—Buena historia, me gustó como se va de la aparente utopía al nexo adversativo que le defeca encima.
—¿Qué quiere decir?
—¡Oh, no entendiste! Es simple, nada puede ir como viento en popa toda la vida, siempre hay un piedra en el camino que te hace tropezar, salirte… y algo que te sostiene para que no caiga infinitamente, como dice el adagio: «No hay mal que dure cien año ni cuerpo que lo resista», y la muerte puede ser un buen final para quien desea morir; en otras palabras, siempre hay un jodido «pero» que lo daña o arregla todo, porque el mundo no siempre es color de rosa «la vida no es una línea recta es como una onda sinusoidal» —expresó super emocionado como un picaflor batiendo sus alas con quietud imposible. Era un niño al cual le han regalado un juguete nuevo.
—Pero…
—Sí, así es la vida, un vaivén de emociones malas y buenas. Cuando todo va bien, lleno de bonanza, cielos cerúleos, ataraxia… incluso hadas mágicas; sabemos que algo malo va a pasar, algo que va a volcar la historia, porque «detrás de la tormenta viene la calma o viceversa». Fue desesperante, ansiaba ver ese cambio incluso llegué a pensar que nunca llegaría, entonces llegó, fue perfecto. ¡Te felicito! —Expusó extendiendo sus manos hacia mí con una felicidad catártica.
—Pero yo…
—Fabulosa, magistral… Te quiero conmigo. —El viento lo levantaba del suelo cual hoja seca en la borrasca. Undívago en el aire como una cometa hilado por aquella historia que Julia, su mujer, se había perdido. Un accidente automovilístico le robó 45 minutos de camino, pero el evento no había terminado, faltaban otras ponencias. Aquel era sólo un receso de medio tiempo. Su esposa saludó cortésmente. Él presentó al joven como su nuevo diamante en bruto de la literatura. Sin embargo, Julián, un joven de los insípidos y turbios lares del Pescozón , mostraba todo menos felicidad por aquellas adulaciones y agasajos. Aníbal en su sapiencia, intelecto y elegancia siempre se precipitaba «habla hasta por los codos y mucha veces no dejaba hablar a los demás».
Por eso Julia y él eran perfecto: ella era psicóloga y le gustaba escuchar, amaba descubrir a la personas, desnudarle el alma con una sonrisa magistral, que brillaba más que la luz del sol del verano.
Él era mercadólogo, un hombre con la capacidad de vender hasta funditas de heces fecales «no es broma, en su niñez lo hizo», también tenía defecto como todos: era un apostador compulsivo, el único vicio que no había podido extirpar su mujer, a pesar de aborrecerlo, pero, resulta que así lo conoció, en una gallera, en San Cristóbal. Ambos fundaron una editora: él necesitaba nutrirse de historia que contar a su amada; aunque se había cansado de leer y empezó a contar sus propias historias, y ella era un adicta de leer y escuchar. «Editora Anijul», así la llamaron.
Su felicidad seguía con ese crecimiento exponencial que disminuye su valor a través del tiempo, sin importar que suba a la ionosfera. «Algo falta en la ecuación». Aquel mensaje de advertencia sobrevino en su cabeza, como un timbrazo mental. Entonces, le golpeó con fuerza la preocupación, le empezó a bajar la azúcar. Mientras miraba a Julián y en sus ojos, Aníbal lo confirmó, aquel nexo adversativo, aquel «pero» maquiavélico que manda todo a la mierda estaba a punto de afeitarle el bigote. Un frio le recorrió, puso sus manos en la cabeza, cayendo al suelo inmediatamente, trago en seco tras escuchar.
Julia tan pronto había llegado lo notó, conociendo a su esposo y viéndole entusiasmado. Mientras Julián sudaba en frio ante las adulaciones, con manos temblorosas; entonces le preguntó: —¿Qué te pasa?—. Julián respiró profundo y dijo: —es que él habla de lo bien que lo hice… pe… ro… pero… pero yo todavía no he expuesto.
Bienvenido al Rincón de Juango
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Muchas gracias por leerme.
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Espero que le regalen todo su amor.
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Agréguenla a su biblioteca
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Y sobre todo no se olviden de dejarme sus opiniones.
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Muy felices días mis lectores
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Enseguida continuare con los próximos capítulos
Editado: 03.09.2022