Habían pasado cuatro años desde lo ocurrido, ya no escuchaba más la voz de la maldad o la oscuridad. Asher se había dedicado a viajar por el mundo con papá, mientras que yo ya no pensaba en el pasado.
El primer año había esperado todos los días por la llegada de Evander Hudson y probablemente no regresaría. Había llorado mucho, a veces lo veía en personas que no se le parecían, ya no frecuentaba la casa de la señora Hudson para no darme falsas esperanzas y era mejor así.
El calor en Norwalk era casi nulo, estábamos a 18 grados en verano, lo cual era ridículo, aun así la gente solía ir a lugares para tomar el sol inexistente del pueblo.
—¿Estás segura de qué viajaras por el cumpleaños de Asher? —cuestionó Adam mientras conducía a la estación de autobuses. Lo había preguntado por decima vez en el camino. Adam se había vuelto el jefe de la fiscalía y le iba bastante bien.
—Ya casi llegamos, Adam—respondí nuevamente.
—¿Pero qué tal si te dan miedo los aviones?
—Pues me aguantaré.
—¿Y si mueres por el miedo?
—Entonces me entierras en el patio de mi casa—bromeé—solo iré tres días, tengo que regresar para acabar el último semestre de la universidad.
—Tienes razón, como quiera yo tengo que ir a Ohio a la sede.
Adam tenía el cabello bien peinado hacía tras ahora le gustaba llevar una barba bien recortada y vestir a blanco y negro. Mientras que yo ahora llevaba el cabello rubio hasta los hombros.
—Salúdame a tu familia cuando llegues—el matiz en su voz cambió a uno emocionado—tráeme muchos regalos cuando regreses, si no lo haces te mataré.
—Tú nunca me traes nada, Adam, ¿recuerdas cuando me compraste una hamburguesa pero en el camino te dio hambre?
—Me la comí—completó—pero tú eres mejor que yo, así que compra muchas cosas.
La estación de transporte era muy concurrida a estas fechas, el verano se acercaba y algunas personas en Norwalk aprovechaban para buscar descanso en otros lugares. Mi maleta estaba realmente ligera, llevaba lo necesario, pero, un sentimiento de dejar algo no me dejaba en paz.
—Creo que olvide algo.
—No te falta nada, solo son nervios—sonrió Adam—te conozco.
—Te veré en un par de días, te aviso cuando llegué al aeropuerto—le di un pequeño abrazo y bajé de la camioneta, emocionada y deseando ver el rostro de papá y Asher cuando me vieran en Francia.
Sería una nueva y completa experiencia. Crucé la acera antes de que un camión de transporte se pusiera en marcha, últimamente ponerme en peligro al cruzar calles era mi pasatiempo.
Entonces lo vi.
Sus ojos grisáceos, no había otros que se le igualasen, la postura hermética me indico que era él. Cerré los ojos y negué, había pasado todo el tiempo, veía a alguien y creía fervientemente que era él.
Patrañas, Isla, concéntrate.
Lo pasé de largo porque no podía permitirme aferrarme a personas que no compartían ningún lazo conmigo, tal vez, Evander Hudson si regresaría a mí, pero no hoy.
—¿Acaso mis ojos ya no te son familiares? —su voz era más grave que la del otro cuerpo, era viril y segura.
Me tensé y dejé de caminar, incluso mi respirar se volvió lento. Con la poca valentía que había en mí, me giré.
—Soy como un milagro del cielo, Isla Kerr—pronunció mi nombre como solo él lo haría—está vez seré tu ángel guardián y no te dejare más.
En la vida había perdido mucho y justo ahora por lo que había esperado estaba volviendo a mí, como un milagro celestial. Me acerqué a él con lágrimas que cayeron por mis mejillas, levanté mi mano lentamente y toqué su rostro. Era real. Dejé mi mano en su mejilla por un par de segundos hasta que él la tomó y depositó un beso en la palma de mi mano.
Evander Hudson había vuelto a mí y este cuerpo me gustaba incluso más.
—Evander.
—Soy yo, amor.
Mi corazón seguía latiendo en la misma forma que cuatro años atrás, el efecto embriagante seguía intacto, incluso con el roce de su mano o la mirada grisácea, quería memorizarla para siempre para recordarlo hasta el final. Quería decir todo lo que había guardado y lo mucho que lo había echado de menos, quería contarle sobre Hyo Min, quería decirle que lo amaba.
Sin en cambio, me aventé a él y lo abrace por las veces que no pude hacerlo, por las veces que lloré en silencio por las noches esperando que él volviera.
Evander me separó con delicadeza, me trataba con mucho cuidado, tenía los ojos cristalizados y una sonrisa melancólica. Me tomó de la cintura y me besó con pasión y fuerza, dejé caer mi maleta a mi lado y con la misma efusividad le regresé el beso, envolviendo mis manos en el cabello castaño de Ev, nuestros corazones latían en sintonía y nuestros labios jugaban un encuentro furtivo y vehemente.
Si crees que los limites existen es una equivocación, es solo una idea racional entre el miedo y la realidad, esa línea invisible entre lo posible e imposible, porque todos los días hay milagros.
Esto se acabó mis amores, los quiero mucho y gracias por llegar aquí. ♥️