Mafia para principiantes
Jane
Al día siguiente no podía parar de pensar en cómo iba a reaccionar al verme hoy. La gente normal debería actuar como que nada pasó… ¿Verdad?
Bajé lentamente las escaleras para ver si mi padre o Luz estaban esperándome abajo, pero para mi suerte el terreno se encontraba despejado.
—¡Jane, un paquete para ti! —exclamó Luz desde la cocina. Fui rápidamente a recibirlo, seguramente mi abuela mandó otro de sus adelantos de esta temporada. Le gusta que le dé mi opinión sobre sus diseños, para luego lanzarlos en sus nuevas temporadas—. ¿Pediste Donas para desayunar? Qué nutritiva te has vuelto. —Extrañada, recibí el paquete. Mi abuela no puede mandar donas desde Nueva York…
—Y-yo no he pedido nada…
—Seguramente tu padre lo hizo. —Luz tomó el paquete y comenzó a inspeccionarlo, hasta encontrar una nota pegada al reverso—. Antes fue un café, ahora con este dulce lo acompañará de maravilla… Ethan, ¿Quién es Eth…?—. Intenté arrebatarle la carta abruptamente, pero no lo conseguí—. Espero tengas una linda mañana, nos vemos en e-e-el… ins-s-s. ¡Agh, Jane quítate!
—Dame eso, Luz. —Logré quitárselo de las manos y volví a leerlo. ¿Ethan Dalaras dándome un regalo, a mí?
—¿Quién es ese tal Ethan?
—Un… —¿Conocido? ¿Compañero de instituto? ¿Chico que ha sido mi crush por años y he acosado desde las sombras? ¿El que nunca pensé que besaría alguna vez? —Un chico del instituto —Luz se echó a reír a carcajadas con mi respuesta.
—Jane, ni el papa Francisco te cree. —Me arrebató la nota nuevamente—. Al menos escribe bien, ya ni sé que esperar de ustedes. —Ya suéltalo ¿quién es?
—Te dije que es…
—¿Un compañero de instituto? Por favor, Jane, por tu reacción estás más embobada que Miguel al ver un tarro de frutillas en conserva. Casi podría asegurar que lo tienes de fondo de pantalla. —Le di un manotazo en el hombro pareciendo ofendida.
—¿Qué tan acosadora piensas que soy?
—Jane, linda… Todas somos acosadoras en algún momento.
—¿Otra vez esa maldita? —Mi padre entró a la cocina colocándose su chaqueta de terno azul mientras llevaba el teléfono al oído—. No aceptaré ninguna demanda de derechos humanos—. Tomó un pedazo de dona, y Luz, al ver su impactante conversación, le sirvió un café inmediatamente—. ¡Qué Clara se vaya al demonio con los de derechos humanos! —exclamó casi atragantándose—. James, solo arréglalo —recibió el café y tomó un poco—. ¡No me importa cómo! —Se levantó dejando la taza vacía en cinco segundos—. Te espero en mi oficina, pensaré en un plan para ahuyentar a las noticias. —Rápidamente, se retiró por la puerta secundaria dando un portazo.
—Al menos no estás tan obsesionada como esa mujer. —Hizo una mueca al tomar un poco de café—. Esto necesita azúcar…
—Luz, debo irme, se me hace tarde. —Tomé mis cosas dándole un beso en la mejilla.
—Después conversaremos, necesito salseo —Ambas reímos y salí por la puerta de atrás hasta el estacionamiento para buscar a Francis.
Los pasillos del instituto se sentían como si estuviesen en movimiento. Las paredes se hacían pequeñas, las personas se acumulaban y cada vez te faltaba más oxígeno. Todos los ojos estaban sobre mí. Podía escuchar los susurros detrás de mi espalda, presionándome con sus miradas clavadas en mi espalda.
Al menos pude pasar desapercibida con los golpes, aunque la hinchazón aún perduraba en ciertas áreas de mi rostro. Inventé la excusa de que había llorado con una película y por eso mi cara parecía una masa rara con levantamiento de hinchazón en ciertas partes.
Afortunadamente, me creyeron. Lloro tanto con ese tipo de cosas que no dudaron en creerme.
—¿Hay algo de su interés aquí? —Unos chicos que se habían quedado observándome se alertaron mirando hacia otra parte.
Me concentré en buscar mi pase para detención, no pensaba perdérmela y que otro correo le llegara a mi padre.
—¿Tú eres Jana? ¿Janabe-e-e…? —Una voz femenina me alertó por mi espalda. «Dios, ¿es tan difícil de decir?».
—Janabeth, sí —corregí. Volteé detallando la pequeña figura de Evelyn Maclean.
—Hola, soy Evelyn. No sé si me conozcas, pero seguramente si a mí… —hizo una pausa y apuntó con el dedo hacia el idiota que estaba jugando a la pelea con Jackson Evans—. Estúpido e imbécil hermano —reí al escuchar su definición de él. Ese amor entre hermanos es el más gracioso de todos—. Lo sé, es muy graciosa su estupidez, pero cuando ya vives con ella el asunto es distinto. —Ambas nos quedamos en silencio por un momento, viendo cómo un idiota golpeaba la cara de otro aún más idiota.
—Dime, ¿en qué puedo ayudarte? —Siempre estoy preparada para los favores, ¿me haces la tarea? ¿Cuánto cuestan tus servicios para hacer trabajos? Dame las respuestas en el examen… Es algo usual que me piden, o a veces exigen.
—Solo pasé a saludar. —Fruncí el ceño incrédula.
¿La hermanita de Ryan Maclean, de esos que siempre resuelven los líos de su hermana a golpes, quería pasar a saludar cordialmente sin antes saber mi nombre con seguridad?
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Editado: 18.12.2023