El arte de amar.

La Carta.

LA CARTA

De: Ian
Para: la chica que se llevó mi corazón y aún no quiere devolvérmelo.

Te amo.

Así voy a iniciar esta carta. Dicen que lo más importante se pone al final, pero yo decido ponerlo al comienzo para hacerte saber que mi amor por ti va de inicio a fin.

No voy a pedirte perdón, porque no lo merezco, tampoco voy a rogarte amor, porque el amor no se regala.

Solo quiero que sepas que lo siento. No lo siento mucho, lo siento en el corazón. Demasiado cursi, ¿no crees?

Desde el día que entraste en mi vida, supe que lo serías todo, sin importar nada. ¿Me odias? Bien, lo merezco. El odio es un sentimiento y prefiero que me odies a que no sientas nada. Porque si no sientes nada por mí, será mi fin. Todo inicia y acaba contigo.

¿Sabes por qué sé que te amo? Por qué cada mañana me despierto con cosquillas en los dedos por el deseo de tocarte, con ardor en mis ojos por la necesidad de verte y con hambre en mis labios por el desespero de poder besarte.

Y ahí no termina. He caído en la vergonzosa adicción de escuchar el correo de voz de tu antiguo número. Demasiado loco, ¿no? Necesito escucharte, mis oídos comienzan a doler y temo olvidar la hermosa sinfonía de tu voz.

No me estoy quejando, pues tengo la fiel creencia de que podré sobrevivir. Lo haré.

¿Sabes por qué?

Porque te amo.
Y ayer, mientras bebía una botella de whisky, llegué a la decisión más dolorosa de mi vida y, sin embargo, la más correcta.
Lo es.

A partir de ahora te dejo libre, Isabella. No quieres que te busque, no te busco, no quieres que te llame, no te llamo. Voy a respetar tu decisión, necesitas tiempo y te daré todo lo que quieras.

Esto no se trata de mí, se trata de ti y tus sentimientos. Deseo que vuelvas a mí y a mi vida —lo anhelo con todo mi ser—. No puedo obligarte a volver a un lugar en el que ya no quieres estar, es por ello por lo que te dejo libre.

Ten presente que por más libre y lejos que estés de mí, yo siempre voy a estar amándote y extrañándote. La parte más desesperada y ansiosa de mi ser vivirá cada día soñando con tu regreso, y si eso no sucede...

Está bien.

Eso es todo.

Nos recordaremos en los corazones del otro.

Lo haremos.

Sin más, gracias por leerme.

Te amo, y siempre serás mi cielo personal, mi brillante mariposa azul y todo lo divino que pueda resplandecer en este mundo.

Antes de dejar de escribir —creo que estoy un poco borracho—, quiero pedirte un favor. El último.

Si no puedes, si no quieres y si sabes que jamás podrás amarme, no te sientas obligada a volver a mí. ¿Bien?

No lo hagas, sigue con tu vida, no vuelvas, no mires atrás.
Sé una fuerte y empoderada mariposa azul.

Ya lo eres.

Siempre tuyo,
Ian Hank. El idiota de ojos azules.




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