Al otro lado del espejo, era en ese entonces un día tranquilo como lo sería cualquier otro día, estaba soleado y caluroso, el ruido tan común la ciudad; una gran ciudad que tenía edificios y rascacielos enormes, pero también tenía hermosos y verdosos parques; tenía zonas en las que se juntaban los grandes edificios y residencias pequeñas donde las personas vivían en casas propias. La vida seguía un curso ordinario.
En una preparatoria de la gran ciudad los estudiantes se encontraban en la rutina que guiaba sus vidas, clases, descansos y la vida social de un adolescente próximo a volverse un adulto. Cualquiera podría entrar a las aulas rodearse de todo el escándalo que los jóvenes hacían. "¿Tienes planes para el fin de semana?" "¿Viste el partido de anoche?" "¿Supiste que Carolina está saliendo con Marcos?" temas así eran el centro de casi cualquier conversación, pues todos eran adolescentes sin preocupaciones, solo soñadores que vivían su día a día sin pensar mucho en los complejos de la vida.
De entre todas las conversaciones una resaltaba.
—¿Se enteraron que asaltaron el banco cerca de la alcaldía? —Preguntó la voz de un hombre, el chico vestía su uniforme con toques rebeldes, su camisa desfajada, arremangada y cabello alborotado, rizado y rubio.
—Si... —Respondió una joven compañera de él.
Ella era delgada, vestía su uniforme correctamente; con un porte elegante y recto, su cabello era largo, lizo y negro con un listón adornado su cabeza.
—Mi padre trabaja ahí, fue él quien me contó que y como había pasado todo. Por suerte no resulto herido
Les explicaba con un tono de preocupación y termino soltando un suspiro de alivio, entonces el compañero junto a ella, un joven delgado, no muy alto, cabello medio, lizo, negro, portando el uniforme correctamente respondió.
—¿En serio? Vaya, sí que es una suerte que no le pasara nada — Su tono de voz la reconfortaba a ella mientras que el chico rubio le daba la razón.
—Más que suerte, yo diría que fue un milagro —Dijo ella. —No hubo muertos, pero si hubo varios heridos, a papá no le pasó nada. Aunque si dijo que el asalto era extraño; según él, la intención de los criminales no era la de robar dinero, sino que parecía que estaban buscando a alguien. Entraron disparando, llamaron al gerente y en lugar de llevarlo a la caja fuerte se lo llevaron a la oficina, papá cree que si pasó eso era porque no buscaban el dinero sino información
—¿Información?... Ruth, ¿No crees que has visto muchas películas? —Dijo el chico rubio, su voz denotaba que le causaba un poco de gracia.
—Bueno, eso es lo que papá piensa, así que todo es posible —Respondió a la vez que dejaba salir un suspiro, quitándose la culpa de ser ella la de las ideas locas. Repentinamente cambió el tema y le hablo al chico rubio con un tono más autoritario. —Y tú, Edgar ¿Quién te crees para teñirte el cabello rubio y venir todo desarreglado a la escuela? Alan, dile algo...
—Oigan chicos ¿No creen que Ben esta algo raro? —Respondió Alan ignorando totalmente el tema del cabello de Edgar. —¡Oye Ben!
Alan se levantó de su asiento y se dirigió a su compañero, un chico vistiendo el uniforma de manera normal, cabello corto y negro, el chico parecía estar nervioso y perdido en sus pensamientos; se mordía la uña y su pie no dejaba de zapatear. Alan, al llegar hasta su compañero le tomó del hombro y lo llamó por su nombre.
—¡AH! — Ben gritó y dio un salto en su asiento. —Dios Alan, no me des esos sustos
—Pues disculpa por hablarte cuando parece que estas mirando a la muerte cara a cara
—Quizás si sea así —Respondió Ben con un tono profundamente depresivo.
—¿A qué te refieres?
—Oye Alan... ¿Cómo sabes si estas extorsionando a un narcotraficante?
—Ben ¿de qué demonios hablas? —Respondió Alan con un tono de clara incomprensión, él pensaba que su compañero le jugaba una broma ya que no podía asimilar tan fácil que un compañero suyo se metiera en un problema tan grave. En ese momento entró el profesor y seguido todos volvieron a sus asientos.
Al otro lado de los muros de la propiedad de la escuela, una serie de camionetas negras se estacionaron; 3 en la entrada principal y dos rodeando los otros extremos de la propiedad, de ellas, bajaron hombres usando pasamontañas, ellos eran grandes y con notables músculos; vestían jeans de azul oscuro. Pero su distintivo más atemorizante, era sin lugar a dudas; los grandes rifles de asalto con los que cargaban todos aquellos.
—Comandante, todas las unidades están en posición, procederemos a entrar a los terrenos en busca del objetivo, cambio y fuera —Comunicó uno de ellos por radio antes de bajar de un vehículo frente a la entrada principal.
Luego de eso, bajó del vehículo y comenzó a gritar.
—YA, YA, YA; MUEVANSE, MUEVANSE; CONOCEN TODOS EL PLAN, LOS DE LA PRINCIPAL Y LA TRASERA ENTRAN, ¡EL RESTO MONTA GUARDA! ¡HAGAMOS ESTO RAPIDO Y NOS LARGAMOS, VAMOS A ENSEÑARLE A ESE CABRON QUE CON EL PATRON NADIE SE METE Y SE VA SIN QUE LE VUELEN LA CABEZA! —
Entonces, un grupo de hombres armados irrumpió en los terrenos de la escuela, rompiendo el candado que mantenía la cerca cerrada; se adentraron y se separaron para buscar en los diferentes edificios, parecía que tenían un plan bien trazado, pues sin dirigirse la palabra, cada quien ya sabía a donde ir. Su paso fue feroz, entraban irrumpiendo las clases, intimidando a todos en cada aula que ellos visitaban.
—¿Dónde está Ben Alvares? — Era lo que usualmente preguntaban a punta de gritos.
Parece que el chico no era muy popular, pues nadie lo conocía. El pánico era brutal, estudiantes y maestros rogaban por su vida en un rincón, aunque eso no era todo lo que pasaba; un estudiante se armó de valor y cuando un criminal se dio la vuelta, decidió atacarlo, llegó desde su espalda intentando golpearlo y quitarle el arma, pero era demasiado para el pobre muchacho. Sin tanto esfuerzo, el mayor, claramente más fuerte, se lo quitó de encima en cuestión de segundos; barrió el suelo con él chico y tras derribarlo puso su bota en su cabeza pisándola con fuerza. De la boca del joven salía un grito desgarrador de dolor que imponía miedo en aquellos que estaban presenciando tan horrible acto, al mismo tiempo que el joven aferraba sus manos al talón de ese hombre intentando con todas sus fuerzas quitárselo de encima. Aquel criminal pisaba firme con la bota aplastando la cabeza del chico.
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Editado: 10.08.2020