Carlo se durmió en sofá, con su cabeza apoyada en mi hombro. Con un leve movimiento, la coloqué en un cojín, saliendo de su agarre. Cuando dormía, se le veían las pestañas mucho más larga y los rasgos faciales mucho más delicados. Me encerré en la habitación que más alejada estaba del salón, para no molestar a Carlo y poder hablar con Javier. Entré en el estudio de Carlo, y cerré suavemente la puerta. Marqué el número de Javier. Mientras estaba esperando que me contestara, paseé por el amplio estudio de Carlo, observando cada detalle. Tenía las paredes pintadas de un gris pálido, y algunos que otros carteles colgados de ella. Tenía 3 mesas grandes repletas de folios y papeleo, cámaras y objetivos, y algunos que otros diseños y dibujos que él había realizado.
-¿Hola?
-Javier, hola. Necesito hablar contigo. ¿Tienes tiempo?
-¿Es muy urgente? Vamos a vernos esta tarde, de todas formas.
-Lo es. –Le dije mientras rozaba con las yemas de mis dedos fotografías que habían en las paredes. –Creo que no tendríamos que llamar a la policía.
-¿Qué? ¿Y ahora qué pasa?
-He estado hablando con Carlo y él cree que es peligroso. La policía podría investigarnos y…
-Roger, ¿cómo van a investigarnos si no hemos hecho nada?
Javier era muy difícil de convencer.
-Escúchame. –Dije abriendo cajones de manera aleatoria. –Sé cómo es en el fondo la policía de esta zona. Y nunca van a buscar culpables precisos.
-¿Tú lo has hecho?
-No, yo nunca lo he hecho.
-¿Y cómo sabes que nos van a investigar? Es estúpido, ¿no crees?...
Abrí uno de los cajones que había en el estudio de Carlo, donde solo había una cámara algo más antigua que las otras. Me pareció extremadamente curioso y gracioso, recordándome a nuestra juventud. Encendí la cámara de fotos escuchando como Javier seguía con su discursillo sobre lo que está bien o está mal en esta sociedad, limitándome a decir: “Si, si” y más cosas como esa. En la cámara, había muchas fotos de nosotros hace unos cuantos años, y empecé a pasarlas, mientras recordaba antiguos momentos. Me callé y dejé de asentir cuando vi que había fotos de peces muertos en la orilla. Empecé a pasar más rápidamente y pude empezar a ver toda la verdad.
-¿Te puedo llamar luego?
-En fin, como tú quieras. –Me respondió con una voz cansada y colgó.
El móvil casi me cae al suelo cuando observé unas fotos de gente maniatada y ensangrentada en la cámara de mi marido. Seguía pasando las fotos en silencio, incrédulo, encontrándome con fotos violentas de miembros cortados, cadáveres con dibujos en la piel hechos con un punzón o un cuchillo que, supongo que eran intentos artísticos. Oí pasos fuera del estudio y supe que Carlo se había despertado. Seguramente estaba en la cocina, pero ya no creo que fuera a por un simple vaso de agua. Saqué el cartucho de memoria de la cámara, y me lo metí en uno de los bolsillos de los pantalones. Metí la cámara de nuevo en el cajón y lo cerré. Saqué mi teléfono del bolsillo y abrí la aplicación de la grabadora, pues Carlo me había enseñado que también era muy posible que me inculparan a mí también si veía fotos mías en la cámara: Hacía falta una declaración.
Salí del estudio fingiendo que estaba hablando por el móvil y lo que colgué sonriente. Carlo estaba bebiendo un vaso de agua en la cocina, mirándome expectante.
-¿Y bien? –Me preguntó. -¿Por qué estás tan contento?
-Javier ha entendido. Vamos a devolverlo todo dónde estaba.
Me guardé el móvil con el altavoz hacia fuera en uno de los bolsillos delanteros de mi pantalón.
-Bien hecho. –Me contestó feliz. –Además, seguramente alguna familia le habría dado un homenaje a un fallecido, ¿no?
-Todo es posible. –Dije tenso.
Carlo se fue poco a poco hacia el salón, permitiéndome entrar a la cocina y coger un cuchillo sin que me viera, escondiéndolo detrás de mí. Carlo dio media vuelta y me miró el pantalón.
-¿Llevas algo guardado en el bolsillo? –Me preguntó.
Mi corazón ya había batido récord de latidos por segundo, teniendo miedo de una de las personas más importantes de mi vida. ¿Realmente estaba casado con la persona que yo creía que estaba casado?
-Todo es posible. –Repetí.
-Roger. –Me miró seriamente.- ¿Has estado rebuscando en mi estudio?
Casi como un adivino, me leía completamente la mente. No sabía que iba a hacer, pero ya no actuaría como marido. Actuaría como policía.
-Lo he hecho, Carlo, lo he hecho.
Editado: 13.09.2018