo quería ser libre... vivir mi vida como yo quisiese... al menos... hasta que ese día llegue... - murmuró entre sollozos hasta quedarse dormida.
Luego de un rato el Diablo también se disponía a ir a dormir, había sido un largo y particular día, pero camino a su habitación se detuvo nuevamente frente a la puerta de Sayuri.
Deseaba verla pero lo más seguro es que ya estuviese durmiendo, aun así no pudo dominar sus impulsos y con su magia abrió la puerta de forma silenciosa y efectivamente Sayuri ya dormía.
Pero aquello no le bastó, quería verla aun más de cerca y lentamente ingresó hasta incarse a su lado en la cama.
Le parecía increíblemente bella pero además triste, pues se había quedado dormida abrazada a aquella almohada con sus mejillas marcadas por las lágrimas.
Cuando la veía así de cerca no podía definir lo que sentía, sabía que le gustaba, pero no era sólo atracción fisica, ella despertaba en él una sensación desconocida, un deseo de protegerla, de no dejarla sola, tal vez porque se sentía responsable de haberla puesto en esa situación, de que una simple muchacha se había vuelto una victima de manipulación, pero había algo de lo que estaba seguro y era que la quería para él.
Moría por tocar su singular cabello ó por robar un beso de sus tímidamente rosados labios, pero había prometido respetarla y así lo haría, era un límite que no podía cruzar, si lo hacía nunca se ganaría su confianza.
Así que admiró una última vez a Sayuri y salió de la habitación en silencio dirigiéndose directo a la suya.
A la mañana siguiente la joven despertó, sin duda había descansado bien en esa cómoda cama, pero cuando miró a su alrededor nuevamente entendió que todo era real, que ahora convivía con el Príncipe Salomón, el Gobernante del Reino de la Codicia.
Sayuri tenía carácter pero también era inteligente y podía adaptarse a las complicaciones que se le presentaban. Sabía que el Príncipe tenía buenas intenciones, pero tener que convivir con un desconocido de la noche a la mañana era algo difícil de asimilar y necesitaba saber la verdad.
Eligió un delicado vestido rosa de aquel armario, cepilló su cabello en el baño privado y se dispuso a bajar lentamente las escaleras.
Sabía que era inevitable que se cruzara con el Príncipe en el lugar pero no podía evitar sentir nervios al imaginar su encuentro. Caminó algo perdida por la inmensidad del Palacio, se guio por los ruidos que escuchaba y terminó en la cocina del lugar.
- Buenos días... - saludó tímida.
Sorprendió a las sirvientas desayunando - Bu-Buenos días señorita, perdón, Señora Sayuri... - saludó una - El Señor Salomón ordenó que la dejaremos descansar y llevasemos el desayuno a su habitación... no esperábamos que se levantase tan temprano, ¿Quiere desayunar en su habitación?
- No se preocupen, estoy acostumbrada a levantarme temprano por mi trabajo - sonrió amable - ¿El Señor Salomón ya desayunó?...
- No Señora, él aun duerme, el Señor disfruta trasnochar trabajando así que suele despertar tarde. ¿Quiere desayunar en la sala?
- No, no me gusta comer sola... ¿Puedo desayunar con ustedes aquí? - preguntó algo tímida.
Las sirvientas se sorprendieron, no esperaban tal pregunta viniendo de una prometida del Diablo, quedaron observandola pero ella nuevamente insistió - ¿Puedo?
- P-Por supuesto Señora Sayuri...
- Gracias - dijo y tomó asiento a su lado -todo se ve delicioso - comentó admirando la comida mientras le servían el té.
En ese momento también se asomó Mirten a la cocina, listo para iniciar el día, pero también fue sorprendido por la presencia de la joven.
- Buenos di- ... ¿Señora Sayuri?
- Buenos días Mirten - sonrió.
- ¿Qué está haciendo aquí?
- Desayunando con las muchachas, ¿Se une a nosotras? - preguntó.
- E-Está bien, sí, por supuesto Señora... - dijo y tomó asiento alrededor de la mesa de la cocina.
La joven dio el primer sorbo a su té pero sintió que todos la observaban - Perdón ¿Los incomodo? - preguntó observandolos.
- Oh! No, no, no Señora no es eso - respondió rápido Mirten - es sólo que esto es algo inusual...
- Es que no me gusta comer sola... me agrada tener compañía, y ahora que no estoy con mi abuelo ya lo extraño.
Lo que los sirvientes no imaginaban es que, a pesar de haberse ido a dormir muy tarde, Salomón estaba tan ansioso por cruzarse con Sayuri que despertó temprano y bajó las escaleras en silencio.
Sabía que al ser muy temprano la servidumbre estaría en la cocina pero era la primera vez que oía murmullos, iba directo a pedir el desayuno pero al oír la voz de Sayuri también allí se quedó oculto escuchando la conversación
- ¿Así que le gusta comer acompañada?
- Sí, siempre - sonrió ella.
- ¿Pero no le es extraño hacerlo con la servidumbre? - preguntó una de las sirvientas.
- No, para nada, cuando tenía que ir al Palacio de mi padre siempre lo hacía - sonrió.
- ¿Cómo? - preguntó Mirten.
- Ustedes ya deben conocer mi situación, soy una hija ilegítima - soltó sin problemas - en ocasiones mi padre me llevaba a su palacio pero su esposa nunca aceptó compartir la mesa conmigo, así que desde pequeña me acostumbré a comer en la cocina en compañía de las sirvientas - todos quedaron en silencio y ella continuó - Para mi era mucho más agradable estar con las sirvientas que con mi madrastra y hermana, son mujeres muy agradables - sonrió.
- Disculpe la pregunta pero... ¿Su padre no intervenía en tal situación? - preguntó Mirten.
- Él insistía pero las únicas ocasiones en que pude sentarme en la mesa principal durante mi niñez eran cuando su esposa e hija no se encontraban en el Palacio. Luego cuando crecí opté por mi misma comer en la cocina, no quería traerle problemas a mi padre - terminó por decir.
Salomón apretó el puño al oír eso, ella desde pequeña aceptó el abandono y vivir marginada pero aún así no quería causarle problemas a su padre, Sayuri sentía que él la defendía a su manera, el Diablo reflexionó que si sabía la verdad tras el acuerdo le rompería el corazón.
- Quiero saber el nombre de todas ustedes también, no lo tome a mal Mirten pero hay cosas que me daría pena pedirle a usted. ¿Verdad chicas? - dijo risueña.
- S-Sí Señora - respondieron ellas.
Salomón la oía hablar y percibía su sencilles, era calida, cercana.
En ese momento decidió hacerse visible - Buenos días a todos - dijo en un tono serio como de costumbre.
Inmediatamente los sirvientes se pusieron de pie, Sayuri también los siguió - Buenos días Señor Salomón - respondieron a coro.
- En especial a ti Sayuri... buenos días - dijo ya clavando su mirada en ella.
- Hola Señor Salomón... - respondió ya seria.
- ¿Me harías el honor de desayunar conmigo en el jardín? Creo que tenemos que hablar...
- Está bien... - respondió ella y Mirten preparó todo en el jardín.
Ya en el mismo el Diablo preguntó - ¿Descansaste bien Sayuri?
- Sí Señor.
- Me alegra, mi única intención es hacerte sentir cómoda - comentó bebiendo su té.
- Señor Salomón?...
- ¿Sí?
- ¿Por qué me trajo a vivir con usted?
- ¿Qué?
- Entiendo que quiera desposarme porque le parezco "bonita" y por mi linaje... ¿Pero por qué me trajo aquí tan pronto? ¿Hay alguna razón?...
- Es por tu bien... - respondió escueto Salomón, no se atrevía a decirle lo de la cláusula de matrimonio.
- ¿Por mi bien? ¿Por qué? ¿Sucedió algo?
- Es algo protocolar, como mi prometida debes estar a resguardo. Pero además porque quiero tenerte cerca...
- ¿Cómo dice?
- Yo sé que no es una situación común, pero creeme que era estrictamente necesario. Tal vez hubiese sido mejor que nos conozcamos en circunstancias más casuales pero de igual manera yo estoy encantado de tenerte aquí Sayuri, podemos conocernos también de esta forma - dijo tratando de tocar su mano.
La joven lo observó y respondió - Yo no sé si usted ya tiene definido lo que siente por mi, pues no me conoce, quizás me vea como una mujer con un buen linaje para su hijo y nada más ...
- No, no es eso...
- Pero yo no me siento comoda en esta situación, aunque sea el Príncipe no puedo simplemente aceptar que de un día para el otro estoy comprometida y mucho menos venir a vivir con un hombre que no conozco - dijo apenando su mirada.
Salomón se acercó más y le tomó ambas manos, ella se sentía nerviosa - No es eso, yo no te veo sólo como una mujer para tener un hijo, tu me gustas Sayuri, me gustas mucho mujer...
- ¿Qué es lo que le gusta de mi? Mi apariencia ¿verdad?
- Claro que eres hermosa, ya te lo dije, eres la princesa más hermosa que he visto, pero quiero conocer cada aspecto de ti, siento que eres un ser especial... viviendo juntos tendremos tiempo para conocernos.
Sayuri se sentía presionada - ¿Cuándo podré ver a mi abuelo?...
- Por tu seguridad es mejor que por unos dias no salgas de aquí.
- ¿No saldré? ¿Y qué se supone que haré? Yo estoy acostumbrada a trabajar...
- Puedes hacer lo que quieras siempre que sea dentro de los terrenos del Palacio, sea lo que sea, actividad o pasatiempo puedes hacerlo aquí.
Sayuri terminó por entristecer su mirada, lentamente liberó sus manos de las de Salomón y se puso de pie
- ¿Sayuri?...
- Yo... ahora necesito espacio... tiempo para adaptarme a mi situación... pero dejeme decirle Señor Salomón que este compromiso es en vano.... y que mientras esté encerrada no conocerá ni la mitad de lo que soy.... pues soy un ser criado en libertad, y las aves que son enjauldas nunca sonríen de verdad... - terminó por decir ella y se marchó.
Salomón pudo sentir el peso de sus palabras, aunque era joven hablaba con madurez, desde ese momento supo que ganarse su corazón no sería nada fácil.
Estaba dispuesto a darle el tiempo que necesitase, pues como había dicho en un principio el Palacio era la suficientemente grande como para no cruzarse, pero nunca imaginó que sus deseos de verla lo dominarían.
Aquella primera semana resultó tortuosa para Salomón, la joven tenía para con él un trato cordial aunque distante, cenaban juntos, por las noches él podía oírla bañarse, ya que el baño privado de ella estaba separado por una pared de la habitación del Diablo, y de sólo imaginarla en esa situación se aceleraba su corazón. Cuando pasaba frente a su cuarto se podía apreciar su perfume, era suave y agradable, por donde sea que fuese su aroma quedaba. Le parecía hermosa e inalcanzable, pero sin duda lo peor para el Diablo era ver que aquella joven regalaba su sonrisa y simpatía a cualquiera, menos a él.
Sayuri sonreía y compartía tiempo con la servidumbre, se sentía comoda con ellos, Salomón podía escuchar sus conversaciones relajadas y a la vez profundas, consejos y experiencias, era agradable oírla hablar, atrayente.
Aunque el Diablo mandaba a buscar las joyas y vestidos más finos nada lograba llamar su atención, no terminaba de entender que a aquella joven no le interesaban esas cosas, después de todo ¿Para qué querría un ave plumas nuevas si no puede volar con ellas?, su falta de experiencia para cortejar una mujer lo limitaba.
Salomón inesperadamente comenzó a experimentar una sensación de celos hacia los sirvientes, incluso de Mirten, pues él había logrado tal cercanía con Sayuri que hasta consiguió que ya no lo tratase de "usted", sin embargo Salomón seguía siendo "El Señor Salomón " para ella, aquella brecha no desaparecía.
Un día de la segunda semana de convivencia, el Príncipe salió para cumplir unos compromisos, sin embargo en el camino de regresó no podía dejar de pensar qué hacer para acercarse más a la joven, iba ingresando por el jardín cuando una imagen terminó por clavar una daga en él, pues encontró a Sayuri regalando su hermosa sonrisa a uno de sus hermanos despertando en Salomón los celos de un Diablo...
Continuará...