Era extraño, no tuvo ninguna pesadilla en toda la noche, o por lo menos no recordaba ninguna, todo estaba tranquilo así que se reacomodó entre sus sábanas para seguir durmiendo; eran cómodas, cálidas y suaves. Movió un poco las brazos y sintió algo a lado de ella y no era una almohada. Abrió los ojos de golpe, pero la luz le atravesó y los volvió a cerrar.
─¡Ahg! ─Se quejó en voz alta.
─Pero la señorita seguía bebiendo. ─Oyó a Raquel.
─No hables tan alto. ─Se tapó los oídos con la almohada, aún con los ojos cerrados.
─Buenos días, Rosa. ─Sonrió.
─Mátame. ─dijo con voz áspera.
─No, aún tienes que enseñarme a cocinar.
─¿Dónde estamos?
─En tu casa, en tu habitación y en tu cama.─ Le acarició la cabeza, Rosa se frotaba las sienes.
─No debieron dejarme beber tanto. ¿No se supone que solo iba a tomar una?
─Marla dejó de tratar de convencerte que pararas cuando te tomaste la quinta. Si te hace sentir mejor, Abrid también se fue borracha (creo) se encontró con Jessica y se pusieron a discutir. ─Rió.─ Debiste escuchar lo que dijo.
─¿Y yo... ─Se reacomodó boca arriba y abrió lentamente los ojos.─ ¿Yo hice algo?
─¿No lo recuerdas? ─Rosa negó─ Pues... ─Hizo como que pensaba.─ Estabas desorientada y algo... tocona.
─¿Qué?
─Te cuento luego. ─Se levantó de la cama. ─ Voy a tomar ropa prestada, otra vez.
─En el último cajón.─ También se puso de pie, aunque con más dificultad.─ Ahí hay ropa que te puede quedar. ─Caminó al baño, recordar hacía que le doliera la cabeza, aunque solo se le venían imágenes de lo que pasó antes de entrar al bar. «Raquel bailando se veía hermosa», pensó, «Se veía bien bailando con ese chico, parecía que estaban enamorados ¿Será su novio? Ella nunca me ha hablado de que tenga uno... ¡Ugh! Me duele la cabeza...»
Cuando salió del baño no había nadie en la habitación, se apresuró a ponerse otro cambio de ropa y salió a la sala. Raquel tampoco estaba ahí. Oyó ruidos en la cocina, prácticamente corrió hasta allí, no quería que Raquel incendiara su casa, pero el ángel solo estaba sirviendo una sencilla malteada de plátanos con miel.
─Ésto es el mejor antídoto para la resaca que conozco. Bueno, era ésto o quemar la casa. ─Le sonrío mientras le acercaba el vaso lleno de espumosa malteada. Fueron a sentarse en la mesa, que solo tenía cuatro sillas de madera.
─Gracias.
─Fue sencillo.
─No. Gracias por traerme y quedarte.
─Ya tuvimos esta conversación anoche, no te preocupes.
─¿Enserio? No recuerdo nada.
─Creo que... es mejor así.
Hubo un silencio que Rosa aprovechó para cubrirse los ojos, la luz que entraba por las ventas le molestaba. Oyó el celular de Raquel, ella abrió el mensaje y sonrío. Rosa supuso un par de cosas.
─¿Es el chico con el que bailaste?
─No, es mi profesor de danza, quiere saber que todos estemos bien. Natalio es mi compañero en los bailes de pareja porque somos de la misma altura. ─Suspiró.─ Su novia me odia.
─¿No tienes un novio que se ponga celoso de Natalio? «¿Por qué pregunté eso?» ─Raquel sonrió.
─Nop, no tengo novio. ─Levantó le mirada, que mantuvo fija en el techo.─ Pero si hay alguien que me gusta. ─La piel de Rosa se erizó por completo.
─¿En serio?
─Si. Esa persona es un poco más joven que yo.
«¿Más joven? ¿Un adolescente?»
─Es un desastre, y tuvo problemas amorosos antes.
«No me gusta él.»
─No tiene ni idea de como se siente, es una persona muy cerrada hacia los demás y creo que lo peor es que va algo mal en sus estudios.
«Inmaduro, eso es lo que es»
─Pero lo que más preocupa no es ayudarle a superar sus problemas, bueno, eso es una prioridad, pero no puedo estar con alguien que no es muy seguro de sí mismo, por qué si decido compartir mis miedos, pensamientos y cargas, se va a sentir abrumado y no podrá hacer mucho... Necesito una persona segura en estos momentos.
─¿Entonces por qué te gusta una persona como él? Solo has dicho cosas malas de esa persona. ─No se había dado cuenta de su enojo hasta que se escuchó hablar.
─Por que cuando estoy con esa persona olvido todo, y por que hace relucir una personalidad amable, dedicada y me atrevería a decir que valiente.
─¿Valiente?
─Sip, sigue adelante a pesar de las adversidades, sigue de pie, medio mareado, pero vivo.
─Aún así, Raquel, ese tipo perece tan... Inmaduro.
─¿No te dije que era más joven que yo? Soy consciente de que aún tiene mucho que aprender.
─Mhh... ─No quería pensar más, le dolía la cabeza. Raquel se levantó y puso una mano sobre su cabeza.