El caso Oleaje

Capítulo I

10 de octubre. 21:13.

Una mujer con un bolso al parecer muy pesado se sienta en un banco en el paseo marítimo. Está cansada, y parece que ha tenido un día muy largo. Sus ojos cansados están acompañados de unas ojeras de color púrpura que cuentan que no solo está exhausta. Bosteza. Mira el reloj. Se vuelve a levantar y sigue su camino.

 

10 de octubre. 21:54.

Un joven adolescente se para en medio de la calle. Mira a los lados. Con su mano, temblando tal vez por la impasividad de su rebeldía, saca un paquete de tabaco. Y de él, un cigarro. Sopla la punta de este, y se lo coloca en los labios. Se saca un mechero y se enciende el cigarro. Cierra los ojos, y exhala el humo de este. Guarda su paquete de tabacos en el bolsillo derecho de su pantalón, y continúa con su camino.

 

10 de octubre. 22:37.

Un hombre mayor, cobrando la pensión desde hace mucho tiempo, sale de un bar. Si te acercaras a hablar con él, posiblemente podrías notar su aliento a alcohol y de comida poco sana y grasienta. Da dos pasos. Mira el reloj, y suspira. Se pone la mano en la zona del lumbago y se estira. Avanza hacia la zona de la playa, entrando en ella y situándose en la hamaca más cercana. Se sienta, y observa el mar.

 

10 de octubre. 23:48.

La mujer posiblemente ya ha llegado a casa, escondiéndose del cabrón de su marido, el adolescente posiblemente ya ha sido castigado por sus padres y el anciano se ha quedado dormido en la hamaca. Yo, a pocos metros de todos aquellos actos, estoy sentado en la orilla del mar, con mi caña de pescar dentro de este. Reflexiono y pienso que, de igual manera, todos estamos jodidos por algo. Tanto como el que siente que tiene que huir, aquel que ya no puede hacerlo y como aquel que ya no tiene con quién hacerlo.

 

Por otra parte, ellos simplemente se habrían fijado en un hombre de mediana edad, de piel morena y cabellos rubios largos sin peinar. Algo desdeñado. Seguro que ninguno se habría atrevido a hablar conmigo. Eso, sin contar el terrible aspecto que tenía, debido al cansancio y al alcohol que había bebido yo solo sin compañía, en un bar en la zona opuesta de esta playa. No me culpo, tengo múltiples razones para beber. Mientras diviso como mi caña de pescar sigue en remojo, sin movimiento alguno, suena mi móvil. Me lo saco del bolsillo trasero de mis pantalones vaqueros desgastados y miro la pantalla: Axel trabajo. Era gracioso tenerlo agregado así porque, me habían despedido hace casi un año de la comisaría de policía de la zona y ya no éramos compañeros de trabajo. De igual manera, no me extrañaba que me llamara. En el fondo seguíamos siendo colegas.

-Casi lo coges. –Me dijo en un tono de reproche que me costó detectar.

-Axel, ¿Qué quieres?

-¿Sigues borracho en la playa?

Miré hacia el suelo.

-No. –Dije intentando disimular.

-Está bien. Te llamaba para preguntarte si te gustaría que quedásemos esta semana. El jueves o… tal vez mañana.

-Axel, estos días estoy… cansado.

-Tío, me gustaría verte más a menudo, ¿sabes? –Hizo una pausa. –Carlo me ha contado tu situación. No… No puedes dejar que te afecte tanto. Aquí en la comisaría todos estamos muy preocupados. Además, ya ha pasado mucho tiem…

-Tío, para. –Le interrumpí. – ¿Me estás llamando desde la comisaría solo para restregármelo o como va todo? ¿Y qué coño quiere decir eso de que estáis todos muy preocupados por mí allí? ¿No te acuerdas que me echasteis todos?

-¿Y quieres que te recuerde por qué, Roger? ¿Sabes por qué? –No dije nada. –Por qué si mi hija estuviera a punto de ahogarse, no me gustaría que me ayudase un policía alcohólico. ¿Entiendes? Y a esa mujer tampoco le gustó. Te denunciaron, Roger. No salvaste a la niña, joder.

-¿Y cómo coño quieres que lo supere? ¿Teniendo llamadas de estas todas las semanas?

-Eres mi amigo, ¿lo sabes no? Y si la solución para volver a recuperar al Roger de antes es emplear la terapia de choque, todos lo haríamos. –No respondí y se hizo el silencio por varios segundos. –Todos te queremos de vuelta. Pero esto ya se nos escapa de las manos.

-Axel.

-¿Qué?

-Ya hablaremos.

-Cómo quieras. Cuídate, por favor.

Colgué, intentando alejar de mis pensamientos todo lo que ocurrió. No me acordaba de mucho, pero de igual manera, seguía teniendo pesadillas. No me culpéis si me refugio en el alcohol ahora. Miré al suelo, y cogí la botella de cerveza, todavía medio vacía que estaba enterrada en la arena. Me levanté y la tiré con tal fuerza que ni siquiera oí cuando cayó al agua. Todos mis amigos tenían razón, y es que yo era simplemente un alcohólico con depresión.



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En el texto hay: asesinato, arrepentimiento, peces

Editado: 13.09.2018

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