El palacio esmeralda, ubicado en la isla del norte se alza frente a mí con ímpetu recriminante y remarcando el motivo por el cual me encuentro hoy aquí. Acusándome.
El palacio es una edificación de cuarenta y cinco pisos en una extensión curvilínea conectada a dos grandes torres a los costados asemejando una enorme nave espacial de cristal con el toque clásico del mundo antiguo, pero con una arquitectura futurista en la que vivimos, en verdad es monumental, parece como si intentara competir con el Háal Káab, cha que se postra imponente frente a él y humillarlo con superioridad al igual que las demás torres que se alzan en esta isla. Está demás mencionar que el palacio esmeralda lleva ese nombre por encontrarse pintado en ese tono en su totalidad, al igual que los cristales que lo hacen brillar y darle un toque majestuoso.
Avanzo a través de un enorme jardín entre plantas, fuentes y un piso brillante de resina epóxica que refleja mi silueta al andar. Al llegar a la entrada observo la altitud de la estructura como si no tuviera fin, de pronto de la parte superior de la puerta un láser verde se dirige a mí y rápidamente intercepta mi R.I.P., la puerta se abre automáticamente invitándome a pasar. Durante las anteriores visitas que había tenido jamás me habían parecido que estas estuvieran tan ansiosas de verme, los cristales parecen una enorme fosa apunto de tragarme, un aliento fresco emana del interior, me arriesgo. El lugar siempre es inodoro y fresco. Un cierto número de personas caminan de un lado a otro mientras algunos otros se acumulan en una enorme sala esperando ansiosos su turno para asegurarse de estar sanos.
Algunos jóvenes pasan a mi lado con sus plásticos en mano donde les habían entregado el resultado de sus exámenes y al parecer para todos eran noticias buenas, pues ya iban de salida y muy contentos, de hecho, los exámenes aquí realizados son solo de rutinas, cada intervención es exactamente igual a la anterior, o, al menos en las cuatro que yo he estado, así me han parecido, el protocolo perfecto para mantener la paz y el control de todo el Arrecife, solo se debía contestar lo que todos deseaban escuchar. Lo correcto. Lo leal. Lo aprendido a lo largo de nuestra vida. La verdad absoluta.
Todo parece marchar con normalidad, pero esta vez para mi siento que todo es diferente, quizá por el reciente suceso con Alison o quizá porque algo ha cambiado. Yo.
Esta vez tengo motivos para estar nervioso, no sé si ellos lo notarán al estar frente a frente, pero ¿qué demonios estoy pensando?, por supuesto que lo notarán, están capacitados para ello, por eso nos gobiernan y mantienen el orden en el Arrecife ahora la pregunta es ¿Qué pasará si no paso la prueba y descubren que algo no marcha bien en mí?, ¿cómo será mi nueva personalidad después de la intervención?, ¿tendré cura?, ¿seguiré sintiendo lo mismo?, ¿seguiré recordando a Lucas?, un sin fin de dudas desfilan por mi mente. Siento que es el fin de mi vida como la conozco.
Quizá cuando descubran que algo no está bien en mí, me harán una intervención quirúrgica para ayudarme si ya estoy muy enfermo o tal vez aun no estoy tan infectado y solo necesito alguna vacuna para reacomodar mi personalidad, mis pensamientos, pero que tal si soy un incurado y deban experimentar conmigo, me estoy adelantando demasiado pero esta ansiedad que me provoca no saber que va a suceder me está volviendo loco, tal vez lo que Lucas me ha comentado me hace tener todas estas dudas en mi cabeza, quizá ni siquiera estoy aquí por mí y solo desean hacer preguntas acerca de Alison, necesito tranquilizarme antes de empezar a hiperventilar y solo continuar con el protocolo, hablar con la verdad y salir rápidamente de esto, quizá aún estoy a tiempo de redimirme.
Me acerco hacia un conjunto de escritorios que forman un triángulo justo en el centro de esa primera planta, varias mujeres se encuentran sumergidas en sus ordenadores, tecleando infinidad de palabras o quizás números, me acerco a donde una mujer morena se veía más desocupada.
- Bienvenido al palacio esmeralda –me dijo con una sonrisa forzada pero sincera – ¿asunto?
- Buen día –le muestro la carpeta con el citatorio.
- ¿Número asignado? – comienza a teclear sin mirarme.
- Efe, siete, dos, dos –respondo al mismo tiempo que paso el R.I.P. por un monitor incrustado en el escritorio.
El lector por lo regular siempre enciende una luz verde, pero esta vez parpadea un par de veces y se pone de color rojo, parecen no ser buenas noticias, la chica esta vez me mira escrutándome fijamente, teclea nuevamente un par de cosas en el ordenador y coloca su dedo en el oído diciendo unas palabras en voz muy baja a su interlocutor que me es imposible escuchar, pero de inmediato puedo darme cuenta que ha avisado a alguien de mi llegada. De nuevo las alertas de mi cuerpo se comienzan a encender, esto no es una intervención habitual y algo realmente no marcha bien.
La impresora arroja una placa plástica transparente con un tipo de código impreso, la toma y me la entrega, nuevamente recuperando su sonrisa.
Niega con un movimiento de cabeza.
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es una utopía, luchando por la libertad, motivado por el amor
Editado: 09.10.2024