Javier pulsó el botón y un gran estruendo sonó fuera del submarino. Me sorprendió que un sonido pudiera sonar tan fuerte dentro del mar, pero creo que con esto ya lo había visto todo. Los peces se disiparon, huyendo, sacando a la luz toda la esperada verdad. De esos tres grupos de peces que se encontraban distribuidos en el mar a pocos metros unos de otros, pudimos observar cómo habían tres cuerpos (si eso se podían llamar cuerpos), obviamente partidos. Uno de los grupos, tenían la cintura, las rodillas y las piernas de lo que se suponía que era una persona; otro de ellos, lo que parecía ser media cabeza; y el último, un trozo de pecho y el brazo izquierdo de lo que pude deducir que era una mujer. Javier y yo no vomitamos porque en ese momento, no es lo que preferíamos hacer. Estuve barajando varias opciones, como por ejemplo si estaba soñando, o si estaba borracho, pero ambas no me coincidían, por que 1) me estaba pellizcando el brazo lo más fuerte que podía y lo notaba, y 2) No habíamos bebido nada desde la mañana anterior. Javier se llevó las manos a la cabeza y me miró. No pude oírle pronunciar palabra, pero pude leer sus labios diciendo algo como “joder” o alguna de esas cosas. Sin decir nada, pulsó unos cuantos botones y sentí como vibraba el suelo del submarino, teniéndome que sujetar en la silla de Javier. El submarino avanzó un poco y se posó encima de los restos humanos, ya casi totalmente devorados. Siguió avanzando. No sabía exactamente qué estaba haciendo Javier, pero sus ojos marrones oscuros estaban concentrados en hacerlo todo de forma muy precisa.
-¿Y bien? –Pregunté curioso.
-He usado la red.
¿De verdad Javier me estaba diciendo que había “pescado” restos humanos?
-¿Qué? ¿Por qué has hecho eso?
-¿Quieres que los dejemos aquí o qué?
-¿Y qué coño vas a hacer con ellos cuando salgamos a la superficie? ¿Te los vas a llevar a casa en otro tupper?
-Voy a llamar a la policía, Roger. Esto es muuuy gordo. ¿Entiendes? Se nos está escapando de las manos.
-No voy a dejar que lo hagas. Te recuerdo que soy ex policía, puedo lidiar con esto.
-No Roger, no puedes. –Se levantó de la silla- Hay unos jodidos restos humanos en el mar y por alguna extraña razón, los peces están comiendo humanos. Y se están muriendo, joder.
-Javier yo puedo hacerlo. –Javier resopló y me pasó por el lado, empujándome levemente. –Son solo trozos de carne humana que tal vez una funeraria haya tirado al mar como… homenaje.
Javier se giró y me miró.
-¿Estás loco? Esto tiene mucha pinta de ser algo más que un homenaje. –Gritó. –Además, esta persona era familiar de alguien, y no voy a permitir que tú lo uses como tu camino de vuelta a la comisaría.
Me dejó en silencio unos cuantos segundos. Él respiró y luego me volvió a decir más serio:
-Ya sabía que eras un alcohólico, pero no sabía que habías dejado de ser un ser humano.
Pasó una hora y oí como la escotilla se abrió. Javier me gritó para que saliera. Subí las escaleras y me encontré con Javier, parado en el muelle, quien me ayudó a salir.
-Tienes razón. –Le dije. –Pero me gustaría que los llamásemos los dos. Esta tarde. ¿Vale?
Javier asintió sin decir nada y cerró la escotilla.
Abrí la puerta de mi casa, y pude oler el agradable olor que salía de la cocina.
-¡Cuánto has tardado! –Me grito Carlo. –La comida ya está preparada, siéntate.
Dejé mi chaqueta en la habitación y me senté en una de las sillas del salón. En la mesa, delante de mí, había un refresco que parecía estar a muchos grados bajo cero. Y es que ahora, hablar con Carlo y un refresco bien frio era todo lo que yo necesitaba. Carlo se dirigió a la mesa con dos platos a rebosar de macarrones con tomate, una de mis comidas preferidas, y Carlo me dio un beso en la frente.
-¿Dónde habías estado?
-Con Javier. ¿Sabías que tiene un submarino? Tiene pinta de ser muy caro.
Carlo sonrió a mi entusiasmo.
-¿Has oído las noticias? –Negué con la cabeza. –Se ve que hay una epidemia extraña en los peces de esta costa.
Carlo bufó, y lo podía entender, el pescado era una de sus comidas favoritas.
Editado: 13.09.2018