Mensaje de Alysa

Laerte quedó verdaderamente sorprendido con lo dicho por su abuela, pues por muy fantástica que sonora la historia, él no podía dudar de ella, mucho menos cuando él mismo estaba viviendo algo inverosímil que ya de por si, representaba un riesgo con aquello de los "vacíos legales".

—Tu silencio me hace pensar que crees que soy una vieja loca —habló Dafne cuando Laerte no supo qué contestarle a su abuela— Y quizá tengas razón pero...

—¡No! ¡No! Lo siento, es que es difícil de asimilar —interrumpió Laerte.

—Por favor no me sigas el juego. Entiendo que esto es difícil de creer y quizá de verdad estoy perdiendo la cabeza, pero no quiero que me mientas —insistió Dafne.

—No abuelita, no te sigo el juego. No puedo dudar de una persona que me enseñó a no creer en absurdas fantasías ¿Recuerdas? Tu me enseñaste a buscarle explicación a todo —contestó Laerte— Por ello sé que si tu me estás diciendo que pasó, es porque tu ya descartaste todas las posibilidades —Dafne permaneció en silencio insegura de responder a aquella afirmación— Sé que temes algún día perderte en la fantasía por la senectud, pero te prometo abuelita que siempre contarás conmigo para ayudarte a volver a la realidad.

—Gracias, hijo —contestó Dafne conmovida pero en mente tenía algo más que no sabía si revelarle a su nieto.

—No agradezcas, siempre contarás conmigo —insistió Laerte— Yo te agradezco por haberme contado esto, la verdad es que temía que mi mamá me estuviera ocultando que estabas más grave de lo que me dijo.

—De ello no temas, el médico me dijo que estoy bien, sólo debo reposar y seguir una dieta espantosa, eso será lo más difícil de todo.

—Cuando vuelva a la ciudad, me iré a vivir contigo para cuidarte y yo mismo te vigilaré esa dieta —advirtió Laerte.

—No puedes venir a vivir conmigo, tu madre y tus hermanos te extrañarían —contestó Dafne renuente a que su nieto la sometiera a la dieta, sabiendo que él la haría seguirla con rigurosidad— Tu madre no te dará permiso.

Laerte echó a reír por la reacción exagerada de su abuela a sabiendas de la razón de su negativa.

—Eso ya lo veremos. Por ahora te dejo abuelita, ya se me acaba el tiempo de la comida.

—¿No has comido? ¿Y así planeas llevar mi dieta? Primero ve y cuida tu salud y luego piensas en la de los demás —replicó Dafne— Vete a comer y cuídate mucho.

—Ya me voy entonces. Nos vemos pronto.

—Te amo hijo.

—Yo también abuelita.

Laerte colgó y soltó un suspiro pesado, pues aunque lo último que habló con su abuela fue más relajante, su mente no dejaba de dar vueltas en la historia que Dafne le contó. Con todo ello en la cabeza se fue a comer, aún cuando no tenía hambre por la ansiedad. El principal pensamiento que revoloteaba su mente era el cómo es que su abuela había podido tener una visión relacionada con el anillo que ahora él poseía, pues ahora creía más en esa vinculación por la forma en que ella describió sobre las reverencias, las cuales parecían ser importantes para Kalila, así como el hecho de que la Ifrir coincidía en el raro color de ojos y el del cabello.

—¡Laerte! —gritó Valerio mientras sacudía a su amigo para sacarlo de su ensimismamiento.

—¡No hagas eso! ¿Qué te pasa? —reclamó Laerte— ¿Para qué gritas?

—Te llamé varias veces y no me pelabas —replicó Valerio.

—¿En qué tanto pensabas? —preguntó Oscar quien acompañaba a Valerio pero que al principio Laerte no notó.

—Nos cuentas afuera, tenemos que irnos —señaló Valerio haciendo notar que ya era hora de salir de la casa donde les servían la comida, pues ya era tarde.

Laerte no comió del todo bien por andar distraído y cuando él y sus amigos caminaban con dirección a la casa donde se quedaban, sólo les inventó que no se sentía muy bien. Oscar insistió en avisarle al maestro pero Laerte sólo comentó que necesitaba descansar. Fue con este pretexto que logró quedarse recostado en su sleeping el resto del día, a veces fingiendo dormir, pero así como las últimas veces, por la noche cuando todos dormían, se levantó para salir al patio.

Valerio lo siguió por detrás apenas lo oyó levantarse, pues desde un principio imaginó que algo ocurría con su amigo diferente a lo que había dicho, especialmente porque recordaba que Laerte había dicho que hablaría con su abuela sobre el sueño que le causó el infarto. Además, él tenía algo importante que decirle sobre la búsqueda de los Ifrit que no habían logrado hacer.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Valerio— ¿Qué te dijo tu abuelita?

—Si te lo cuento, es porque sé que no tacharás a mi abuelita de loca, porque sólo tu sabes todo lo que ha pasado el día que encontré este maldito anillo —contestó Laerte.

Laerte contó a su amigo lo que su abuela ya le había dicho y aunque Valerio trató de calmarlo tratando de convencerlo de que no había relación  entre el sueño y el anillo, su amigo terminó por aceptar que algo tenía que haber entre ambos factores.

—Sólo intentaba calmarte —comentó Valerio viendo la tarea imposible.

—¿Cómo voy a calmarme? Cargo en el dedo un peligro que no sabemos cómo manejar y ni siquiera podemos buscar más datos al respecto —remarcó Laerte— Además, mientras hablaba con mi abuelita, tuve la sensación de que hubo algo más que no quiso decirme.

—Bueno, lo de tu abuelita no sé qué decirte, pero sobre lo otro, tengo una solución —continuó Valerio— O al menos una ayuda.

—¿Qué quieres decir?

—¿No has revisado tus mensajes del grupo? —preguntó Valerio y notó el gesto de Laerte que se veía confundido— Ok, te lo explico —dijo con una gran sonrisa—Bueno, recordé cuando Alysa me obligó a aprender el lenguaje secreto que tu y ella se inventaron cuando niños, así que cuando estábamos comiendo, en clave le pedí a ella que investigara y que nos pasara la información en clave —explicaba sintiéndose como el más astuto para luego recordar que su amiga puso muchas trabas para aceptar— Fue una lata convencerla de que lo hiciera así, pero ya nos mandó la información.