Aquel día no era normal. Edgar estaba subiendo la avenida, no había nadie en la calle, oía los coches pasar, pero no los veía. Andaba y andaba, sin rumbo y sin dirección clara. No sabía a dónde iba, pero mandaban sus pies que le conducían avenida arriba. Ya había andado un kilómetro y sus pies no paraban, no le dejaban descansar, necesitaban alejarse de aquel lugar como pudiesen.
Tras un largo paseo, los pies se pararon junto a una fuente en un parque que nunca había visto. Sin embargo le sonaba, le era familiar, como si lo hubiera visto en algún sitio antes. Se acercó a un banco que tenía al lado y se sentó. Miró el cielo y cerró los ojos suplicando que aquel momento fuera eterno. Después de todos los sucesos que habían pasado necesitaba una eterna paz y tranquilidad, y ¿qué mejor momento que el que tenía ante él?
-Hola- dijo una voz femenina que sorprendió los pensamientos de Edgar.
-Hola- respondió dirigiendo la mirada a la persona que se había sentado a su lado, mientras, notaba como se le aceleraba el pulso -¿qué haces aquí?- era la chica de la que se había enamorado hace dos semanas, la había visto en el autobús y desde entonces no dejaba de pensar en ella, después de verla en el autobús la había visto cuatro o cinco veces más y había hablado con ella un par de veces, una de las cosas que la chica le había dicho era su nombre: Nadia. Según oyó su nombre se enamoró también de él, "en ella es todo perfecto" pensaba cuando se acordaba de ella, pero no le contó mucho más.
Una de las veces que habló con ella, Edgar ofreció a Nadia que fuera a la fiesta que él organizaba, y Nadia aceptó. En un momento de la fiesta, por la ventana la vio, Nadia se estaba acercando a la puerta para entrar, pero según tocó la puerta, miró hacia la ventana en la que estaba Edgar, él se escondió, intentando que no le viera y cuando volvió a la ventana, Nadia estaba desapareciendo calle abajo. Edgar, después de esto, empezó a beber y a beber, hasta que se le fue de las manos.
-Pedirte perdón; ayer no pude ir a la fiesta- contestó disculpándose con los ojos.
¿Cómo podría resistirse a eso?¿cómo podría resistirse a ella?
-Nada, no te perdiste nada de otro mundo- Replicó Edgar sabiendo lo que le dolía decir eso, le dolía que Nadia le hubiera hecho eso. -¿Cómo sabes que estaba aquí?-
-Casualidades de la vida- dijo Nadia con su media sonrisa única, que a Edgar le parecía suficiente para derribar un ejército entero.
Edgar se dio cuenta de la facilidad que tenía Nadia para seducir. Había algo en ella raro, algo que no acababa de encajar. Nadia tenía luz propia, no parecía humana y las palabras salían de su boca con una fluidez y determinación que retumbaba en la cabeza de Edgar.
-Ven conmigo- escuchó Edgar en su cabeza, y su alma y su corazón siguieron a Nadia.