Los cañones de tu amor se me habían explotado en las manos, envenenaste el silencio, tu recuerdo ardía junto a todo el dolor que habías dejado en mí, sentí la ira correr por mis venas, la mezcla de tu ausencia era una sensación que no podía sacudir, eras la fuerza y la furia que cargaba mi mal, fuiste la luz que terminó por cegarme. Había sido un fuego oscuro que pretendió iluminarte y supongo que debía aceptar que ese fuego no bastó, no duró, eso es lo que pasa cuando intentas tocar el cielo.
La vi escaparse de él, encaminarse hacia mí con la cabeza baja, el paso débil, lento, cansado, sin siquiera poder mirarme a los ojos, como quien intenta sacudir de sí una culpa que lleva anclada al pecho, una de esas que carcome y desgasta. Pensé en huir, mientras venías a mi encuentro pero infortunadamente no quería irme.
- ¿Recuerdas cuando pasábamos horas aquí rellenando el silencio con nuestras risas, olvidándonos del mundo, respirando nuestro propio aire? -Dijo con voz muy baja. -Extraño esa libertad. -Dijo casi sollozando.
- No hablaré de eso. -Dije impidiéndole continuar.
- Desde que llegué a tu vida no quería salir de la mía, fuiste como el aroma que me hacía estar aquí, te quise tanto que no sé cuándo empezó, creí que lo podíamos todo, que nuestro amor nacido en la tormenta sobreviviría al fuego y arderíamos juntos, y lamento… lamento haberte decepcionado. -Dijo con voz temblorosa. -Siento mucho no estar a prueba de miedos que me impidan amarte mucho, y hacerlo bien. -Dijo finalmente llorando.
Tenía tantas cosas que decirle, que no sabía qué decir, ella se había avecinado al llanto como refugio de su propio consuelo, el dolor bailaba en el mar de sus ojos, el remordimiento la golpeaba fuerte, vi su mirada reclamarme compasión mientras subía la marea, pero ya no había corriente capaz de traerte hasta mí. No dejé de mirarla, admirándola fue que había dejado de creer en ella. El sin sabor de indiferencia que había dejado no pasaba, y a pesar de que su respiración alcanzará mi piel, la sentía lejos, estaba lejos, lamentándose más por si misma que por mí.
- No existía alguna barrera que no habría derribado por ti, ni límites en el horizonte que no habría roto si se trataba de ti. ¿Sabes? se sintió como si estuviera en el borde de un precipicio… -Dije mientras buscaba su mirada. -Esto pudo funcionar, debiste cuidarle la espalda a nuestro amor, pero le clavaste un cuchillo, y aunque quiera ya no puedo creer en tus palabras, no sabes cuánto lamento en lo más profundo de mí haber creído en ti. -Dije sollozando. -Haber vivido con la ganas a mil de volver aquí donde me habías dejado, porque aunque te llamé libertad, fui prisionero de este amor, y saber amarte duele.
- No eres el único que lo siente, cada segundo que pasaba pensaba en lo que me perdí de ti, lo que pasaría si volvías. No sabes lo que sufrí al elegir lo correcto y que eso doliese, porque eso significó abandonarte. No podría explicarte lo que fue sentir el frío de otra piel por la que nada sentía, y que extrañarte fuese el costo de amarte como lo hice. –Dijo a punto de llorar. -…Desearía decirte que pude enfrentar a mi madre, ¿sabes? Y lamento haberte decepcionado, se siente como si hubiese perdido mi realidad y estuviese atrapada.
- No digas que lo sientes si cuando lo sentiste, sólo proseguiste. –Dije con rabia.
- ¡No sólo te duele ti, no sólo lo sientes tú, yo te amé como jamás amé mi vida! –Gritó.
- No se tira al azar aquello que se quiere más que a la vida. –Dije clavándole la mirada. -¡Mi mundo se resumía a ti, eras como mi necesidad y tú… tú te revolcabas con otro mientras yo te amaba más! -Grité mientras las lágrimas corrían.
Plasmó una bofetada sobre mí, fuerte, muy fuerte como un intento por despojarse de la furia, humillación y un poco de odio al que nos lleva la sinceridad de vez en cuando, cuán incapaces somos para aguantar la verdad.
- No puedes decir que no fue real, no puedes sentir por mí, y es una lástima que en la vida hayan decisiones que rompan, dañen, hieran y no tengan vuelta atrás, pero no puedo anteponerte a mí y pretender que eso sea amor, no pude. –Dijo llorando. -¡Y aunque no podíamos estar juntos, desafié al destino y decidí amarte! –Gritó.
- Yo no fuí quien se casó. -Dije alejándome.