Sí, fue viéndote que dejé de creer en ti, cavaste una duda que forzó a mi corazón a abandonar la idea de creer en ti y en tu amor incapaz de apostar. Esperaba que la vida nos hiciera coincidir de golpe un día, que una casualidad nos citara en algún lugar, que el destino se acordase de nosotros y el tiempo cumpliera su promesa de llegar a olvidarte, pero sabía que en nada curaba el tiempo al pasado, sólo seguía avanzando mientras la vida me arrastra al paso del tiempo. Varias noches acostado en la cama, esperando que otro día amanezca mirando al techo, pensando en que había apostado por ti, creí en lo que decías sentir por mí, corrí el riesgo de eso, de enamorarme de ti, para que a la final te esfumaras mientras soñaba contigo, acabando completamente destrozado.
La noche llegó de la mano de una tormenta y una brisa turbulenta que vagaba por las desoladas calles, el viento golpeaba las hojas de los árboles, la lluvia reclamaba al frío y los estruendosos truenos eran proclamados desde el cielo. ¿Qué se suponía que haría con todo lo que sentía por ti?, quería creer que no habías querido lastimarme, pero la lluvia no caía por error, y aquellas lágrimas tampoco. Caminando por la esquina del parque, te vi con él, solo habíamos estado separados por unos años y lucías bien, habías avanzado como quien no siente lo que sentía ayer, tal vez fue esa la forma de superarlo, supuse que quizá algún día lo que sentía ya no sería tan fuerte, guardaba la recóndita esperanza de una mañana despertar y no pensar en ti, sentir por fin que ya no te quería pero cuán cruel puede ser conservar la esperanza y que ésta sea la última que muera.