Jueves, 17 de enero
Keylin estaba enfocada en su celular, resolviendo las dudas exhaustivas de Weslay, quien le exigía con sutiliza que se diera una vuelta por el negocio. Que él en su interior no confiaba en su criterio, y le urgía conocer el de su jefa, suficiente tuvo un mes sin estar con ella.
—¿Por qué esa cara? Nada más te vas a arrugar más rápido y los años te van a pesar —Cupido murmuró detrás de ella, sorprendiéndola.
¿A qué hora apareció? A la morocha se le erizó la piel y sintió una corriente eléctrica recorrer toda su columna vertebral, carraspeó su garganta con evidente incomodidad, bloqueando una vez más su celular.
—Problemas de negocios, creo que la misión de encontrar al hombre perfecto, se debe suspender tantito. Aunque pueda que en el trayecto lo encuentre porque ¡ayer me mentiste Mishka! —chilló, agudizando su voz a tal grado que podría reventar tímpanos.
Keylin cerró su mano en forma de puño para dirigirla con fuerza en dirección del hombro de Cupido, quien inmediatamente emitió un sonido gutural ahogado en su garganta. Frunció su entrecejo con agonía y ladeó la cabeza, pues no sabía de qué mentira se refería.
¿Apoco la mujer tenía una fuerza sobrehumana que hirió a un Dios?, ¡pues qué clase de Dios será ese, tan, tan..., débil.
—Yo nunca te he mentido, Keylin. Apenas tenemos como tres días conociéndonos, ¿tú crees que es buen momento para iniciar con las mentiras? —Llevó sus manos hacia su pecho y arrugó su respingada nariz, lleno de indignación.
—Ayer me dijiste que, si íbamos al parque, yo encontraría a el amor de mi vida, pero no fue así, no encontré nada, ¡ni una roca! —replicó la morocha, alzando una ceja y una sonrisa de lado.
Cupido se retorció del ataque de risa que le pegó, se sujetó el estómago con fuerza para intentar estabilizarse, pero no le sirvió, porque al ver el rostro inflado de la chica, volvió con el ataque, reventando los oídos de la mujer.
—Yo nunca te mentí —hipeó, intentando regularizar su respiración y manteniendo los ojos cerrados—. Yo solo te di opciones para que empezaras con tu búsqueda, no tergiverses mis palabras, nena.
—¿¡Nena!? —clamó eufórica, sus manos se dirigieron a su cadera donde las colocó para tomar una postura más firme—. ¡Nena tu abuela, amigo! Odio esos apodos para hacerme quedar como una ridícula —bufó, cruzando sus brazos sobre su pecho, manteniendo la poca dignación que tenía, porque cabía la diminuta posibilidad que ella asumiera ciertas cosas.
—No exageres, ¿cuál va a ser el plan de hoy? —Cupido aún mantenía su sonrisa socarrona, pues le causaba mucha gracia la poca tolerancia que tenía la chica que era su esperanza en el mundo humano tan podrido del hoy.
—Tengo que ir con Weslay, está desesperado, como tengo dos días en Sidney, y quiere que lo monitoree, aunque yo sí tengo mucha confianza en él, y sé que sus decisiones son sabias, después de todo, lo ha aprendido de mí y ha estado un mes solo —concluyo su explicación con orgullo en su pecho— ¿Te quieres quedar en el departamento o me quieres acompañar?
El delgado rostro de Cupido se le formó una sonrisa malévola, Keylin juró que todo su entorno se oscureció y un reflector se dirigía directamente a su rostro mientras que el ángel jugaba con la yema de sus dedos. Sacudió su cabeza de lado a lado para borrarse esa imagen perturbadora de su cabeza, ¿qué le sucedía ese día, por qué su imaginación volaba tanto?
—Vámonos, ¿sabes qué? Mejor te veo allá, porque ayer me sentí un poco agitado cuando manejaste de regreso. Así que el último en que llegué, será un huevo podrido. —Aplaudió tan fuerte que desapareció.
Asombrada por las capacidades mágicas de aquel ser, la morocha se resignó encogiéndose de hombros. Tomó las llaves de la mesa de madera y salió de su apartamento para dirigirse al elevador, esta vez, sintió una eternidad para bajar a recepción.
Mad quien estaba atenta en su celular, giró su cabeza gracias al sonido que emitió el elevador y se levantó al ver a Keylin unos instantes cuando las puertas se deslizaron. No obstante, se arrepintió al instante al no ver el hombre guapo con cabello exuberante color rosa.
—Hola Keylin, ¿era tu novio el de ayer? Se ve tan extravagante, sin límites y tú, tú, tú te ves...
La morocha alzó una de sus delgadas cejas mientras se inclinaba en un pie y se cruzaba los brazos de pecho, en modo de advertencia para que la otra persona cuidara sus palabras.
—... Tan recta, rígida, formal. —Madeline entrelazó los dedos de sus manos detrás de su espalda, arrugando sus grandes ojos.
—Perfecto, pero chica, eso no es asunto tuyo. No deberías de ser tan entrometida. —Palmeó uno de sus hombros, en su rostro se dibujó una sonrisa y continuó su camino en dirección a su automóvil. Aquella chica no debía de importarle lo que ella dejara o no de hacer, ni mucho menos le debía explicaciones, por lo que prefería dejarla con la duda.
El trayecto hacia la oficina estuvo aburrido, el tráfico estaba saturado y los semáforos tan lentos que parecía que el tiempo no pasaba. Además, el cable que se unía hacia su celular al estéreo estaba descompuesto que no podía conectarse al estéreo, y el radio no aportaba música de su interés. Eso la ponía muy malhumorada, entonces empezó a imaginarse su oficina debía de ser un desastre, con el personal sin cumplir con sus respectivas tareas, por lo que sola se incrementaba su angustia, porque Weslay tenía mucha insistencia en que fuera.
Afortunadamente, la eternidad llegó a su final cuando observó su lugar en el estacionamiento vacío. Al bajarse, se aseguró que el auto estuviera cerrado. Se acomodó la falda en tubo color rojo que hacía juego con el saco que se estiró para que no se viera arrugada ni desalineada, como la cabeza de un corporativo, debía dar una muy buena imagen, y eso, ella lo sabía a la perfección.
Las puertas del elevador se abrieron, llamando la atención de todos los empleados que inmediatamente regresaron a sus cubículos de trabajo que los dividía una pared de cristal. Sus tacones empezaron a resonar en el azulejo blanco del piso cuando empezó a caminar hacia su oficina principal, Keylin no era una jefa feroz, asesina, pero si era estricta y firme. Su edificio no era de tantos pisos, solo contaba con cuatro, más que suficientes para manejar todos los departamentos de producción de libros reciclados.