Cuando se juega con fuego hay riesgo de salir quemados,
El problema comienza cuando en vez de alejarte el calor termina por atraparte.
AMALIA
Desconocía completamente la situación sentimental del hombre que me tenía acorralada entre su cuerpo y el ventanal de mi oficina. Pero si era su novia, prometida, amante o esposa, quien estaba afuera, si nos descubren en esta posición terminaría de hundirme en el hoyo de la vergüenza ante toda la empresa, y no estaba dispuesta a dejar que la poca dignidad que me quedaba se fuera al caño.
—No sé qué demonios estás pensando, pero no es lo que crees —advirtió fijando su vista en mí de nuevo.
Moví mi cabeza de lado a lado en un intento de quitar su mano de mi boca, pero él se tensó aún más. Frustrada intenté hablar, pero solo se escuchaba los ruidos que hacían mi garganta porque su mano atascaba cualquier palabra que quisiera salir.
Me retorcí entre sus brazos queriendo separarme, pero claramente él era más fuerte que yo, así que comenzamos a forcejear; yo por mi libertad y él por alguna razón que no comprendía y en este momento no me esforzaría por comprender.
Desesperada hice lo primero que, a cualquier persona madura, cuerda y de veinticinco años haría en una situación como esta; morderlo.
Él soltó una maldición y se alejó, aproveché el momento para emprender mi huida al lugar más seguro de esta oficina: tras el escritorio.
Desde cualquier punto de vista esta escena solo parecía a la de dos niños pequeños jugando a las traes, la única diferencia es que el hombre frente a mí solo quería matarme, no que lo persiguiera de vuelta.
Se abalanzó sobre mí sin medir su fuerza y ambos caímos en un golpe seco al piso cuando su brazo rodeo mi cintura, justo en ese momento se escuchó el sonido de unas llaves entrando en contacto con la cerradura, pero esta no se abrió.
Prácticamente sentado sobre mí, tomó con una mano las mías y con la otra me cubrió la boca.
—Esto es lo que vas a hacer —apretó su agarre cuando me retorcí para soltarme—, me voy a esconder, y tú te vas inventar lo que quieras, pero por nada del mundo puede saber que estoy aquí —hice un intento de hablar, pero al ver que no tenía intención de quitar su mano de mi boca, me sacudí nuevamente debajo de él—. Ya, ya —me presionó más contra el suelo y quise maldecirlo cuando mis costillas dolieron por la presión—. Si gritas, te juro que te voy a hacer la vida miserable en esta empresa, y juro que voy a inventar lo que sea necesario para que papá te saqué de aquí por la puerta de atrás.
Ya no pedimos el favor, ¿no?
Resignada, asentí e inseguramente quito su mano de mi boca, respiré profundamente cuando comencé a sentirme mareada por la falta de aire.
—Dame solo una razón por la cual debería ayudarte y no denunciarte por acoso, secuestro y —su mano volvió a cubrir mi boca cuando comencé a subir el tono de mi voz.
—Amalia —advirtió.
Su rostro pasó de un tono pálido, a uno rojo, verde y morado, cuando encaje mis dientes en su piel, pero antes de darle tiempo de reaccionar junte mis fuerzas y me di vuelta, empujándolo. Consiguiendo, de nuevo, mi libertad.
Me incorporé lo más rápido que pude y me preparé para correr por mi vida, pero justo la puerta se abrió, dándome una excelente vista de Josh- el jefe de seguridad-, Alyssa y una despampanante pelirroja mirándome de forma extraña.
Cuando mis neuronas se conectaron, busque con la mirada al culpable de todas mis desgracias en ese momento.
Pero no había nadie, Aiden se había arrastrado hasta cubrirse con mi escritorio, poco a poco comenzó a arrastrarse hacia la parte interna de mi escritorio.
—Amalia, ¿estás bien?
Su mirada se cruzó con la mía y lo único que pude leer de sus labios fue un "por favor" seguido de una mirada suplicante, me contuve para no rodar los ojos y maldije para mis adentros.
No sabía porqué lo ayudaba, pero tampoco quería dar explicaciones de porqué se encontraba debajo de mi escritorio y porqué no quisimos abrir.
—Amalia —insistió mi amiga.
—Si, si —repetí varias veces mientras acomodaba mi vestido y jalaba la silla que estaba, sospechosamente, contra la pared, tomé asiento intentando recuperar la compostura—, ¿Necesitan algo? —pregunté cordialmente, mientras trataba de actuar con naturalidad.
—La señorita Elisabeth Green está buscando al señor Aiden, nos dijo que se encontraba aquí —ambas miraron alrededor del lugar y yo me tensé—, como no abrías, nos preocupamos.
No, es que fíjate que me estaban arrastrando por toda la oficina y no tuve tiempo de abrir, lo siento— quise decir, pero me contuve
—Aiden no está aquí —me apresuro a aclarar, antes de decir lo que de verdad quería decir—, yo estoy bien y si no necesitan nada más se pueden retirar —me cachetee mentalmente cuando mi voz tembló al final.
La chica me miró detalladamente, haciendo que mis nervios aumentaran. Desvié la mirada hacía las carpetas frente a mí y comencé a echarles un vistazo para tranquilizarme.
Ten por seguro que te voy a matar después de esto.
—De hecho, me gustaría hablar contigo —la miré y la rubia me dedicó una sonrisa antes de adentrarse sin invitación—, a solas —remarcó dirigiéndose a Alyssa.
Ella me dedicó una mirada pidiendo mi aprobación. Sabía que si se lo pedía, Aly la sacaría de aquí a como diera lugar. Pero algo en la mirada de aquella mujer me gritaba que eso era lo que estaba esperando.
Era imposible que no escuchara algo de lo que pasó en esta oficina, por mínimo que sea, algún ruido, grito o estruendo debió de llegar a sus oídos y ahora quería retarme a decir la verdad. Lo único que no sabía era que los retos solo hacían que me interesara más jugar.
Ante la clara amenaza que me daba la mirada de la rubia, solo me bastaron unos segundos para recuperarme y dejar de lado la conmoción del incidente. Le di la señal que necesitaba mi amiga para irse y así lo hizo.