CAPÍTULO DOS
“LAS CARTAS DE COLORES”
Cuando todo se armó en una escena para los noticieros, yo me encontraba en la dirección con un policía, me preguntaba de dónde había sacado el arma y porqué la había traído, estaba en shock ya que lo único que pensaba era si Esteban seguía vivo. Veinte minutos más tarde mi madre llegó con el cabello despeinado y un saco algo roto, no quiero indagar qué pasó porque me voy a arrepentir.
Esas horas fueron las más largas, me angustiaba saber pero nadie me las daba… simplemente me culpaban de causar un espectáculo. Cuando pasó otro policía dando noticias al que me entrevistaba, mi corazón se aceleró tanto que lo único que dije fue cómo estaba él… tal vez ya no era necesario decirlo porque lo ví en sus rostros: Había muerto.
Mi mejor amigo murió por mi culpa.
Por algo tonto, arruiné su futuro estrella.
Y ahora está en otra vida, está muerto.
Después me pusieron en prisión por tres años y andan buscando a mi padre porque supuestamente el arma era ilegal, que por cierto, cuando mi mamá le dijo que estaba en problemas… Él huyó como una rata que huye de un gato con su queso, fue justo así.
Ahora es el segundo año de prisión, he conocido a mucha gente mala y buena que fue inocente. Como Marcos que fue un ladrón de los millonarios para darles dinero a los pobres o Xexi que violó a una joven porque pensó que ella estaba interesada en él —aunque, claro, eso si es una condena y nadie puede decir lo contrario… él acepta su condena —, de cierta manera aprendí mucho sobre manualidades y que lo vendíamos en épocas de festividades, allí conocí al que lo llamo mi nuevo mejor amigo, se llama Leonardo.
Su vida fue algo distinta. Él tenía unos padres que su mayor prioridad era su trabajo y ellos mismos, aprendió que estaba solo desde muy pequeño que nunca supo que juntarse con un grupo de amigos de una esquina era lo correcto. Siempre iban de allá y para acá como amigos, hasta que un día le entregaron un paquete para que le mande a otra persona, ellos iban a estar atrás acompañarlos, y como él pensó que no pasaba nada, aceptó el paquete. Cuando ya estaban haciendo el cambio de paquete a dinero, la policía llegó y empezó a disparar, uno le cayó a él.
Pedía ayuda pero nadie lo ayudó, simplemente corrieron, dejándolo atrás. Después lo atraparon, sus padres lo culpaban de ser un idiota por meterse con pandilleros y no lo ayudaron en salir porque para ellos serían un castigo que debe aprender. Y aquí estamos, uno que se culpa de la muerte de su mejor amigo y otro que está por confiar en personas que se llamaban amigos.
—¿Quieres arroz? —dice Marcos, a la otra esquina. Asentí, sentándome en la silla al lado de Leo.
—¿En qué pensabas, Lucas?
Ah cierto, no les dije: Me llamo Lucas del Monte
—En todo lo que ha pasado antes de llegar aquí —dije, —Tal vez ingresaría a la universidad con una beca de deportes, en la sección de natación
—Puede, pero esa no es la realidad y no debes darle vueltas a algo que no es nuestra realidad. ¿Acaso no quieres ser mi amigo, Lucas? —dice Leo, con un bufo al final
—A eso no me quiero referir, digo que si yo no hubiera traído eso… él no hubiera muerto, le arruiné su futuro extraordinario…
—Te entiendo, pero pensarlo no cambiará nada. Diosito no te va devolver a tu amigo de la tumba, nadie puede cambiar sus errores… Sólo aprendes a no hacerlo de nuevo.
Asentí mientras comía un poco de arroz con pollo frito. De repente un policía llegó y me entregó una carta de color azul: Mi mamá.
Desde que me metí en la cárcel, mi mamá insistió en sacarme de este lugar, hizo todo para que no me meta con personas peligrosas pero no pudo hacer nada, así que cada lunes de todos los días me entregaba un sobre de diferente color indicando su estado de ánimo. Amarrillo, era una respuesta a mi mensaje leído que estaba bien; Rosado, era que me quería mucho; Celeste, era cuando le había salido algo bien en el trabajo y por último, Azul era cuando se encontraba triste.
Me alejo de todos, me voy a mi cama para abrirlo pero me doy cuenta que el policía se encuentra a mi costado, tal vez para saber que me puso esta vez o para ver mi reacción. Ah cierto, él mira mis cartas algunas veces.
—¿Me puedes dejar solo? —dije, tranquilo.
—Lucas, como guardián debo saber que te ha escrito… no puedo moverme, puede que venga algo para que escapes de la cárcel, no sé.
—Esto no es una película de acción, no voy a huir… además, es mi madre quien me escribe
—¿Quien sabe lo que puede hacer una madre por su hijo…? —dice esquivando mirarme a los ojos
—Bien, como quieras.
Abro la carta y la leo lentamente, con despacio leo las primeras palabras… esto no es una carta de mi madre, sino de mi ex novia,
“Hola Lucas, soy Brithany
No me salen bien las palabras en persona, por lo que decidí hacerte una carta y es que te pido perdón por lo que te hice, te fallé como novia en una etapa en donde necesitaba ayuda absoluta de mi parte.