Clara Cardozo es una mujer bonita e inteligente, en sus treinta años, periodista de profesión, al mejor estilo reportera del crimen. Nacida en una ciudad chica del interior del país, se mudó a la capital cuando decidió que quería estudiar periodismo.
Desde niña Clara ya tenía decidida la profesión que quería para su vida. Había sido muy feliz en su niñez y siempre jugaba con sus amigas a hacer reportajes entrevistando a famosos para la televisión. Hasta se disfrazaban y tenían cajas cortadas que hacían de televisor. Si bien le gustaba más el periodismo del espectáculo, un crimen ocurrido cerca de su casa cuando tenía 12 años, la marcó para siempre e hizo que cambiara el rumbo de su profesión.
Única hija de padres convencionales, siempre vivieron en la misma esquina céntrica de la ciudad. Su padre jubilado del Banco, trabajó toda su vida en el mismo lugar. Su madre en cambio, como era la costumbre, había permanecido al cuidado del hogar. Ahora ya de mayor, sentía que había desperdiciado toda su vida, por eso siempre alentaba a su hija a que escuchara a su intuición y persiguiera sus sueños.
Aunque a Clara le había costado bastante tomar la decisión de irse de su casa a los 18 años, sabía que su destino no lo alcanzaría si se quedaba en su ciudad natal. Fue su madre la que la convenció que debía mudarse para poder estudiar mejor, ya que pretendía viajar 150 kilómetros todos los días, dormir y estudiar durante el viaje en el ómnibus, sabiendo que no duraría mucho a ese ritmo y probablemente no rindiera en los estudios como ella quería. Su padre en cambio, si bien se había mostrado reacio cuando ella le comunicó la decisión, terminó aceptando que quería lo mejor para su hija y le compró un apartamento cerca de la facultad, para que no tuviera que preocuparse por nada.
Clara sabía reconocer la suerte que tenía en su vida, y por lo general, era agradecida con lo que tenía, tratando de ayudar a quien realmente se lo mereciera. Como en una ocasión, una de sus compañeras de clase no tenía dónde quedarse y había perdido el último ómnibus para su casa, fue la primera en ofrecerle que se quedara en el sillón de su sala sin inquietud alguna. Fue en ese momento que surgió una amistad duradera como pocas, ya que Clara siempre había tenido sus amistades contadas.
En cuanto a su vida amorosa, si bien había tenido un novio en la facultad al que adoraba con locura, se habían distanciado cuando a él le salió la oportunidad de irse a otro país y ella no había aceptado irse con él por sus padres. Actualmente había un compañero de trabajo que siempre le hacía insinuaciones románticas pero ella no quería volver a enamorarse de nadie, consideraba que ya había sufrido bastante en ese asunto y no estaba dispuesta a perder su equilibrio mental nuevamente.
Su tiempo libre lo aprovechaba haciendo yoga, meditación o clases de pintura, siempre buscaba actividades que la ayudaran a dejar de pensar en cosas de su trabajo. Había conseguido ese dichoso equilibrio mental después de muchos años de intentarlo todo. Ahora sabía que para conservarlo, debía hacer aquellas cosas que le transmitieran la serenidad que necesitaba, y no prestar atención a los consejos de los demás, que podrían ser con buenas intenciones pero que nunca estarían en su interior para entenderlo.
Últimamente no era mucho el tiempo que le sobraba, aunque trataba de darse alguna escapada de vez en cuando, sobre todo si veía que su trabajo era demasiado intenso. La semana pasada su jefe le había asignado un nuevo caso aún sabiendo que tenía varios anteriores sin terminar, lo cual le pareció algo extraño.
Si bien Clara había tenido varias oportunidades de trabajar en el exterior del país, había preferido quedarse en los medios locales, por sus padres, que ya estaban mayores, a los que visitaba siempre que tenía una oportunidad o de pasada en alguna investigación en el interior del país. Hacía años que trabajaba para el mismo medio y tenía la absoluta confianza de su jefe que conocía bien sus dotes como investigadora.
Cuando les había comunicado a sus padres, hacía algunos años atrás, que quería ser periodista policial, no les había gustado mucho la idea pero no tuvieron otra opción que aceptarla. Clara sabía que ser esa clase de periodista implicaba mucho trabajo de campo, horarios de trabajo sin fin, viajar a varios puntos del país buscando las novedades del caso, tener sus propias fuentes de confianza, moverse entre policías y criminales, pero sabía que eso era lo que ella quería, investigar y ayudar a resolver crímenes, atrapando a los lectores con sus historias después.
Clara miró la carpeta que el jefe dejó sobre su escritorio y le pareció demasiado grande para leerlo todo de una sola vez. Justo pasaba el novato, como les decían a los becarios que ingresaban a realizar sus primeras prácticas, y aprovechó para llamarlo:
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Editado: 18.06.2021