—Ugh…
—¿A dónde tengo que ir? —Ahí va Muriel con la tetera abrazada entre las manos
—Escaleras, vuelta a la derecha en el pasillo.
Ahí va donde le dice.
—Ehm… y tú ¿Qué edad tienes?
—Suficiente para que Wattpad no nos elimine esta historia si acaso pasa alguna movida rara, eso seguro.
—Menos mal, solo nos faltaba —admite aliviada la tetera.
—Es muy bonito todo este castillo. Y muy grande.
—Ya. Sí es grande y antes era más bonito.
—¿Antes cuándo? Yo vivo en una casita de tres cuartos en el pueblo.
—Mira que bien. Antes de la maldición. Era un castillo ostentoso y sin tantas plantas.
—¿Qué pasa con eso de las plantas, eh?
—Es parte de la maldición, el manzano.
—Es muy bonito el manzano —sonríe—. Todo grande e impresionante y entra la luz del rosetón de colores entre las hojas ¿Hacéis mermelada de manzana con los frutos?
—Sí, y la vendemos en los pueblos cercanos. La cambiamos por otros víveres…
—¿Cómo hacéis eso siendo muebles? ¿Es está puerta?
—Es… son todas, hay vestidos en todas. El perchero tiene la forma más parecida a una persona. Con una capa y un sombrero pasa por humano. También hay algunas armaduras.
—Ooooh ¿De veras? —ahí va hacia adentro entonces.
—Pues, más o menos. Hay una chica del pueblo que nos ayuda también.
—¿Quién? Conozco a todos en el pueblo y nunca me han hablado de esto.
—No, no, ella no sabe. Es la hija del panadero. Cree que el perchero es una persona y ella vende las mermeladas. Quizás hasta has comprado una.
—¿Saraquiel? Pero si ella... ¡Oh! ¿Es mermelada de manzanas encantadas? —deja a Belcebú sobre la cama y se va a abrir el armario.
—Ah, no sé si están encantadas las manzanas.
—Ah... ¿No?
—Pues son solo manzanas.
—Ah, menos mal —empieza a sacar vestidos, maravillada—. ¡OH! ¡MIRA ESTO!
—Uuugh —La tetera pega un salto con el grito.
—¿Tú usabas ropa de esta? —saca un vestido y se lo muestra, sonriendo.
—No. Yo… Yo era la criada, como es obvio.
—A lo mejor ahora podrías ponerte uno —tira el vestido por ahí sacando otro y la cama protesta pero se vuelve a dormir—. ¿Quisieras? Yo tengo un negocio en el que hago vestidos para mujeres y voy a ir el año que viene a presentarlos a Paris.
—¿Ahora? Si ves tú que soy una tetera, ¿verdad?
—Las teteras tienen cubre teteras —se pone un vestido encima y se acerca a un espejo que aunque está todo roto aún puede mirarse a sí misma dando una vueltecita. La verdad, tanto el armario como la cama se ríen un poco de imaginarse a Belcebú con un vestidito.
—Solo me falta un "cubre tetera" —fulmina al armario y la cama.
—Yo puedo hacerte uno si te falta.
—Creo que no.
—Me va bastante bien —se encoge de hombros—, muchas chicas en el pueblo me compran.
—Sin embargo, si hay cosas que puedes hacer por nosotros. Eso está muy bien, aunque el pueblo es pequeño, ¿no? Te iría, seguramente, mejor en Paris. Mmm… Aunque en realidad ¿no te gusta este castillo?
—¿Qué cosa puedo hacer? La verdad, lo que pasa es que tampoco doy al abasto para tener un negocio mucho mayor, mi hermano lleva la contabilidad y siempre estamos al límite.
—Ehm… con Monsieur Croulieau no tendría que preocuparse de la parte económica del negocio.
—¡Y menos aún si me regala todo esto! La verdad ¿Puedo confiarte un secreto? —suspira y se sienta en la cama tomando la tetera y abrazándola—. Para mí no es tan importante ir a Paris, pero mi hermano… Creo que el necesita salir y ver mundo. Conocer chicas.
—Ahh… ¿no? Pero ¿ibas a ir con tu hermano a ver esto? —Uff, es que esto estaría mejor si no estuvieras abrazándola. Ugh.
—¿A ver qué? Es que ¿sabes? Cuesta mucho sacar de casa a mi hermano. Todo el tiempo está enfrascado en sus libros y perdido en historias y a mí me da un poco de pena dejarlo solo. O sea, no unos días, pero el día que me case y forme una familia. Él se va a quedar ahí, porque es que nunca habla con nadie.
—Bueno, mira, si te vienes aquí él podría venir también y quizás podría hablar con Monsieur Croulieau.
—Ya he visto que se llevan bastante bien. Eso es tan raro... ¿Sabes? En el pueblo hay unos chicos que quieren montar un negocio, no son malas personas pero él... ¡es que no quiere saber nada de nada de nadie! Que digo yo, ¿qué le costaría hacer un pequeño esfuercito de nada?
—Y tú ¿qué piensas de tu hacer un pequeño esfuercito de nada? O sea,que… ¿qué te parece Monsieur Croulieau?
—Pues creo que... ¿Sabes? No sé, ojalá se hicieran amigos. O sea, es que cuando murieron mis padres y él heredó la casa, tuvo algunas ofertas de matrimonio y ¡las rechazó todas! Y antes trabajaba en un despacho de abogados, mientras yo aún era muy pequeña y aun veía a gente y tenía amigos, pero ahora que trabaja conmigo se pasa todo el día en casa y ¡solo habla con gente cuando le mando al mercado!
—Pues aquí no parece para nada que no le guste hablar…
—Pues en el pueblo solo habla con el librero y todo el mundo piensa que es raro y que siempre está en las nubes —suspira—. Y es una pena porque si se dieran el tiempo de conocerle verían que... Bueno, sí es muy raro y siempre está en las nubes, pero no es una mala persona.
—Algo parecido pasa con Monsieur Croulieau en realidad, parece una fiera desagradable y es un buen tipo.
—¿De verdad no se come a la gente?
—Claro que no se come a nadie. Es ridículamente bueno hasta con los que no debería. Pero no le digas que te dije eso porque va a morirse.
—¿Por qué? ¿No le gusta ser bueno?
—No le gusta que crean que lo es.
—Debe ser solitario también vivir así, siendo muebles y una serpiente. Supongo que tampoco podéis hablar con mucha gente.
—Pues no es como que no seamos mucha "gente" aquí. Es bastante asqueroso solo hablar con la misma gente.