El Asesino De Dioses

Capítulo 9: La princesa Fénix parte 1

Llegan a un salón grande con varias mesas, y sillas, donde miembros de la corte están sentados en los laterales, como jurado. En las paredes sobresalen grandes, y gruesos vidríales en los que se plasman la figura de un fénix, y seres angelicales.

Más adelante está la guardia real, con sus capas azules, cascos con una pluma de pavorreal, armaduras completas y armados con bayonetas, se posicionan a los lados del trono, el cual es un asiento en forma de una flama creciente, y con cabezas de aves en cada brazo. Sentado en la silla de la realeza, reside el gobernante del país del fénix: Salomón Lazarus.

El rey es un hombre ya mayor con unos bigotes puntiagudos, de cuerpo robusto. Tiene una cara redonda con arrugas, su cabello castaño ya muestra algunos mechones teñidos de blanco con algunas. Sus ojos son de color azul. Lleva una túnica blanca con detalles dorados, y una capa de color rojo. Y sobre la cabeza destaca la corona dorada con joyas anaranjadas.

Los guardianes se arrodillan, y bajan las cabezas enfrente del rey. Tonatiuh, aun con su cabeza gacha, asoma la vista de forma disimulada hacia el trono, como si quisiera estar sentado a ahí. Drake mira a sus compañeros, todos están serenos, todo lo contrario, a él. El guerrero carmesí piensa en su padre, rogando a su espíritu que preste un poco de su fuerza, y coraje, al conocerlo como el hombre fuerte, que a nada le teme.

Drake se da cuenta, de dos personas conocidas acaban de entrar a la sala del trono, y se ponen a los lados del rey; son el inquisidor y la princesa. El guardián carmesí trata de disimular para no llamar la atención; es carcomido por los nervioso, por la alta población en el salón.

—Con que estos son los guardianes, ¿eh? —dice el inquisidor de forma macarra—, solo son un montón de niños. Bueno, la mayoría no llega a viejos. Solo hay como cinco o quizás diez que son mayores, y son quienes los lideran, pocos los llaman héroes suicidas, pero la mayoría dicen que son un montón de sociópatas.

—Un poco de ambos, señor inquisidor. —Tonatiuh muestra una enorme sonrisa burlona.

Tanto el rey como el inquisidor se carcajean al unísono por el comentario, inclusive causa gracia en el guerrero carmesí, al ser cierta afirmación, sin embargo, se mantiene al margen. No puede dejar que el inquisidor lo reconozca.

El nombre del inquisidor es Bastean Estraiker, es un hombre maduro, deestatura alta y fornida. Es de cabello corto bien peinado, de color castaño conalgunos mechones blancos. Tiene un poblado bigote que llega a la barbilla y supiel era morena oscura. Es de rasgos duros, con algunas telarañas de cicatricesen la mejilla derecha, producto de alguna quemadura. La vestimenta se conformapor un sombrero ancho, de color negro a juego con una gabardina en la que seadhieren algunos ornamentos: hombreras, una placa pectoral, muñequeras, y uncinturón táctico en el que tiene dos revólveres enfundados, portando una masaenfundada. Pantalones oscuros, y unas botas cafés con punta de casquillo, yunos guantes reforzados con piezas metálicas.

El guerrero carmesí tiene miedo de lidiar con ese hombre, al ser este un hechicero nombrado como el archimago de Lazarus; la mano derecha del rey. Pero la persona que realmente quiere evitar es la princesa.

La joven hija del rey, mide un metro sesenta, de complexión delgada, y aparenta una edad en plena adolescencia, en rostro muy hermoso en forma de corazón. Ella tiene el pelo rubio largo y ondulado, que llega hasta los hombros, con dos mechones de cabello que enmascaran su cara, hasta tocar la punta de la nariz. Sus ojos son grandes, de color verdes, con largas pestañas y cejas finas, pero con unas negras ojeras, convertidas en bolsas bajo las ventanas del alma.

Lleva un vestido blanco esponjoso con escote, y una diadema con un cristal rojo en medio. Cualquier hombre quisiera desposarla, pero su padre siempre rechaza todos los matrimonios que se han ofrecido, por alguna razón que se desconoce. La princesa posee una mirada cansada, como si no hubiera dormido en varios días.

—Queridos guardianes, por favor muestren sus caras. No soy su rey; solo soy un cliente más que suplica por su asistencia —dice Salomón, mientras mueve la mano en señal de que se pongan de pie, y eso hacen los guardianes—. Por favor, descúbranse la cara ustedes tres, quiero ver sus rostros. —refiriéndose a Drake, Lance y Sheila—, tú primero, el que viste de negro.

—Lo lamento, mi señor —replica Lance, al realizar una educada reverencia—, pero cumplo unos votos muy estrictos. Es en honor de mi maestro, y compañeros muertos. Le suplico que me perdone.

—¿Te atreves a negarte a su majestad? —dice el inquisidor, al tomar la negativa del guardián oscuro como una ofensa—. Esos votos no significan nada en este lugar. Leí tu expediente, por lo que puedo discernir, la razón de seguir fiel a ese régimen, si te convertirse en un guardián.

—Es suficiente Bast —espeta el rey, al ordenar al inquisidor se detenga—, muy bien, respetaré eso. Tú, el de la armadura roja; dudo mucho que tengas algún voto. Tu armadura es bastante intimidante; incluso mi bella hija se ha asustado ante tal visión. Por favor, muestra que eres humano.

«Tengo que hacerlo, pase lo que pase tendré que permanecer firme. Si intentan matarme tendré que huir, posiblemente me hagan pedazos antes si quiera lograr salir del castillo», piensa Drake.

—Vamos, hazlo o yo mismo te quitare el yelmo —dice el inquisidor con impaciencia.

Drake no tiene otra alternativa, y su cuerpo se estremece. No se quita el casco de forma mental, como está acostumbrado. Materializa un seguro bajo el yelmo, lo desajusta, y pretende que se quita el casco, cuando la realidad es que da la orden al ente para retirarlo. Al descubrirse el rostro del guerrero carmesí, el rey no parece sorprendido, pero el inquisidor pone una mueca de desagrado y sujeta con mayor firmeza el rifle; deseoso por vaciar el cargador. La princesa en cambio, su expresión cansada se torna en una mirada gélida.

—Su majestad...

Bast contiene un grito, al llamar a su rey. Ambos hombres intercambian miradas en silencio, y el semblante sereno de Salomón se torna en uno se sorpresa, que poco a poco se oscurece en seriedad.

—Eso fue en el pasado... y hemos hecho un pacto. Haga lo que haga, no se cambiará nada. Si lo han traído aquí, debe ser por recomendación de los lideres guardianes, y ellos hicieron un estudio de nuestra situación. Son los representantes de Munraimund, quien fue alguna vez el mejor amigo de nuestro sagrado viajero; todo ocurre por una razón. —El rey suspira agobiado, al masajear sus cienes por el dolor de cabeza, provocado por el mensaje telepático que mandó el inquisidor—. Quizás el santo viajero te ha concedido una nueva oportunidad, niño... no la desperdicies y cumple tu deber esta vez.

—Si señor... —Drake baja la cabeza, con la vergüenza de los errores del pasado sobre su espalda.

—Bueno, sigues tú misterioso encapuchado, déjame ver tu rostro —solicita el rey, al enfocarse en Sheila.

Al ponerse de pie, la mujer se retira la capucha, y en ese instante, todas las sonrisas, y cuchilleros de los nobles mueren, debido a la apariencia física de la joven escarlata. El propio Salomón se levanta de su asiento, airado con los ojos fijos en la guardiana.

—He leído los reportes sobre ti... —dice el inquisidor con un aire de curiosidad, y casi aguatando una risa—, a diferencia de todos tus compañeros, no dice exactamente la naturaleza de tu raza; simplemente redacta como inhumano hibrido ¿Qué se supone que eres?

—Déjeme mostrárselo —responde Sheila con seriedad.

El ambiente se torna pesado y caluroso, tras un latido de corazón dos bultos se forman en la frente de joven, los cuales crecen a una velocidad alarmante hasta tomar la forma de dos cuernos, y La piel que los envuelven, se diluye en un resplandor blanquecino, y cambian a una tornamenta segmentada de color carmesí.

—¡Un demonio! —grita uno de los miembros de la corte.

—¡Rápido! ¡Alguien haga algo! —exclama otro.

Los guardias se ponen delante del rey, en una posición defensiva con los rifles preparados apuntando hacia la chica escarlata. Sheila no duda en ponerse en posición de combate, al alzar los puños cerrados. El resto de guardianes, igualmente se ponen frente a su compañera, por si ocurre una confrontación.

—¡Deténganse de una vez! Si vino por parte de Trisary, significa que esta domesticada y esta de nuestra parte. Así que deténganse de una vez; no va haber un derramamiento de sangre frente a su majestad —exclama autoritario el inquisidor al decretar la orden a sus hombres, que bajen sus armas, y es secundado por el rey—. Esta niña es un hibrido o un alterado, al igual que el resto.

—No es así, señor inquisidor. —Sheila habla en temple de acero; en sus ojos arde una flama creciente, y sin titubeos completa—. Mi nombre es Sheila Aldibán, la hija del fuego; por mis venas corre la sangre de un dragón, y me convertiré en la mayor guardiana que haya existido.

Los presentes murmuran entre sí, anonadados por semejante revelación, no pueden creer que un ser de la antigua raza de los dragones, siga con vida; sin embargo, el factor de ser una mediana, hace que pierda credibilidad sobre su verdadera naturaleza.

Se ha escuchado de personas que poseen características de dragones en algunos lados del mundo, en especial en el imperio, debido a experimentos de los brujos. La mayoría teorizan que es pura fanfarronería, clasificándola como un mutante o un hibrido de demonio, por lo que la impresión se apaga poco a poco.

Drake suelta una pequeña risa por el enorme ego de la dragona, que sea capaz de gritarlo abiertamente. Ella se da cuenta al instante, y lo fulmina con la mirada; esas orejas no están de adorno. La raza de la joven escarlata causa en el guerrero carmesí cierta curiosidad, por lo que pretende observarla de cerca, y averiguar si realmente es lo que dice ser.

Inesperadamente, el rey de Lazarus suelta una resonante carcajada, sujetándose el vientre. Aquella risa, se contagia entre los miembros de la corte real, convirtiéndose en una escandalosa orquestas de burlas enfocadas en la dragona, de mirada que destila sed de sangre, con los puños rígidos.

María se acerca a tocar a su hombro, y ambas se miran mutuamente; en el rostro de la mediana lleva un gesto de piedad, al rogar que se calme en silencio, mientras que la faz de la dragona es de una rabia fría, pero comprende las implicaciones, por lo que decide no hacer nada.

—Fuertes declaraciones y en especial frente a un rey —pronuncia el inquisidor con desdén, con el atisbo de una sonrisa en su rostro.

—Discúlpame... hija... eres aceptada en mis filas. —El rey logra recuperar la compostura, y al levantar la mano, para que los presentes cesen la burla—. ya seas un mestizo o un ser puro, por la protección que te da Trisary eres bienvenida tú y los tuyos.

...

Al cerrar la reunión, los guardianes caminan por los pasillos en dirección a los barracones para descansar, pero un aire tenso se respira entre los miembros del grupo.

—Sheila, ¿Se puede saber que estabas pensando? —pregunta Drake, en un semblante molesto—. Mostrar tus cuernos de esa manera, en medio de un montón de Templarios influyentes y legiones de guerreros armados hasta los dientes, ¡Fue una jodida locura! pudiste hacer que te mataran ¡Pudiste hacer que nos mataran! —El avance del grupo, frena al iniciarse una nueva discusión.

—Estoy de acuerdo con el rojizo —agrega Alice—, fue un acto muy imprudente, que nos pudo costar el cuello a todos

—En primera... no estoy de humor para que me jodas; tengo muchas ganas de golpear algo y no quisieran ser mis objetivos. —Sheila sigue resentida por la burla, al ser su ira creciente—, en segunda, era mejor de esa manera. Mis cuernos pueden surgir de manera inmediata en el mínimo uso de mis poderes. Si aparecían en medio de la batalla y los Templarios no eran conscientes en primera mano, sobre mi naturaleza, entonces ahí si era probable que me mataran.

—Sí, pero... —Alice intenta protestar, pero María se acerca en un semblante serio.

—No estoy de acuerdo, con la actitud presentada por Sheila —interviene María—, pero para evitar un mal entendido durante la cruzada en el Tridente, fue la mejor alternativa que pudiésemos tener.

—Apoyo el argumento... fue el mejor método que pudiésemos tener. Aun si se les avisaba por medio de un documento, era necesario que lo vieran con sus propios ojos. —Continua Tonatiuh—, no quiero quedar mal con ustedes chicos; fue un evento que era inevitable... el cual pudiste habernos avisado. —En esta última afirmación, el guerreo caminante habla entre dientes, como un regaño.

Sheila no dice absolutamente nada, al permanecer con sus brazos cruzados en un semblante estoico, y amargado.

—¿Lance? —pregunta el Réquiem al solicitar apoyo.

—Lo mismo que Tonatiuh y María —indica el asesino oscuro, oponiéndose a sus compañeros de la orden del lobo—, es mejor que se corra la voz tras una demostración contundente. Tenemos la protección de la espada rota, por lo que no pueden hacernos nada, a menos que hagamos una cagada enorme... ese espectáculo fue una de pendejada, pero no llega a ese grado.

—Espero que, por esto, nuestra colaboración no se vea mermada —espeta la hechicera, preocupada.

—No tienes por qué preocuparte, María. Es un simple desacuerdo. Todo está bien. —Drake actúa comprensivo, al tratar de no llevar el conflicto a mayores.

—Estaba deseosa de dejar de usar esa estorbosa capa —habla Sheila—, y no me avergüenza lo que soy; al contrario, estoy muy orgullosa. Prefiero caminar con mis cuernos expuestos, que andar escondiéndolos, me es incómodo.

—Si es lo que crees... —mustia María, al calar ese comentario en ella, debido que oculta sus orejas de elfo en su cabello. Al ser mestiza, son del tamaño de un humano normal, solo que acaban en punta.

—Entonces... el único error de Sheila fue no avisar. —Alice se pasa la mano en la frente, cansada por el estrés de lo sucedido—, espero que no vuelvas a hacer otra locura similar.

—Lo tendré en cuenta... —dice Sheila en completo desinterés, más por querer pasar del tema que admitir su error.

La dragona continua el andar hacia adelante, sin esperar replica de sus compañeros. Lo que lleva a la guardiana pistolera a fruncir el ceño, y murmurar una serie de insultos entre dientes. María solo suspira, de manera cansa al saber que la misión va a ser de una dificultad mayor, a causa de esta fricción en el grupo.

—Vaya manera bombástica de iniciar nuestra santa cruzada —Lance habla sarcásticamente, al rascarse la nuca.

—¡Podemos hacer que mejore! ¿Qué tal si para conocernos mejor vamos por algo de beber? —Tonatiuh aparece por detrás de Lance y Drake, abrazando a ambos por los hombros de manera un tanto invasiva.

—¡Me leíste la mente, grandulón! Un poco de cerveza, nos quitará este mal sabor de boca —Lance acepta fervientemente la invitación de Tonatiuh—, quiero probar mis habilidades de resistencia en al alcohol junto a un caminante.

—¿Ese es un desafío? —pregunta Tonatiuh de forma retórica, en una sonrisa ladina.

—¿Hace falta que desenvaine mi espada para dejarlo claro? —reafirma el asesino oscuro.

—Los voy a acompañar... solo que la verdad no me gusta beber... —dice Drake, al querer zafarse del agarre del moreno.

—Tranquilo, de seguro hay juguitos de manzana para niños —se burla Lance.

Los guardianes varones ríen y bromean entre ellos. Desde el balcón del tercer piso, son observados por princesa, apoyada en los barandales. En sus ojos verdes, carecen de vida y son el vivido reflejo de la frialdad invernal.

—Drake... ¿Cómo te atreviste a volver? —murmura la princesa.

...

Al día siguiente, durante el desayuno los guardianes fueron informados de la junta que se dará a medio día, para planear la incursión al Tridente. Drake camina por los jardines del palacio, en completa soledad debido que necesita un momento a solas para reacomodar sus pensamientos, tras lo dicho por el rey.

En su interior alberga muchas dudas, teme no ser lo suficiente bueno para cumplir esa encomienda, al estar su pasado lleno de fracasos, hubo gente que confió en él y no pudo salvar a nadie.

Pensó que nació para ser un guerrero, y lo único que ha logrado hasta ahora fueron errores que lo consumen día a día; no fue lo suficientemente valiente para ayudar a su padre, no tuvo la fuerza para proteger a Naomi, y careció de experiencia para salvar a Connor. Por lo que se pregunta, la razón por la cual lo seleccionaron para este contrato, y quien, de los altos mandos, tuvo el cinismo para colocarlo como parte de ese supuesto escuadrón de elite.

Cuando menos se lo espera, de atrás de los arboles emerge la princesa aparentemente sin escolta alguna, interponiéndose en el camino del guerrero carmesí, quien se sobre salta ante tal inesperado encuentro.

—E-esmeralda... d-digo...S-su majestad... y-yo... —Se tapa la boca, no puede completar la palabra sin que la voz se le quiebre. Resiente un fuerte agarre en el corazón, apretándolo en firmeza, llevándolo a un dolor inmenso, el pesar del pasado, de una promesa sin cumplir.

—Envié al inquisidor a llamarte, y se topó con tu amiga del libre pensamiento. —La princesa toma la palabra. A pesar de su aspecto frágil, se muestra implacable y carente de dudas al plantar cara al guerrero—. Ella le informó que saliste a caminar solo, por lo que vine a hacerte una visita... para ajustar cuentas del pasado... Drake... —hace una breve pausa para tomar aire—. ¿Tienes algo que decirme?

Pregunta en dura frialdad; en esos ojos esmeralda carentes de brillo, y negras ojeras cruzan con los anegados orbes carmesí. No queda nada de esa pequeña, y risueña chica llena de ilusiones; emocionada por conocer a un guardián.

—Lo siento... perdóneme. —musita en voz quebrada; cabizbajo las lágrimas corren tenuemente. Evita verla directamente; es una tortura que destroza el afligido corazón.

—¿Por qué lloras? —La petra mirada de la princesa es una expresión sería, una mezcla entre piedad y lastima.

—Te fallé...

—¿Qué fue lo que me prometiste?

—Yo... —Duda en su respuesta, el remordimiento continúa envenenando le el corazón.

—Dime, habla que lo haces más difícil —dice insistente. No aceptará una evasión más por respuesta.

—T-te prometí que tu hermano y... yo vendríamos por ti —responde a duras penas. El color en el corazón no hace más que aumentar.

—Tardaste dos años, ¿Está mi hermano contigo? —pregunta por algo que ya conoce respuesta.

—No, su majestad —responde con voz quebrada.

—Connor se fue de mi vida y dudo mucho que quieras llevarme contigo —dice la princesa en voz calmada. Alberga una expresión de tristeza en su cara. Drake se queda callado por un breve instante, como si dudara de la siguiente respuesta.

—No, su m-majestad —finalmente responde, al aguantar un ardor en el pecho.

—Entonces no hay nada que discutir. —La princesa cambia su expresión de vuelta a la frialdad—. No hay nada, ni amistad, ni rencor, nada, solo aléjate de mí vista. Ve, termina tu misión y vete, ve a morir en algún lugar olvidado de la mano de Dios.

Esas palabras lo desgarran como si de un cuchillo se tratara. Drake simplemente limpia sus lágrimas y se queda en silencio. El pasado vuelve a golpearlo en una puñalada envenenada, echando en cara una promesa rota dedicada a una pequeña doncella: cumplir su trabajo, y traer con vida a su hermano mayor.

Ni siquiera estuvo con ella cuando se dio un funeral, no estuvo para darle sus condolencias, no pudo estar para sostener su mano y rogar el perdón. No pudo hacerlo, no podía confrontar esos ojos esmeraldas, y hoy cuando es obligado ir a responder el llamado a las armas, reconfirma ese hecho inaudible como el destino de un maldito.

El sonido de la hierba moviéndose a sus espaldas, alerta al guerrero carmesí y reacciona al volverse de golpe, en una posición de pelea. De detrás de unas paredes de arbustos, sale el inquisidor de andar tranquilo, sin embargo, lleva la mano diestra sobre las empuñaduras de una pistola enfundada.

—¿Pensabas que dejaría a la princesa andar sola, con una monstruosidad como tú merodeando? —El inquisidor chasquea la lengua, al mirar fijamente en el guerrero carmesí, a la expectativa de una reacción, que de una excusa para desenfundar—. Eran ciertos los reportes, te convertiste en un maldito... si es que no siempre lo fuiste.

—¡No tengo tiempo para tu mierda, Bast!

Exclama Drake, mermado por un fuerte dolor en su cabeza, al ser invadida por la legión de voces que reclaman por violencia. Tentáculos crecen de la gargantilla, hasta forjar el yelmo de refulgentes flamas verdes en los ojos.

Bast reacciona y desenfunda, apuntando al guardián. La princesa retiene un quejido, con la mano en el pecho y retrocede un paso. El arma del inquisidor es una pistola de diseño arcaico de un solo tiro, con una mirilla.

—Balas de Maleficarium... yo que tú no me pongo como muy machito —advierte el inquisidor, al retirar el seguro del arma—, ¿sabes lo que esto puede hacerle a tu armadura? Amé a ese chico como si fuera mi hijo, le enseñé todo lo que sabía. De no haber estado herido de gravedad en ese tiempo, lo habría acompañado, y no lo hubieras atrapado en tu espiral de muerte.

—No me hables como si fuese un niño, conozco ese maldito material y no caeré en tus provocaciones. —Drake se contiene, mirando a Bast con fría rabia—, Nunca podré perdonarme por haberle fallado a Connor. Me perseguirá por el resto de mi vida, y puedes culparme todo lo que quieras; no pienso pelear contra ti.... no aquí. Vengo a realizar el trabajo, al que me han obligado. Nada más, ni nada menos.

El guerrero carmesí aguanta su gran rabia; tiene mucha frustración que desahogar, pero no es el momento ni el lugar, y tampoco. Inclina la cabeza por encima del hombro, y encara a la princesa, cuyo semblante es de miedo.

—Tranquilo, mi señor... —La princesa toma al inquisidor del brazo—, el guardián no me estaba molestando. Únicamente me encargaba de atar unos cuantos cabos sueltos, como ya se lo había dicho.

—Descuide princesa —dice Bast a Esmeralda, y entonces vuelve a fijarse en Drake—, con que trabajo ¿verdad? Por mi fuerza, te clavaria en una cruz espinosa. Tienes suerte que no pueda reclamar la justicia por mi niño. Una gloria con la que no podré embriagarme, tenemos planes para ti. —Tragándose el orgullo enfunda la pistola. Por ende, el guerrero carmesí baja los puños—. Dante y su majestad me prohibieron tocarte un solo cabello, por estar protegido por la espada rota... serás màs útil como carne cañón contra los elfos... y con suficiente suerte, no sobrevivirás.

—No pienso morir en esa guerra —responde tajantemente. Drake continúa manteniendo la compostura, lo más que puede, llevando el consuelo que va desquitarse con todo fuego oscuro que alcance a ver en la batalla.

—Trata de no estropearlo esta vez. —Escupe estas últimas palabras con odio.

—¡Drake! ¡Con que aquí estas! —exclama Alicia desde el otro lado del campo, acercándose apresuradamente junto a Lance—. Te estuvimos buscando.

La guardiana toma al guerrero carmesí del brazo, pegándose de manera invasiva, lo que llega a confundirlo. Lance se mantiene en silencio, al asecho de cualquier reacción por parte del inquisidor.

—¿Interrumpimos algo? —pregunta Lance, en voz seria al frente de sus compañeros, con las manos en la cintura.

—Nada, ya hemos acabado —contesta la princesa, de manera cortante.

—Si nos disculpan, tenemos que prepararnos para la reunión; una guerra no se planea sola. Será mejor que lo veamos ahí, señor inquisidor.

Alicia indica que tienen que irse, de manera que evitan profundizar en la conversación. Los dos grupos se dan media vuelta, retirándose, pero al dar apenas dos pasos, Bast se da media vuelta de golpe y proclama.

—¡Espera! Antes de que se vayan, tengo una última pregunta que hacerte, guardián carmesí

—¿Qué quiere? —Drake frena de golpe, mirándolo de reojo. Los otros dos guardianes ya adelantados, igualmente se detienen a la espera.

—¿Por qué el estigma de tu armadura tomó la forma de un demonio? —pregunta el inquisidor—, se supone que materializa un reflejo de tus deseos

—No es un demonio... —Fastidiado, el guerrero niega la suposición con frialdad y vuelve a darse la vuelta. Al retomar la caminata, da una respuesta sin mirar atrás, uniéndose de nuevo a sus amigos—. Es un dragón.
 




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