Dioses griegos
Alec
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Toco tres veces la puerta de Megan esperando que ella me deje entrar, desde que pasó la cena con su novio no habíamos cruzado palabras. La puerta se abre dejando ver a mi hermana que se veía algo diferente, un aura diferente la rodeaba y todo en ella parecía lindo. Su cabello antes liso ahora mostraba ondulaciones sutiles y su cara antes natural ahora estaba maquillada. Bien dicen que cuando encuentras a tu mate cambias, pero no pensé que sería tan drástico ese cambio en Meg.
— ¿Pasa algo Alec? – desde que ella había abierto la puerta de su habitación yo no había propinado palabra alguna. Saliendo de mis pensamientos aclaro mi garganta mirando por encima de mi hermana hacia su habitación. Meg comprende mi acción y se aparta dejándome entrar, el cuarto es tan grande como el mío.
Con paredes pintadas de lila claro y negro, todo ordenado y con varios lugares cómodos para sentarse bien iluminados. Pintadas de lila había dos puertas una que conducía al armario y otra al baño. Del otro lado de la habitación dos estanterías de color negro con libros ordenados por el color en sus portadas, un escritorio grande con unas cuantas cosas de oficina y por último la enorme cama tamaño king de mi hermana. Sobre esta había varios almohadones de colores lilas y negros, con un acolchado de pelos que se asemejaba mucho al pelaje de un lobo y que al tacto es muy suave, mi hermana se sienta en su cama contrastando con el color blanco de esta. Con su mirada me indica que me siente donde quiera y viendo la habitación me decido a sentarme en un puf que tenía otra sabana del mismo pelaje, pero de color purpura.
— Tenemos que hablar de Conor – hablo sintiendo como mi cuerpo era absorbido por el puf y comenzaba a incomodarme. Parecía que me había sentado en una nube de algodón donde mi peso comenzaba a colapsar por donde me moviera.
— ¿Me dirás por qué me estuviste siguiendo estos últimos cuatro días? – trago en seco viendo a Meg que se cruzó de piernas como indio y apoyando sus codos en sus rodillas dejó caer su mentón en sus palmas. Rascando mi nuca miro a mi hermana que sigue observándome con una sonrisa burlona, cuando alza una ceja intento buscar mi voz que no parece querer salir por mi garganta.
— Perdón por espiarte Meg, pero solo fue para protegerte escuché rumores en el instituto y pensé lo peor – agachando la cabeza pasó una mano desordenando mi cabello, mi hermana aclara su garganta antes de volver a responder por mí.
— Fue más fácil para ti creer en rumores antes que venir y hablar conmigo para saber si lo que se decía era verdad - un bufido se escapó de sus labios antes de volver a hablar – Alec eres mi hermano tú me conoces mejor que nuestros propios padres, ¿Cómo se te ocurre que estaría con un lobo solitario? – ahora miro a mi hermana que ahora tiene sus brazos cruzados sobre su pecho y su mirada desprenden llamaradas.
— Creo que no estaba pensando con claridad me cegué por los celos de hermano mayor y desconfíe de ti Meg lo siento mucho – mi hermana no pudo mantener más su rostro enojado y se levantó de su cama caminando hacia mí.
— Te perdono eres tonto no podía esperar mucho de ti – soltando una estruendosa risa antes de acercarse para comenzar a alborotar mi cabello. Apartando sus manos de mi cabeza comienzo a hacerle cosquillas en su abdomen y en las manos, Megan tiene cosquillas en sus manos no sé cómo, pero no me voy a cuestionar esa debilidad a mi favor.
Ella logra escaparse de mi ataque de cosquillas y sale corriendo de su habitación entre risas, siguiéndola por la casa recuerdo cuando éramos apenas unos cachorros y jugamos a perseguirnos. Era un juego simple con una única regla que ambos debíamos seguir, no se podía morder, estos juegos inocentes nos ayudaron en el futuro a la hora de cazar. Mi hermana es una de las mejores cazadoras y a pesar de su aspecto delgado ella es capaz de comerse un venado entero sola y aun seguir teniendo hambre.
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Apenas puse un pie en el estacionamiento y el aroma pestilente de los valius me llegó a mis fosas nasales siendo intensificado por mi olfato lobuno. Parte de mis amigos de la manada estaban igual de incómodos que yo, ellos miraban un punto del estacionamiento por donde también fijé mi mirada. Apoyados sobre una camioneta negra estaba un grupo de siete valius hablando entre ellos mientras que las personas a su alrededor caían rendidas ante su extremada belleza sobrenatural.
Cada ser humano dentro del instituto puede ser la próxima presa de estos asesinos carnívoros y ellos se deleitan mientras la presa tonta los sigue como abejas a la miel. El grupo de monstruos estaban tranquilos y no prestaban atención a los humanos que no podían dejar de verlos sin murmurar.
— Esos monstruos desde que llegaron se quedaron allí sin hacer nada – hablo Froy tomándonos por sorpresa a todos, casi nunca se lo escuchaba tratando mal a alguien el hippie de nuestro grupo creía que desperdiciar malas vibras con otras personas es una pérdida de tiempo que puedes usarlo para fumar marihuana. Pero siendo lobos el instinto natural de pelea está en cada uno de nosotros por más hippie o antisocial que seas, terminas peleando con otros lobos o incluso con monstruos como los valius.
— No podemos atacar muchachos ellos no han hecho nada y sin el permiso del alfa no podemos atacarlos – pronunció conteniendo mi rabia, pero sabía que debemos esperar las órdenes de John o de lo contrario las consecuencias no serían para nada buenas.
Sin despegar los ojos de los monstruos espero a que mi amigo Demian aparezca y al cabo de un rato lo hace, pero estando solo al parecer se peleó con Angelic.
Bailey
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Canto mientras cierro el agua de la ducha, envolviendo mi cuerpo con una toalla miro el espejo empañado por el vapor. Pasando mi mano por este sonrió al ver mi reflejo sin ninguna marca de acné ni miras de que de una espinilla. Los tratamientos de belleza que hago diariamente como si fueran ritos sagrados dan sus frutos. Abriendo el cajón del tocador del baño saco mis cremas y el jabón facial para comenzar con mi rutina.
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amor a la bestia, chica independiente, hombres lobo cazadores y vampiros
Editado: 12.06.2021