Prólogo
Todo inició en esa fiesta, bien lo había dicho el secretario, en alta voz y casi de un modo profético, unos días antes: “todos los males nos han de sobrevenir cuando el muchedumbre se embriague en sus vicios y se crean más poderosos que su régimen.” ¡Oh! Si tan solo hubiera hecho caso el Gobernador de esas palabras, hubiera podido tal vez evitar la mísera masacre y el tumulto de cadáveres apostados en la esquina de Castillo.
Pero qué digo, si alguna vez y con el pasar del tiempo se pudiera contar el horror que esa noche dejó el apasionante vino envenenado por el Sr. F (prefiero no usar el nombre de los involucrados en historia) … el cual junto a su amante decidió huir en medio de la agravia y confusión causadas, entonces me sería propio iniciar esta anécdota presentándome como un simple observador pusilánime de los acontecimientos, un don nadie de baja categoría y de menor importancia (Aun así, tuve la suerte de salir con vida de aquel lugar cuyos recuerdos me perseguirán en forma de pesadillas en mis sueños). Mis investigaciones acerca de aquel aterrador día, me llevaron a ser conocedor de una historia cuyos desencadenantes son el amor, como principal móvil de los actos del Sr. F…, la ambición que buscaba erradicar y por último la locura nació a raíz de sus emociones y planes frustrados.
Durante mucho tiempo estuve imaginando la forma de exponer esta historia, que no trata de justificar la masacre más bien explicar las razones, no quería que a medida que iniciara mi narración de los hechos se pudiera intuir mi verdadera identidad y por consiguiente mi vida se viera envuelta en apuros, esto no impide que quiera narrar parte de mis conocimientos acerca de lo pasado y como la experiencia de mi vida también me han ayudado a desenmarañar el ¿por qué? y ¿cómo? de las cosas. Pero encontré finalmente la manera y fiel a mi deseo de dar a conocer la verdad y no permitir que los auténticos culpables escapen invictos y puedan dormir tranquilos por las noches. Tranquilo usted señor Gobernador mis investigaciones me han por supuesto esclarecido los sentidos y lo tengo a usted por inocente, otra víctima más del mezquino engaño y la mentira.
No quiero aburrirle más mi querido lector, en lo posible tratare de revelar tanto de la verdad tanto como pueda, sin dejarme llevar por mis emociones y hablar las pestes de los victimarios, no quiero causarle esa impresión que crea que me he inventado todo esto para justificar la locura de un hombre sin moral.
Prólogo
Todo inició en esa fiesta, bien lo había dicho el secretario, en alta voz y casi de un modo profético, unos días antes: “todos los males nos han de sobrevenir cuando el muchedumbre se embriague en sus vicios y se crean más poderosos que su régimen.” ¡Oh! Si tan solo hubiera hecho caso el Gobernador de esas palabras, hubiera podido tal vez evitar la mísera masacre y el tumulto de cadáveres apostados en la esquina de Castillo.
Pero qué digo, si alguna vez y con el pasar del tiempo se pudiera contar el horror que esa noche dejó el apasionante vino envenenado por el Sr. F (prefiero no usar el nombre de los involucrados en historia) … el cual junto a su amante decidió huir en medio de la agravia y confusión causadas, entonces me sería propio iniciar esta anécdota presentándome como un simple observador pusilánime de los acontecimientos, un don nadie de baja categoría y de menor importancia (Aun así, tuve la suerte de salir con vida de aquel lugar cuyos recuerdos me perseguirán en forma de pesadillas en mis sueños). Mis investigaciones acerca de aquel aterrador día, me llevaron a ser conocedor de una historia cuyos desencadenantes son el amor, como principal móvil de los actos del Sr. F…, la ambición que buscaba erradicar y por último la locura nació a raíz de sus emociones y planes frustrados.
Durante mucho tiempo estuve imaginando la forma de exponer esta historia, que no trata de justificar la masacre más bien explicar las razones, no quería que a medida que iniciara mi narración de los hechos se pudiera intuir mi verdadera identidad y por consiguiente mi vida se viera envuelta en apuros, esto no impide que quiera narrar parte de mis conocimientos acerca de lo pasado y como la experiencia de mi vida también me han ayudado a desenmarañar el ¿por qué? y ¿cómo? de las cosas. Pero encontré finalmente la manera y fiel a mi deseo de dar a conocer la verdad y no permitir que los auténticos culpables escapen invictos y puedan dormir tranquilos por las noches. Tranquilo usted señor Gobernador mis investigaciones me han por supuesto esclarecido los sentidos y lo tengo a usted por inocente, otra víctima más del mezquino engaño y la mentira.