Desde el principio
Kristen estaba sentada en frente de mi cama, pisoteando el suelo cinco veces por segundo con la punta de su zapatilla. Un extremo de aquel cabello liso lo enrollaba en su dedo, con la mirada perdida, mordisqueando la piel de su dedo gordo. Todo era silencio, uno muy incómodo y desesperante.
—¿Kristen?
—No. —Asentí y volví a guardar silencio.
—¿Hasta cuando estarás enojada conmigo?
—¿Hasta cuando crees que sea pertinente? —Levantó la mirada hasta mí fulminándome con ella
—No lo sé. Nunca, tal vez.
Bufó.
—¿En serio? ¿No debería estar molesta con mi amiga que me mintió sobre su vida desde el día uno de nuestra amistad? No, por supuesto que no.
—Okay, puedes molestarte, pero… —No había excusa y lo sé. Ninguna mentira tiene excusa ni razón de ser. Si era mi amiga, debí pensar que no sería como las demás, que no me juzgaría y no le importaría. Pero estaba tan aterrorizada de que fuera igual a ellas, que no pude abrirme de la misma forma—. Lo siento. ¿Podrías disculparme?
—Es que no veo la necesidad de hacerlo, Jane. Además, me siento muy dolida e insegura ahora, y que salgas con esto pone todo peor, todo patas para arriba. ¿Por qué lo hiciste?
—Tenía miedo, Kris. Me aterraba que hiciera amigos nuevos y ellos fueran la misma versión de los anteriores, incluso más crueles. Solo me protegía de burlas y de ese bullying que no quería volver a vivir.
—Pero Jane…
—Mira, fue estúpido, sin embargo, no quería pasar de nuevo por eso. ¿Ok? No puedo confiar en todos totalmente, porque siempre pienso que terminarán dañándome. Y sé que es una cosa mía, pero quiero que sepas que lo siento mucho y me arrepiento de no habértelo contado. Ni a ti, ni a Daniel o Andrea. Ustedes me han confiado muchas cosas y han sido honestos…
—Todos tienen secretos Jane, pero no quiero que supongas que seríamos capaces de hacerte daño.
—Lo sé. ¿Puedes perdonarme? —Soltó un suspiro y me abrazó con fuerza.
—Lo haré, no obstante sigues siendo una perra por no decirme
—Ouch —dije frunciendo el ceño.
—Ahora, más te vale tener una buena película en esa computadora, Janabeth Fox. —Rodé los ojos y me lancé a mi cama para buscar una en mi carpeta de descargas. De repente algo hizo clic en mi cabeza, no había respondido
—De hecho, Kris… Mi apellido es Kollins. —Puso ojos de huevo frito y me golpeó con la almohada en la cabeza.
—¡ES EN SERIO!
—Ouch, ya basta. —Dejó la almohada de lado y se aventó sobre mi cama con cara de pocos amigos
—Enciende ese computador antes de que me arrepienta.
Puse el primer capítulo de Glee y bajé por algo para tomar mientras veíamos la serie. Le presté uno de mis pijamas a Kristen y yo me vestí con un short de nubes, camiseta de conejo y mi bata color blanco.
Al llegar a la cocina, escuché una canción de Luis Miguel desde el cuarto de Luz y a ella cantando a todo pulmón.
—¡Decídete! ¡No lo dudes más, decídete! Que no puedo resistir sin tenerte… Maldita mi suerte.
Esa canción la ha repetido desde el primer día y ya me la sé completamente de memoria. Lo mismo ocurre con Chayanne y “Torero”.
Reí para mis adentros y busqué algo para tomar en el refrigerador. De repente sentí mi teléfono vibrar nuevamente, Daniel.
@smith.d
¡JANE! ¿Sabes algo de Kris? No responde mis mensajes y se fue tan alterada de Starbucks que me preocupó. Y, otra cosa, ¿qué respondiste?
@jana.beth_
Sip, está conmigo. Ya se calmó… un poco. Y no, no he respondido aún.
@smith.d
Uff, ok. Gracias, Jane. Responde rápido, necesito saber qué pasa.
@jana.beth_
Calla, vieja chismosa.
@smith.d
Es mi naturaleza, querida. Y tú no te salvas, eres igual. Eso es cierto.
Sentí el timbre sonar. ¿Los guardias ya no llaman antes de dejar pasar? Seguramente es personal de mi papá y ya los conocen o un repartidor. Caminé rápidamente hasta la entrada y abrí.
—Hola, Jane.
—¿Ryan?
Por un momento dejé de respirar. Acomodé mi bata y me crucé de brazos, incómoda porque me viera así. ¿Qué hace aquí? ¿Cómo sabía mi dirección?
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo…?
—Te vi en la fiesta y me enteré de que tu padre era Frank Kollins, así que lo demás no fue difícil —dijo sin respirar de por medio, apoyando sus manos en su cintura. Asentí con la cabeza y esbocé una sonrisa nerviosa esperando que dijera algo más—. Bueno, creo que… Un gusto verte, Jane. —Retrocedió unos pasos y volteó para irse
—Espera… —Regresó a mirarme con una sonrisa—. ¿Por qué viniste?
—Oh… Eh, quería preguntarte algo de clases, pero creo que mejor te lo digo mañana.
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Editado: 18.12.2023