De no haber sido por el hambre que la despertó, Rosa se hubiera quedado dormida mas tiempo. Abrió los ojos, recordó que el brazo de Raquel estaba sobre ella, lo quitó lentamente y se levantó de la cama. Salió del cuarto con el propósito de hacer el desayuno y justo en ese momentos, su padre salió de su habitación. Rosa sintió un escalofrío en la espalda mientras cerraba la puerta de golpe.
─¡Papá! Buenos días. ─Su padre la miró e hizo un gesto con la cabeza. Fue a la cocina para sacar del refrigerador una caja de leche, de la que bebió directamente el contenido.
«No creo que haya escuchado a Raquel» ─pensó, sin moverse de la puerta.
─Me voy ─Volvió a meter la caja, se acercó a Rosa mientras buscaba su billetera en sus bolsillos y le entregó algunos billetes. ─Esto debe alcanzar para la despensa de la semana.─ Rosa tomó el dinero y luego vio a su papá salir de casa.
Le llevo unos momentos hacer el desayuno para ella y Raquel.
Entró nuevamente a la habitación con dos platos de comida, supuso que ella se despertaría apenas oliera el desayuno (y supuso bien).
─B...ns días... ─Estaba tan ronca que no se le entendía, pero su sonrisa delataba que se sentía mejor que hace unas horas, incluso sus alas volvieron a llenarse de plumas.
─¿Cómo te sientes? ─preguntó Rosa, acercando una silla que les serviría de mesa después.
─¿La verdad? Adolorida y hambrienta, pero el hambre se quita con comida.
─¿Puedes sentarte? ─Raquel intentó moverse, pero su cuerpo no le respondió y dejó de tratar.
Rosa se acercó a ella, la abrazó e hizo un esfuerzo por hacer que se sentara, de no ser por algunos empujones que Raquel hizo con sus propias alas, seguro hubiera tenido que comer acostada.
─Pesas demasiado ─Se quejó Rosa, mientras ponía un plato con huevos revueltos y quesadillas sobre las piernas de Raquel.
─Músculo puro ─dijo con la boca hecha agua al ver su desayuno.
─Ajá sí... ─Se sentó en el borde de la cama, a un lado de Raquel y desayunaron en silencio. Raquel acabó en poco tiempo, y luego de dos o tres cucharadas, Rosa ya no comió más.
─¿Te lo vas a acabar? ─preguntó Raquel, entre molesta y preocupada.
─No tengo mucha hambre.
─¿Desayunabas mientras no estaba, verdad? ─Rosa no contestó─ Rosa.
─Poco.
─Ajá sí... ─imitó su tono. Rosa no reaccionó ante la burla, se levantó de la cama luego de poner el plato sobre la silla y buscó su celular dentro de su mochila. Tensó la mandíbula al ver la hora.
─Raquel, debo irme. ─Corrió al baño y habló desde ahí. ─Dejé una jarra de agua en la silla. Papá probablemente venga a medio día, pero nunca entra a mi cuarto. ─Salió del baño, buscó su chamarra marrón, se la colocó y luego lo hizo lo mismo con la mochila. ─No te levantes si no te sientes bien, si tocan la puerta no abras, puedes acabarte mi desayuno si...
─Rosa ─Raquel la detuvo, sin moverse mucho, solo con su voz. ─Voy a estar bien... mi duda es ¿Tu estarás bien? ─Sonreía.
─Sabes que no me puedo cuidar sola, pero... iré con Marla. Aún así soy "invisible" en mi escuela, nadie notará que estoy ahí. ─Se acercó a la puerta, que estaba justo a lado de la cama.
─Esa no es la respuesta que esperaba. ─Suspiró.
─Pero es lo que es... ─Abrió la puerta─ Nos vemos.
─Cuídate, linda.
Rosa cerró la puerta. Salió de casa intranquila por lo que podía o no pasar.
Sus clases transcurrieron con normalidad y en un cambio de aula, Rosa vio a Jessica a lo lejos, no se había dado cuenta de su presencia y agradeció aquello. Hugo no estaba merodeando cerca de ella, probablemente aún no regresaba a clases.
Siguió caminando por el blancuzco pasillo, con la preocupación de tener a Raquel en casa hecha un saco de dolor y con su padre regresando a casa cada que podía. Esperaba que se recuperara más rápido y saliera de ahí.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una mano que la tomó del hombro, instintivamente se volteó, asustada, pero la cara desconocida de otra persona le devolvió los colores.
─Hola.. ─dijo con tono tímido. Frente a ella había una persona con rasgos muy finos, tenía el cabello corto, teñido de gris, rapado de la nuca y alborotado de la coronilla, su vestimenta tenía un aire entre militar y casual y le estaba entregando un suéter negro, seguramente parte del atuendo que llevaba puesto.
─Eh... ¿Necesitas algo? ─preguntó Rosa.
─Te estaba viendo... ¡no vigilando! ─dijo con nervios ─...solo viendo y... bueno ─Acercó ligeramente la cabeza.─ Estás en tu periodo.
Rápidamente, Rosa tomó el suéter y se lo ató a la cintura.
─Gracias...
─Lucca.
─Lucca...Iré al baño, ahí te devuelvo tu...
─No, no es necesario. Yo ya tengo que irme.
─Entonces... ¿El lunes?
─Claro. Casi siempre estoy en el aula 2, cerca del salón de profesores.
─Bien... Gracias, otra vez. ─Lucca le dedicó una sonrisa y se fue sin más.