El arte de recordar tus besos.

Quince

Catalina

—Si fuera tú aceptaría la salida —dijo Sarah a través del teléfono.

—Tal vez lo haga.

—Y tal vez pase algo más.

—Quieres dejar de decir eso, toda la semana has estado con lo mismo.

Se rió al otro lado de la línea mientras yo estaba enojada.

—Bueno —dijo una vez que se calmó— te puedo acompañar a comprar lo que vas a usar.

—Creo que tengo por ahí un vestido o algo.

—No, no cualquier vestido o algo Cata, cumples dieciocho.

—Pero qué intensos con que cumpla dieciocho.

—No me importa lo que pienses, paso por ti en una hora.

Me colgó sin dejarme responder. Me duché y esperé a que Sarah llegara. Miguel estaba en la sala cuando me vio bajar las escaleras.

—¿Vas a salir? —preguntó.

—Sí, voy a acompañar a Sarah al centro comercial.

—Cata quiero hablar contigo —asentí— ¿qué tienes con Eduardo?

—Nada.

—¿Segura?

—¿Por qué crees que tendría algo con él?

—Papá me contó que tuvieron una discusión por culpa de él.

—No Miguel, no tuvo la culpa de nada. Sabes que desde hace tiempo he tenido problemas con mi papá, esa fue la gota que derramó el vaso.

—¿Qué hicieron?

—Me llevó a la playa.

—¿A qué?

—De regalo de cumpleaños.

—Pero tú cumples el sábado.

—Fue el fin de semana que podía.

—Catalina, te voy a preguntar una sola vez y quiero la verdad.

—¿Qué sucede?

—¿Sientes algo por él?

Me quedé pasmada, sin poder moverme, sin confirmarlo ni negarlo. Pero al parecer mis ojos le dijeron todo.

—Ya veo. Sólo... cuídate, no quiero tener que romperle la cara si te hace algo.

Me giré, tomé mi bolsa y las llaves de la casa. Antes de abrir la puerta volví a Miguel.

—Si te hace sentir tranquilo, me cuida más de lo que crees.

Salí y subí al auto, nos fuimos hasta el centro comercial que quedaba a unos quince minutos de mi casa. Llegamos y entramos a todas las tiendas posibles.

No llevábamos algo en mente, al menos Sarah iba con el objetivo de que comprara un vestido. Entramos a la primer tienda; no encontramos nada. Tres tiendas después y seguíamos sin resultados, aunque no dudé en comprarme una chaqueta negra, unos lentes y tres blusas.

Pausamos nuestra búsqueda para comer algo, al terminar nos paseamos por otras tiendas, de cosméticos, papelería y zapatos. Pasamos por una librería y le pedí a Sarah que entrara conmigo.

—Que yo recuerde, tú odias leer.

—No lo odio, sólo no es mi fuerte.

—¿Y qué libro buscas?

—No recuerdo el título.

—¿Y de qué trata?

—De...

—Catalina —dijo con tono pesado.

—Sólo sígueme, yo sabré cuál es en cuanto lo vea.

Anduvimos por la librería unos diez minutos, buscaba y buscaba el libro pero no lo encontraba. Se nos acercó una de las personas que trabajaban ahí. Le expliqué que buscaba un libro, describí la portada y desapareció.

—¿Entonces?

—Lo va a buscar supongo.

—O te tomó de loca y huyó de ti.

—Qué graciosa estás hoy.

—Disculpa —me dijo la chica que me había atendido— supongo que buscas éste.

Me tendió el libro, cuando vi la portada y el título sonreí, le agradecí unas 3 veces y después lo llevó a la caja para empaquetarlo.

—¿7 vidas para enamorarnos? —dijo Sarah confundida—. Eso no suena muy tú.

—Me lo pidieron en un taller al que entré.

—Claro, luego te pregunto de qué trató.

Me entregaron el libro, lo pagué y salimos de la librería. Seguimos en busca de lo que usaría, estaba algo cansada de no encontrar nada, entramos a una tienda, vimos un vestido pero cuando me lo probé no nos convenció del todo. Salimos y seguimos caminando.

—Me estoy empezando a cansar —le dije a Sarah sin ánimos.

—Algo debe de haber.

—Sarah ya entramos a todas las tiendas y en ninguna...

—¡Mira! —gritó haciendo que me asustara—. Corre, ya vi algo.

La seguí hasta una tienda que teníamos frente a nosotros, entramos y ella corrió hacia la derecha, se perdió entre la ropa. Yo no entendía nada, y de pronto apareció con un vestido.

—Éste es —me lo mostró.

—¿Negro?

—Está también en rojo, te puedes probar los dos colores.

—No estoy segura...

—Catalina solo entra al vestidor y ponte el vestido.

Entré con ambos vestidos, primero me puse el rojo, el corte de arriba era en forma de corazón, con mangas que quedaban holgadas en mis brazos, la falda me quedaba un poco suelta y me llegaba a la rodilla. Salí y Sarah negó, entré de nuevo y me puse el vestido color negro. Este tenía el mismo corte de arriba pero con tirantes y con la espalda descubierta. La falda tenía el mismo corte pero ésta me quedaba a mitad del muslo.

—Es ese —dijo con una sonrisa.

—¿Estás segura?

—Te ves divina, estoy más que segura.

—Pues a pagarlo.

Buscamos unos zapatos, una vez que tuvimos todo lo necesario, fuimos a pagar. Salimos del centro comercial con cara de victoria y con unas diez bolsas. Me dejó en mi casa, guardé todo, bajé a cenar y después terminé un informe que tenía pendiente.

El viernes salí dos horas antes porque el profesor tuvo una urgencia, me encontré con Eduardo y se quedó conmigo mientras Sarah llegaba por mí.

—¿A qué hora pasas mañana?

—Reservé a las siete en punto.

—¿No es muy temprano?

—Si quieres la cambio a las doce de la noche.

—Solo decía, tú y Sarah están muy insoportables estos días.

—Así de insoportable me quieres.

—Sueñas con que te quiera.

—Eso me dolió ¿sabes? Pero aun con tu corazón de hielo te aprecio.

—¿Me aprecias? —dije riéndome— un golpe dolía menos.

—Tú empezaste.

Lo golpeé del brazo, recibí una llamada de Sarah diciendo que ya estaba afuera. Ambos salimos.

—Te veo mañana entonces.

—Paso por ti media hora antes de la cena.

Le di un beso en la mejilla y subí al auto. Llegué a mi casa y me puse a hacer unas cuantas tareas. El día se me pasó tan lento, dieron las doce y yo ya estaba en mi cuarto, cuando entró Miguel con un pastel y una vela haciendo ruido, lo que provocó que me asustara.



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En el texto hay: juvenil, romance, novela romatica

Editado: 06.05.2022

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