El Carpintero

Pesadillas de madera

Bianca reaccionó asustada y confundida. ¿Qué era todo aquello? Raighné no podía ser un asesino, eso solo podía ser obra de Raudel para castigarlo de la manera más atroz que pudo pensar. Temblaba sin poder dejar de llorar y sentía que el corazón se le escaparía del pecho, cuando un ruido la hizo dar un salto y vio a la muñeca llevarse su brazalete. Como apenas despuntaba la mañana, la persiguió hasta el salón de música y escuchó que tocaban el piano, pero el lugar estaba solo. En ese momento, la puerta se cerró de golpe haciéndola dar un salto y todo quedó en silencio. 

La muñeca no estaba en ningún lado y Bianca regresó a su habitación con una sensación incómoda e intimidante, que no conseguía explicar. Se dio un largo baño para despertarse, estuvo lista antes de que Rebeca tocara y continuó con su día como de costumbre, hasta que tuvo tiempo de ponerse a buscarla. Caminando por el primer piso, vio a Rayden mirando las escaleras que subían y temió que la hubiese encontrado, pero él no se movió hasta que sintió el toque en su hombro. 

—Bianca. ¿Sucede algo? —interrogó desconcertado.

—¿Qué está haciendo aquí? 

—Algo extraño sucede en la mansión y no sé qué es —respondió y sus palabras la hicieron sentir un escalofrío—. Sé que hay alguna cosa fuera de lugar, pero no logro descubrirla. Está tratando de ocultarse de mí. 

—¿Esconderse? —interrogó confundida. Estaba claro que no descubrió a la muñeca, aunque notaba su presencia. 

—¿Nunca has tenido una sensación como esa? —inquirió volviéndose a mirarla—. De que algo ha cambiado.

—A veces.

—¿Qué haces entonces?

—Descubrir todo lo que pueda.

—En ese caso debería subir —dijo mirando las escaleras—. Presiento que la respuesta está arriba.

—Yo puedo hacerlo —sugirió rápidamente—. ¿Qué debo buscar?

Rayden la observó pensativo y acabó lanzando un suspiro resignado.

—Una puerta abierta —contestó después de un momento—. Ninguna debería estarlo.

—Está bien, no tardaré. —Antes de que pudiera alejarse, él la tomó de la mano haciéndola volverse.

—Ten cuidado —enfatizó sin soltarla—. Si la puerta está abierta, por favor, no entres en la habitación. 

—No lo haré —prometió mientras él la liberaba—. Volveré aquí enseguida.

Aliviada, subió las escaleras y revisó con cuidado una puerta tras otra, sin poder abrir ninguna. El silencio reinaba en el corredor y en el tercer piso todo seguía igual. No consiguió dar con la muñeca, ni con su brazalete, y como las puertas estaban cerradas, regresó y miró a Rayden aun esperándola. 

—Todo está en orden arriba —dijo con calma—. Las puertas están cerradas.

—Aún percibo algo fuera de lugar —musitó cabizbajo. 

—Quizá solo debe esperar un poco más, para descubrir lo que sucede.

—Puede ser —levantó de forma repentina la cabeza y miró a Bianca—. ¿Leerías una historia para mí? Hasta la hora de merendar, nada más. De esa manera resultará más sencillo, esperar que algo suceda.

—Será un placer. ¿Alguna sugerencia? 

—Puedes elegir la que gustes —respondió con tranquilidad—. Me adelantaré al descanso. 

Bianca buscó un libro, pensando en lo intrigante que era la repentina petición de Rayden, aunque estaba dispuesta a hacerlo si de ese modo lo distraía. Al llegar le pidió sentarse en el diván, se acomodó en la silla y empezó a leer mientras ignoraba el transcurso del tiempo. Observó a Graciel poco después y sonrió divertida, pues su expresión de molestia desapareció antes de irse. Continuó leyendo, hasta que escuchó anunciar la cena, pero solo al acabar el capítulo cerró el libro.

—¿También ha descubierto el final de esta historia? —interrogó antes de que Rayden se moviera.

—De ningún modo. —Se sentó despacio y tomó las muletas—. No hay magia en ella. La vida natural es inesperada. Cualquier cosa podría suceder. 

—¿De verdad? 

—Así es —respondió levantándose—. Pero deberás terminar la historia para descubrirlo y eso no puede ser en este momento. 

—Tiene razón —exclamó colocando el libro en la mesa—. Será mejor bajar.

—Gracias por la compañía. Ha resultado una magnífica forma de pasar la tarde.

—Un placer —sonrió Bianca satisfecha—. Por favor, vaya a su habitación, para que Graciel no se preocupe. 

—Eso haré. Buenas noches.

—Que descanse. 

Bianca esperó a verlo salir en el primer piso, antes de bajar a la cocina y después de ayudar a limpiar regresó a su habitación. Se dejó caer en la cama, pero tenía miedo de dormirse, así que tomó el libro inconcluso y leyó intentando no sucumbir. 

En un sueño escuchó a Raighné llamando a uno de los niños y al abrir los ojos vio al chiquillo sonreírle desde el banquillo del piano. Aún eran muy pequeños para saber de cuál se trataba, pero su padre reconoció a Rayden con solo mirarlo e Isabel se acercó con Rehys en sus brazos, tomó a su pequeño y se sentó con ambos en el regazo. Raighné sonrió al contemplarlos tan semejantes a su madre, tan sanos y felices. Ambos de ojos verdes y cabellos marrón dorado, tan distintos de sus hermanos. Los gemelos eran ruidosos e intranquilos, mientras que los mayores, callados y bien portados. 



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 03.12.2024

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